A mayor soberbia, menor capacidad en el corazón de los humanos, para pedir perdón. Lo mismo entre la persona más humilde que en el más autoritario líder. Esto se debe a la incapacidad de las personas de que reconozcamos los yerros, cuando creemos tener solo nosotros la verdad. 

Si a esto se suma que no tener la capacidad de contener lo que se nos viene a la mente, terminamos con dislexias e impertinencias y siempre, hablando sin escuchar a los demás. Los tiranos, concentrando el poder, también lo han hecho y por ello, pierden el contacto con la terca realidad.

Hoy es Putin y ayer lo fue Hitler, pero también, hoy lo hace Ortega en Nicaragua. Construir países de un solo hombre eliminando los contrapesos, reduce la capacidad de poder edificar colegiadamente en concordia, el futuro que es de todos. 

Por eso, reconocer las fallas es una señal inequívoca de que se mantiene el contacto con la realidad. Esta semana, nuestro Presidente, AMLO, en la reunión de Acapulco con los banqueros, emite su primera disculpa pública. 

En Internet no se localizan ni en sus proclamas mañaneras, una pista de reconocimiento de errores. Petición de perdón, sí, a los indígenas por la conquista, pero esa es fácil de pronunciar, cualquiera de nosotros lo haría. Ofensas y descalificaciones, sí, por miles. Pero disculpas, es la primera.

Sucede que AMLO se anticipa, al allegarse de información privilegiada del acta de acuerdos del Banco de México, institución autónoma, sobre la decisión de incrementar las tasas de interés -y en ese estilo tan suyo de ser él, quien anuncia, denuncia y ataca-, informa públicamente algo que, por ley, es competencia únicamente del Banco Central. Por eso, en un gesto que seguramente le hicieron ver sus allegados, pide disculpas por haber hecho tal anuncio que solo compete legalmente al Banco. 

La respuesta de los banqueros, documentada en el video del evento, fue unánime: aplaudir de pie al Presidente, no solo porque con ello cumple la ley, sino porque al pedir disculpas, reconoce algo que provocó inquietud en los mercados financieros al evidenciar la intromisión del Presidente en un órgano autónomo.

Soy de los que siempre pide reconocer los aciertos que tiene el enfoque social del presidente AMLO, pero también, de los que critica sus ataques diarios a los contrapesos que toda democracia tiene: los órganos electorales, el poder Judicial, las entidades autónomas como el INE y por supuesto, quienes piensan distinto, por más minorías que sean. 

La capacidad de poder escuchar y acordar con lo distinto, muestra la magnitud y el tamaño de un líder. Podría tener las mismas políticas sociales, sin tener que lanzar de su pecho (el que “no es bodega”) y mejor construir puentes, como los que requiere para aprobar la reforma eléctrica y aquellas que todavía tiene tiempo de alcanzar.

Estamos en el cuarto año de su gobierno y con el quinto, termina en la práctica el sexenio y se disputan los partidos y políticos, lo que queda de este País dividido en dos bandos. La caída en popularidad del presidente AMLO se recuperará conforme inaugure megaobras, pero caerá en la medida en que siga cometiendo yerros y sus distractores naturales (sus adversarios, la mafia del poder, el pasado, etc.) ya no le surtan el efecto que tuvo antes. 

El País no crecerá en los 6 años a más del 2% anual ni alcanzará así, lo que tanto criticó). Requiere en mi opinión, de acuerdos con todas las fuerzas políticas y todos los sectores y todavía tiene tiempo para hacerlo.

Pero si persiste en su actitud diaria de atacar, ofender, descalificar, amenazar, frente a una realidad terca que le presenta el número de sus muertos, de la recesión económica, de la catástrofe del sector salud federal, se opacan las luces de los logros en programas sociales e incluso, de sus mega obras. 

Sigo pensando que, si AMLO cambiara el estilo de confrontación, fiel a las estrategias de comunicación popular que le permiten contactar con los más pobres, podría tener a más sectores de la población con él y recuperarnos a las “aspiracionistas” clases medias. 

Pedir disculpas podría ser una señal de que AMLO comprende que México no es el “País de un solo hombre” que concentra decisiones e información. Si reconoce los errores y deja de lado su carácter iracundo y de confrontación, las disculpas serán un destello de la magnanimidad que pueda tener un líder frente a los demás.

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