Este domingo la ciudadanía mandó varios recados: apoyó al Instituto Nacional Electoral (INE), respaldó al presidente para que termine su mandato y confirmó que se mantiene abierta la brecha entre un sector moderado de la población con el líder de la 4T y con Morena.

Fracasaron los intentos del presidente y de Morena por destruir la credibilidad del INE. Pese a la insistencia de la condena, la ciudadanía ratificó el apoyo. Eso confirman los 16.5 millones que confiaron en urnas instaladas por el INE, en la disposición de 168,918 ciudadanos de fungir como funcionarios de casilla y en la contundencia de una encuesta nacional telefónica publicada por Reforma el 7 de abril. El presidente y el INE son los actores mejor valorados con 66 y 64 puntos respectivamente; los partidos se quedan con un humillante 28%.

Ante ese mensaje, ¿conviene al presidente y a Morena continuar descalificando al árbitro electoral? Se están exhibiendo como actores caprichudos y pendencieros porque no pueden rechazar los resultados que aplauden (aunque los manchen con las constantes violaciones a leyes aprobadas por ellos mismos en otros momentos) y por el empeño con el cual imitaron prácticas del priismo clientelar (Mario Delgado, líder de Morena, demostró sus dotes de lingüista al aclarar que los acarreos de votantes eran, de hecho, “aventones”).

Desde otro ángulo, es bastante difícil comparar los 30 millones de votos otorgados a AMLO en 2018 con los 15 millones de 2022. El ejercicio es complicado porque no sabemos cuántos más hubieran participado de haberse instalado el 100 por ciento de las casillas como el INE deseaba y cuál fue el peso, en los niveles de participación, de la elección de Estado armada por los gobiernos de Morena.

Me parece más consistente la evidencia de que en elecciones o consultas nacionales el voto moderado se ha ido alejando del presidente y su partido (los comicios locales tienen ingredientes y tiempos de cocción diferentes). La pregunta de fondo es cuán profunda y duradera es la brecha entre el presidente y el voto mesurado. En su libro, El cambio electoral (FCE, 2019), Alejandro Moreno detecta y explica una interesante oscilación en la retórica de López Obrador. En tiempos de urnas se atempera porque se convierte en pepenador del voto mesurado; pasados los comicios, endurece el discurso pensando en su base dura.

Desde los inicios de 2019 el presidente ha descalificado a las clases medias asociadas con el voto moderado focalizando la crítica en periodistas, académicos y activistas. ¿Modificará su lenguaje a medida que se acerquen los comicios de 2024?, ¿mantendrá la radicalización hasta su último día en Palacio?, ¿escuchará a los porristas que, como el senador Félix Salgado Macedonio, organizan el coro que propone su reelección?

De la manera en cómo se resuelvan estos enigmas dependerá el posicionamiento de los tres precandidatos de Morena a la presidencia que, por el momento, están siendo los más afectados. Si uno revisa las declaraciones de los líderes opositores, ya otearon, en la consulta dominical, los indicios de un debilitamiento presidencial que los empuja a seguir unidos en la complicada búsqueda de una candidatura competitiva para el 2024.

De fortalecerse la opción opositora crecerá la intensidad de la competencia y el (o la) aspirante de Morena tendrá que hacer esfuerzos muy serios por recuperar el voto moderado. Los millones de votos duros de López Obrador podrían ser insuficientes ante candidaturas opositoras sólidas; en el 2018, los aspirantes del PAN y el PRI obtuvieron 12.5 y 9.3 millones respectivamente. Pero en Morena, la mesura está supeditada a la voluntad y los humores de un presidente del cual dependen -por ahora al menos- las posibilidades de los tres precandidatos de ver su nombre en la boleta que usaremos para elegir a la persona que gobernará entre 2024 y 2030.

Así pues, la ciudadanía, con su asistencia a las urnas o su alejamiento, mandó tres recados bastante claros: quiere al INE actual, desea que López Obrador termine su mandato y mantiene la distancia del voto moderado con el presidente y su partido. Sobre esos rieles se desplazará la vida política mexicana del próximo bienio. Será todo menos aburrida. 

 

@sergioaguayo

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