Es imposible predecir cómo terminará la guerra en Ucrania. Honestamente, espero que sea con la libertad de una Ucrania segura e independiente. Pero esto es lo que sé con certeza: Estados Unidos no debe desperdiciar esta crisis.
Este es nuestro enésimo enfrentamiento con un petrodictador cuya perversidad e insensatez solo son posibles gracias a la riqueza petrolera que extrae del suelo. Sin importar cómo termine la guerra en Ucrania, debe acabar con Estados Unidos finalizando de manera definitiva, formal, categórica e irreversible su adicción al petróleo.
Nada ha distorsionado nuestra política exterior, nuestros compromisos con los derechos humanos, nuestra seguridad nacional y, sobre todo, nuestro medioambiente más que nuestra adicción al petróleo. Que esta sea la última guerra en la que nosotros y nuestros aliados financiamos a ambos bandos. Eso es lo que hacemos.
Las naciones occidentales financian a la OTAN y ayudamos a las fuerzas armadas de Ucrania con nuestros impuestos y, dado que las exportaciones de energía de Rusia financian el 40% de su presupuesto estatal, también financiamos al Ejército de Vladimir Putin con nuestras compras de petróleo y gas provenientes de Rusia.
¿No les parece una estupidez?
Nuestra civilización no puede permitirse esto nunca más.
El cambio climático no se ha tomado un descanso para permitir que se desarrolle la guerra en Ucrania. ¿Revisaron en los últimos días el reporte meteorológico del Polo Norte y el Polo Sur?
Este mes, olas de calor extremas simultáneas se apoderaron de parte de la Antártida (por lo que las temperaturas aumentaron en ese lugar unos 20 grados Celsius más que el promedio para esta época del año) y en algunas zonas del Ártico (haciendo que, en promedio, sean unos 10 grados más cálidas).
Lo anterior no tiene errores tipográficos. Hablamos de extremos muy alarmantes.
Por todas estas razones, me ha decepcionado ver al presidente Joe Biden y al secretario de Estado Antony Blinken duplicando nuestra adicción al petróleo, en vez de triplicar la apuesta por las energías renovables y la eficiencia.
El Presidente parece estar asustado por las falsas afirmaciones republicanas de que sus políticas energéticas son responsables del aumento de los precios de la gasolina, su equipo ha ido a rogarles a algunas de las mayores petrodictaduras del mundo (Venezuela, Irán y Arabia Saudita, en particular) para que bombeen más petróleo y así reduzcan los precios de la gasolina.
La verdad es que, incluso si permitimos que las compañías petroleras estadounidenses excaven en todos los parques nacionales en busca de petróleo, el efecto a corto plazo sobre los precios de la gasolina no sería tan significativo.
Como informó CNN Business la semana pasada, en la última década, la industria petrolera estadounidense, que sigue una trayectoria de auge y caída, gastó toneladas de efectivo para financiar el crecimiento total de la producción, lo que ayudó a mantener los precios bajos, pero “lograr mantener las ganancias resultó difícil”.
Cientos de compañías petroleras quebraron durante las múltiples caídas de los precios del petróleo, lo que llevó a los inversores a exigir más moderación a los directores ejecutivos del sector energético”.
Entonces, la mayoría de los ejecutivos e inversionistas de las compañías petroleras del país “no quieren agregar demasiada oferta al grado que provoque otro exceso que haga caer los precios. Y los accionistas quieren que las empresas devuelvan los beneficios excedentes en forma de dividendos y recompras, no que los reinviertan en aumentar la producción”.
El país con la capacidad menos costosa, más holgada y flexible para influir en los precios mundiales del petróleo a corto plazo es Arabia Saudita. Pero Rusia también es un gran protagonista en este escenario.
