Tal y como lo quería López Obrador, el debate sobre el Aeropuerto “Internacional” Felipe Ángeles se volvió clasista. Siempre caemos en sus trampas. Seguimos sin entender que todo lo que hace el Presidente tiene un objetivo político. No está pensando en competitividad o desarrollo económico. Está pensando en cómo será percibida esta obra por el grueso del electorado que, de hecho, no usa aeropuertos porque no viaja en avión.

No me sorprendería que la vendedora de tlayudas haya sido un genial anzuelo colocado ahí para que los “conservadores” mordiéramos. Estamos criticando que el nuevo aeropuerto es feo, cuando millones de mexicanos conviven con infraestructura vieja y deficiente; criticamos que el trayecto al AIFA puede tomar más de una hora, cuando millones tardan más de eso yendo y viniendo diariamente a sus sitios de trabajo, lo hacen en transporte público de mala calidad, transbordando varias veces y arriesgando el pellejo porque en éste los asaltan un día sí y otro también. Para la base de Morena lo que cuenta es que la obra fue entregada “a tiempo” y el Presidente “cumplió su promesa”. El Ejército se para el cuello y confirma que fue un acierto encargarles la tarea.

Ciertamente, muchos -no tantos como a veces creemos- vemos lo que pasó desde otro ángulo. Lo único que se hizo fue remodelar un aeropuerto militar que ya existía. Si de lo que se trataba era de “inaugurarlo” con un avión aterrizando ahí, pues eso ya era posible desde hace años. En el fondo, el problema es que estas victorias pírricas de la 4T nos dejan peor que como estábamos. Este aeropuerto no ayudará a descongestionar el Benito Juárez pues probablemente entorpecerá el espacio aéreo al operar en forma simultánea. Dará incentivos para que no se le meta un centavo al Benito Juárez buscando que su deterioro fuerce a las líneas aéreas a considerar otra alternativa.

Peor aún, se dice que se ahorró dinero porque es una obra más barata de lo que hubiera sido Texcoco. Lo que se omite es el hecho de que un gasto no sustituyó al otro, sino que se le suma. En estricto sentido, pagamos 332 mil millones por el aeropuerto de Texcoco (y lo seguiremos pagando), a pesar de que será una obra que no nos dará beneficio alguno. Adicionalmente, pagamos 74 mil millones por una obra que no hubiera sido necesaria, de no cancelarse la previa. 406 mil millones en total. ¿Por 20 vuelos diarios? ¿Aplaudimos?

Se discute si Texcoco hubiera sido o no un gran hub internacional. Creo que lo hubiera sido, pero más allá de eso, era un aeropuerto que eventualmente tendría 6 pistas y hasta 245 posiciones. Esto era vital para conectar a otras ciudades del país. El AIFA tiene 2 pistas y 12 posiciones, sólo 5 de ellas de contacto. Un acceso tan limitado lleva a que sólo aviones grandes las utilicen, restando la posibilidad de que lleguen aviones más pequeños que puedan volar a ciudades secundarias. El aeropuerto cancelado se financiaba con sus ingresos, éste con nuestros impuestos.

El otro gran beneficio de Texcoco era la carga. Sus críticos pueden decir misa sobre si sería un hub de pasajeros, pero la realidad es que hoy se han acortado y regionalizado las cadenas de valor. Si eso era cierto antes, después de la pandemia y de la invasión a Ucrania lo es mil veces más. El hecho es este: México es el principal socio comercial de Estados Unidos y las cadenas de suministro más cortas dependen más de tráfico de carga aérea eficiente. Sí, el AIFA en nada contribuye a nuestra competitividad.

Sabemos también que ésta fue una obra con sobrecostos importantes, con un exceso de asignaciones directas y donde la total falta de transparencia hará que sea un milagro que no haya casos de corrupción serios que manchen al Ejército. El nuevo aeropuerto es el mejor reflejo del país que López Obrador sueña. Un país mediocre, chafa, que no crece, que no se cree capaz de competir y donde las opciones de autoempleo -vendiendo tlayudas o souvenirs- son la mejor alternativa.

Nuestro problema es cómo haremos que más mexicanos crean que somos capaces de mucho más, y que manifiesten ese anhelo en las urnas.

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