El sentir de muchas madres es semejante cuando sus hijas salen de noche y no avisan que han llegado a su destino, o que llegarán más tarde, o que por algún motivo no contestan el celular. La angustia se apodera de las mamás. Las chicas llegan a su fiesta y se les olvida avisar, se les acaba la pila del teléfono hablando para afinar los planes, se les pasa el tiempo volando sin darse cuenta de la inquietud que provocan. Y me pregunto: ¿por qué se siente ansiedad? 

La desaparición de Debanhi es una de las razones que nos recuerdan el por qué sentirse intranquila cuando las hijas salen. Al ver la foto de esta chica sola, en medio de la nada y en la penumbra de la noche, uno se pregunta quiénes serán los padres que están sufriendo su ausencia. Podría ser tu hija, tu hermana, tu sobrina, tu amiga. A cualquier joven le puede pasar. 

El Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas indica que entre el 1 de enero y el 14 de abril se han reportado 748 mujeres desaparecidas. Detrás de las desapariciones se ocultan la violencia sexual y el feminicidio, se ocultan el reclutamiento y posibles agresiones derivadas de celos, de la pérdida de control sobre una chica que manifiesta su autonomía, y de muchas razones más. Víctimas como autoridades han reportado desapariciones esclareciendo que el objetivo era la trata y explotación sexual. Las desapariciones de niñas y mujeres tienen componentes distintos al de hombres, ya que en su mayoría hay un abuso sexual. 

Los feminicidios se han incrementado al doble en el país y a las autoridades parece no alarmarles. La población en general no quiere escuchar noticias malas y prefieren no enterarse del peligro al que están expuestas las chicas. La indiferencia e insensibilidad permean en la sociedad, y las críticas también. “Eso les sucede a las chicas mal portadas”, he escuchado decir. La solución no es encerrar a las jóvenes coartando su libertad. Podemos reforzar la prevención desde casa estableciendo vínculos de confianza, platicar la problemática de desapariciones con ellas, recogerlas, aunque cueste la desvelada, que tengan claro no separarse de las amigas y mantenerse juntas en todo momento. ¿Cuántas más jóvenes tienen que desaparecer para darnos cuenta que hay muchas cosas que se están haciendo mal? ¿Cuántas más para darnos cuenta que falta compromiso de las autoridades y de la sociedad misma que se disculpa culpabilizando a las propias víctimas? Son muchos los retos. Ya basta de aceptar la masculinidad que genera violencia, la que cosifica a las mujeres, la que es controladora y no respeta derechos humanos. Ya basta de funcionarios ineptos. Basta de tener miedo, basta de vivir con angustia e intranquilidad por nuestras jóvenes. 

Solo escuchamos cifras alarmantes sobre desapariciones, pero es preciso generar información cualitativa: factores relevantes de los hechos. Además de contar con indicadores de resultados y evaluaciones de las acciones que se implementen. 

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