Son las religiones monoteístas las que han sembrado y administrado el sentimiento de culpa, cuya manipulación es altamente rentable y eficaz para dominar a poblaciones enteras. Esto ha sido magistralmente explotado por la jerarquía eclesiástica, que hizo de la confesión, el arrepentimiento y la penitencia, un fabuloso “Modus Vivendi.” Así pues, no hay nada más fácil de manipular que una persona a la que le han insertado, desde el nacimiento, el sentimiento de culpa, por el solo hecho de existir.

 Probablemente, la mejor exposición del sentimiento de culpa que padecen millones de personas que practican una religión, se encuentra en el libro “El Proceso”, de Franz Kafka, en el que un hombre, Josep K., despierta para descubrir que está siendo juzgado por un crimen desconocido que no le es revelado; la situación le genera una constante opresión y agobiante angustia& 

En Occidente, de acuerdo a la religión católica, se es culpable de pensamiento, palabra, obra y omisión; es decir, imposible librarse de la pavorosa culpa. Según esto, el mundo en sí es un lugar de culpa permanente& Quizás muchas personas, como Kafka, sienten este peso encima y por eso no pueden dejar de buscar consuelos intelectuales en la religión, sin darse cuenta que ésta fue la que insertó esa culpabilidad que ha de cargar desde el nacimiento hasta la muerte. 

 La culpa es esa misteriosa sustancia que no emana de ninguna realidad, sino que la hincaron en la profunda alquimia del inconsciente desde los albores de nuestra existencia. El sentimiento de culpa afecta de manera silenciosa a innumerables seres que viven atormentados y buscan el supuesto perdón: “¡Por mi culpa, por mi culpa, por mi gravísima culpa&!

Culturalmente, el sentimiento de culpa es generado por visiones predominantemente moralistas y rígidas, de religiones monoteístas que sustentan el control de las vidas mediante la culpa, el miedo y el castigo. Por ejemplo, en el catolicismo, se nace culpable por un supuesto “pecado original”: según dicen, Adán y Eva desobedecieron y tuvieron sexo, una pulsión natural e inherente a seres sexuados hormonalmente. Así, la pareja primigenia habría transmitido a toda su descendencia su pecado, hasta el fin de la humanidad. ¡Increíble ficción!

Sin duda alguna, en los últimos mil quinientos años, el sentimiento de culpa más inculcado en la cultura de Occidente es el relacionado con la sexualidad. La conciencia sexual de Occidente fue formada moral y religiosamente por San Agustín, que insertó un terrible sentimiento de culpa con relación a la irrenunciable pulsión del placer sexual. Uta Ranke, socióloga, calificó al Santo varón de neurótico y padre de un milenio y medio de culpabilidad y terror sexual.

El cristianismo es una religión de culpa permanente, se nace culpable apenas con la luz de la existencia, los nuevos seres son ya reos de culpa; y, al morir, se dice que van a ser juzgados. Por lo tanto, se afirma que escucharán una tonante sentencia emitida por juzgadores que no ignoran nada de la vida del enjuiciado, conocen hasta los secretos más íntimos de alcoba. En la portada del expediente está plasmado un sello rojo, donde se lee: “Culpable desde el nacimiento”. Dicho tribunal es contrario a los principios jurídicos universales donde existe la presunción de inocencia del acusado hasta prueba en contrario.

El mundo inconfundible de Franz Kafka dio lugar al adjetivo kafkiano, que es una manera de calificar ciertas situaciones absurdas de la existencia que oprimen la vida. Lo kafkiano es la negación de la libertad, el deseo insatisfecho por el peso del lastre de la culpa que pesa y doblega el andar de la existencia. Así, el ciudadano vivirá pendiente del veredicto de su juicio y de la tortura psicológica que ello conlleva al no poder defenderse ante una supuesta culpabilidad, siempre esperando una sentencia de un delito ignoto.

Lo anterior, provoca que innumerables personas lleven vidas atormentadas, disfuncionales, llenas de prejuicios, viven acarreando sentimientos de culpa que las tienen atadas y frustradas, no son felices con la pesada carga que les hacen llevar: una terrible tensión culposa por sus pulsiones y el fincado “deber ser moral”. Cualquiera que examine con atención “El Proceso” se dará cuenta que Kafka se está refiriendo a la culpa moral religiosa: El Pecado original, la vieja culpa de la humanidad. No hay nada más kafkiano que este increíble grillete religioso. Así las cosas, el hombre es naturalmente culpable por pertenecer a la raza humana, frente al poder de lo desconocido: la muerte.

Estimado lector, tal vez la vida no le exige tanto, solo le pide ser feliz, no se angustie por sus errores e imperfecciones, son irrenunciables debido a que solo somos humanos. Deje a un lado esos sentimientos de culpa que lo asfixian, disfrute su vida; usted no es culpable, más que de no intentar ser feliz&¡Disfrute sus vacaciones de Semana Santa y entierre esa vieja culpa de la humanidad. 

“Quien controle las pulsiones del ser humano y los sentimientos de culpa, controla al individuo”: Erich Fromm

 

 

RAA

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