Es por eso que, hace solo dos años, el entonces presidente Donald Trump estaba rogando a Arabia Saudita y a Rusia que redujeran de modo drástico su producción, porque en los mercados mundiales el precio del petróleo había caído a alrededor 15 dólares por barril, perjudicando gravemente a las compañías petroleras estadounidenses, cuyo costo de extracción era de entre 40 y 50 dólares por barril.
El precio se derrumbó porque Arabia Saudita y Rusia se vieron envueltos en una guerra de precios por la reducción de las cuotas de mercado en la pandemia.
Ahora Biden les ruega a los sauditas que aumenten drásticamente su producción para bajar los precios. Pero los sauditas están enojados con Biden porque él está enojado con ellos después del asesinato del periodista saudita Jamal Khashoggi y, según los informes, no están respondiendo a las llamadas del mandatario estadounidense.
Pero el denominador común entre Biden y Trump es la palabra “mendicidad”. ¿Este es el futuro que queremos? Mientras seamos adictos al petróleo, siempre le estaremos rogando a alguien, por lo general a un tipo malo, para que suba o baje el precio, porque no podemos ser los dueños de nuestro propio destino.
Esto tiene que parar. Sí, debe haber una fase de transición durante la cual seguiremos usando petróleo, gas y carbón. No podemos parar de golpe. Pero tenemos que hacer la promesa de duplicar el ritmo de esa transición, no duplicar los combustibles fósiles.
Nada amenazaría más a Putin que eso. Después de todo, fue el colapso de los precios mundiales del petróleo, entre 1988 y 1992, lo que desencadenó la sobreproducción saudita, y ayudó a llevar a la Unión Soviética a la bancarrota y a su rápido colapso.
Podemos crear los mismos efectos ahora al producir energías renovables en exceso y enfatizar con intensidad la eficiencia energética.
Hal Harvey, director ejecutivo de Energy Innovation, una consultora de energía limpia, propone que la mejor y más rápida forma de hacer esto es aumentar los estándares de energía limpia para las empresas de servicios eléctricos, es decir, exigir que todas las empresas de servicios públicos de Estados Unidos reduzcan sus emisiones de carbono cambiando a energías renovables a una tasa del 7 al 10% al año (es decir, más rápido que nunca).
¿Utópico? No. Nick Akins, el director ejecutivo de American Electric Power, que alguna vez dependió completamente del carbón, ahora se comprometió a alcanzar cero emisiones netas de carbono para 2050, utilizando sobre todo gas natural como respaldo.
Treinta y un estados ya establecieron estándares de energía limpia, en constante aumento, para sus servicios públicos. Vamos por el resto de los estados& ahora.
Al mismo tiempo, promulguemos una ley nacional que brinde a todos los consumidores la posibilidad de unirse a esta lucha. Esa sería una ley que eliminaría la burocracia regulatoria en torno a la instalación de sistemas solares en los techos y otorgaría a todos los hogares de Estados Unidos un reembolso en sus impuestos por hacerlo, como lo ha hecho Australia, un país que ahora está expandiendo sus mercados renovables per cápita más rápido que China, Europa, Japón y Estados Unidos.
Cuando los automóviles, camiones, edificios, fábricas y hogares están todos electrificados y su red funciona principalmente con energías renovables, ¡listo!, nos liberamos cada vez más de los combustibles fósiles y la riqueza de Putin se reduce cada vez más.
“Las alternativas limpias ahora son más baratas que aquellas que contaminan”, señaló Harvey. “Ahora cuesta más arruinar la Tierra que salvarla”.
También “ahora cuesta menos liberarnos de los petrodictadores que permanecer esclavizados por ellos”.
Así es. La tecnología está aquí. Ahora podemos poner a Putin sobre un barril. Es sólo una cuestión de liderazgo y voluntad nacional. ¿Qué estamos esperando?
Cómo derrotar a Putin y salvar al planeta
Este es nuestro enésimo enfrentamiento con un petrodictador cuya perversidad e insensatez solo son posibles gracias a la riqueza petrolera que extrae del suelo.