Ahora sí, que como dice la canción: no sé tú, pero yo…ya estoy harta de mirar mi ciudad extremadamente sucia. Como gran basurero se desborda, maloliente.

Hace unos días, miré a un carricoche, cuando después de volcarse -por exceso de velocidad y de mercancía- con cajas de huevo, los personajitos se levantaron, se acomodaron monitos y, sin más, dejaron todo su chiquero, en la espera de #vayaustéasaber qué poder divino, fuera a limpiar y recoger ¿es responsabilidad del municipio? ¿es obligación de quienes barren las calles?  es compromiso de quién tira ¿recoger?

Hace varias docenas de semanas santas, una persona le dijo a mi mami, que Celaya era una ciudad muy sucia, la ofendida que se dio doña Velia fue mayúscula y, saltó: qué bárbara, cómo se nota que es pesimista y fea -tenía razón en lo segundo- Celaya tiene muchas cosas hermosas y, ese, es un detalle.

Conociendo el carácter de mami, no osé responder, más mis faros observaban, las calles sin barrer, el jardín sucio; las personas tirando desde sus vehículos las cascaras de lo que comían, los baldíos repletos de desechos; calles, avenidas, bulevares daba igual. Los basureros negros, rebosantes de infecciones voladoras; las suelas de mis zapatos, al final de la jornada negras, como la conciencia de esa moreliana.

Sé que varias personas, en la historia de mi amado pueblo, hemos compartido opinión y acción, por eso Carlos Aranda+ (Alcalde 1992-1994) animo a la ciudadanía, a poner botes a fuera de sus negocios y a barrer -so pena de multa- las calles; poco duro el gusto y sí mucho el disgusto; otros más,  se han distinguido por cuidar, preservar y hermosear así como Gobiernos, Instituciones, Movimientos y más ciudadanos que  han promovido,  con diferentes acciones la manutención  limpia de nuestras calles, colonias y zonas  recreativas e industriales -estas, últimamente tremendamente deterioradas, atascadas de mugre y vehículos que disque se estacionan poniendo desorden, forjando espacios “guarida” de fulanos, bajo el cobijo de empresarios y autoridades,  para denostar a las chicas y robar a los transeúntes- más la ciudad, con el paso del tiempo, entre grafitis y basura,  pasa a la historia, no sé si como la ciudad más violenta,  más  puede ganar el título de la más sucia; ¿estamos acostumbrados? ¿asumimos el riesgo de vivir entre la mugre? ¿reconocemos el costo que implica limpiar la ciudad a costa de quien ensucia? La brusca resistencia, habla de violencia de ese ataque sistemático, hacia nosotros como ciudadanos y hacia todo lo que nos rodea, lo que hunde a la población en la desesperanza.

La responsabilidad de vivir en orden, limpieza y paz, es obligación del dueño de la casa y de quienes pasean por ella; un ecologista me dijo: cada vez que tires un papel,  recuérdate que habla esa amargura que no logras sacar de tu alma; tu ponzoña,  se mira en el frente fétido de tu casa; cada papel,  que dejas olvidado, ese pañal que abandonaste es tu firma, que grita a pleno pulmón tu nombre. Más nadie, creo ninguno, quiere llamarse ¡basura, deshecho, suciedad, cochino, piojoso, mugriento, roña, bazofia¡ entonces, sean nuestras acciones de limpieza, una experiencia de bienestar y orgullo, de crecimiento personal, recordar que: donde hay orden y limpieza,  hay carácter.

Nuestras acciones y decisiones tienen nombre, llevan consecuencia, usted, solo usted decide, su nombre y apellido.

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