En todos los niveles de gobierno, en las empresas y hasta en la vida familiar hay, por norma, una revisión de los ingresos y cuantos gastos se hayan realizado.
Concedamos que en la existencia familiar esto es sumamente relativo aunque, aún ahí la claridad tranquiliza más que las tinieblas.
Tratándose de los negocios la contabilidad resulta sustantiva aunque el numerario y los proyectos son dos pilares que no se sostienen sin la correcta administración, que forma el trípode exitoso.
En los análisis o auditorías se refleja la honradez o precisión actuante abusos, equívocos y hasta rapiñas.
Cuento, para relajar un poco el tema, que al administrador de una empresa pequeña le llamaron a cuentas y antes de presentar números claros informó que como sobrara dinero adquirió “ese reloj que ven ustedes con pedestal y vitrina de lujo”. Como tal erogación no estaba autorizada, lo cesaron. Otro manejador de fondos ilustró que él tenía dos palabras cuando no había con qué pagar a proveedores: “No hay”. Salió también a peregrinar. Se reflexionará que esas resultan unas minucias. Acertado aunque no debe olvidarse que de esas muy minúsculas piedritas está sembrado el camino del infierno financiero.
Para las auditorías, en los gobiernos, hay plazos, que deben ser precisos; si no se cumplen para auditar, digamos por caso a un alcalde@, esa omisión o tardanza acusa complicidad.
Creo, en realidad de verdad, que a Héctor López Santillana, alcalde por cinco años, le urge y conviene que su ejercicio sea revisado ya y por lo mismo se muestre su honestidad. Aunque, me van a aclarar los expertos que quienes manejan los fondos son los responsables, no el titular del Municipio. Sí, es absoluta verdad, sin embargo de una buena actuación de la financiera o el financiero, responde el jefe.
En este renglón de ideas, pienso, no sé la opinión de los lectores, ¿no sería sano, digamos para Sapal, que se muestre el resultado de la auditoría que seguramente ya se realizó al anterior ejercicio?. Si actuaron con eficiencia, escrúpulo y honestidad, que se diga; si hay acciones por aclarar, que sean ventiladas. Incluso conviene que el pueblo, que somos todos, sepan los fondos de reserva que existen en los bancos. Es absurdo que ese dinero sea ocultado y hasta manejado con misterio, como si al saber el monto, la pobrería les fuera a pedir prestado.
¿Cuánto existe en caja? Y concomitantemente el plan para su aplicación que, indudablemente, ha de aprobar el Consejo.
En lo federal, también se cuecen habas, como se dice corrientemente ya que la Auditoría Superior de la Federación (ASF) tolera tardanzas hasta para auditar, digamos por caso, a la Cámara de Diputados. Lo pertinente es que haya plazos perentorios. Y “te audito, porque te audito”. Punto, no hay, como se dice corrientemente, vuelta de hoja.
Se recordará que el año pasado la propia Auditoría Superior de la Federación tuvo terrible descalabro al presentar datos erráticos o mal manejados respecto a la liquidación a inversores para la obra del aeropuerto fallido en el Lago de Texcoco. Luego se corrigieron las cifras, pero por un tirón de orejas presidencial, que por poquito le cuesta el cargo a David Colmenares.
Si, digamos finalmente, la colegisladora o Cámara de Diputados aprueba el presupuesto de egresos federal y, al tiempo, recibe los resultados del ejercicio, es absurdo que no se penalice a quienes, organismos, instituciones, manejaron esos dineros sin escrúpulos.
Las auditorías, por lo tanto, deben cumplirse en tiempo y forma; de lo contrario hay una censurable complicidad hacia los inescrupulosos manejos de los recursos.
RAA