Los resultados de la Consulta de Revocación dan amplio margen interpretativo. Pocos opositores participaron, ya sea para no validar un proceso torcido, por temor a la crisis que desataría revocarlo, para que AMLO pague las consecuencias de su propia ineptitud, o por desidia. Hoy conocemos, sin embargo, el límite de la capacidad de Morena para comprar y acarrear votantes. Se confirma por enésima vez que su base dura son 15 millones de electores.
¿Es mucho o poco? Depende de qué y quién esté en la boleta en 2024. Esa base es más de AMLO que de Morena. Su popularidad no es transitiva. Quizá esa base no votaría por la oposición, pero necesitará incentivos para presentarse. Gobernadores, gabinete, y militares (una vergüenza incluirlos) tendrán menos alicientes para apoyar al candidato del Presidente, o al menos no tendrán más. Como ocurrió en 2018, los gobernadores se alinean con el candidato que les conviene. En aquella, gobernadores priistas apoyaron a AMLO porque su victoria era inminente. En 2024 podría ser al revés.
Quince millones de votos bastan en una elección presidencial poco concurrida y con oposición dividida. Si la participación en 2024 fuese 63.4%, como en 2018, 15.1 millones serían 25.5% del voto total. Éste crecería con el candidato adecuado. Pero a una oposición unida le basta y sobra para ganar. AMLO lo sabe. La flagrante violación del domingo a toda ley electoral se debe a que el objetivo era medir su capacidad de acarreo en cada entidad.
No estoy de acuerdo con quienes ven lo alcanzado como “piso”. La consulta ocurre cuando la popularidad del Presidente sigue siendo alta. Le pasarán factura estanflación, desempleo, falta de medicamentos, inseguridad desbordada y, sobre todo, los fuertes escándalos de corrupción que se avecinan. Clamar una gran victoria, sin contrincante, me recuerda la frase de Bruce Lee en “Operación Dragón” cuando su rival parte en dos una tabla antes del combate: “la madera no regresa los golpes”.
Viene un embate brutal contra el INE. López Obrador querría un árbitro más dócil. A pesar de que vienen 4 nombramientos de consejeros electorales, la oposición tiene el músculo para evitar extremos y absurdos. Si la oposición se une y hay un árbitro imparcial, condiciones no axiomáticas, AMLO no podrá heredarle la Presidencia a Claudia Sheinbaum.
Él confía en que ella le cuidaría la espalda y continuaría su “transformación”, por llamarle así al bodrio de proyecto del tabasqueño. Pero es cada vez más obvio que ella tiene el carisma de una coliflor y la simpatía de una cebolla. AMLO decide a partir de encuestas que consulta diariamente. Pronto confirmará que su candidata no ganaría una elección limpia. Conforme se deteriore la situación, y se deteriorará, se vuelve necesario un cambio de caballo. No tiene tiempo para que otro crezca, como su paisano Adán Augusto López. De entre su caballada, sólo Marcelo Ebrard podría dar la pelea.
Quedan claras las prioridades para gobierno y oposición. AMLO tratará de devastar al INE, hará lo posible por dividir a la oposición, y tratará de que en 2024 haya poca participación, quizá argumentando que las 56 mil casillas del domingo bastan, pues así abarata la elección.
Para la oposición las tareas son elementales. Debemos presionar a los partidos de oposición para que se unan, incluyendo a Movimiento Ciudadano. Dejémosles claro que castigaremos severamente al que vaya solo. Necesitamos encontrar un método transparente para elegir candidato común. Hagamos todo lo que esté a nuestro alcance, sin límite alguno, para defender al INE que, de hecho, es más popular y respetado que AMLO.
Fortalezcamos a la sociedad civil. Investigaciones como las de la Casa Gris provinieron de ésta y, por lo mismo, el gobierno intenta arrasarlas. No podemos permitirlo. Debemos donarles y difundir su trabajo. Lo mismo con los medios de información independientes. Los necesitamos para combatir las narrativas tramposas y la manipulación flagrante de los Ramírez y Epigmenios.
Hoy es evidente que vencer a Morena es, más que posible, probable.