Entre tantas cuestiones que nos dividen a los mexicanos, está la estrategia para los castigos a quien no cumple las reglas. 

Desde la casa, pasando por la escuela y terminando en la vida social, la humanidad no se ha terminado de poner de acuerdo en cómo castigar el delito. En prevenirlo, hay más consenso. Aquí hay una componente cultural, pues tenemos sociedades que han tolerado hasta el extremo todos los actos humanos, y por el otro, aquellas que castigan las violaciones a las leyes con rudeza. 

El punto de partida son las leyes, pues reflejan el andamiaje de acuerdos en los Congresos (me refiero a las sociedades más “civilizadas” donde se pueden lograr acuerdos) pues en los regímenes totalitarios simplemente se imponen los “chicharrones” del líder (como en México con nuestro presidente AMLO que opina que no haya balazos sino abrazos).

Bien, en los asuntos de penalización de la marihuana, de aplicar la ley para los narcos, de poner sanciones en los sistemas educativos y de aplicar castigos a los borrachos, tenemos dos posiciones. Por un lado, quienes opinan que es la libertad la que debe llevarnos a conductas socialmente aceptables y por otro, quienes consideran que es el establecimiento de límites el fundamento de la convivencia social. Bien, los líderes (en nuestro caso, los electos democráticamente) son quienes promueven leyes y reglamentos para que los legisladores diseñen lineamientos desde los Congresos. Y allí es donde tampoco nos ponemos de acuerdo. Nuestro amado País ha vivido una enorme tolerancia y permisividad, hacia quienes no cumplen las leyes y esta inercia histórica la tenemos desde la época prehispánica.

Simplemente a los mexicanos no se nos da el cumplir la ley.

Otra cultura (Singapur es un ejemplo) simplemente aplica castigos ejemplares (como la pena de muerte) y esto cunde en la sociedad para inhibir el delito y se refleja en prosperidad. Cuando no se cumple la ley, el resultado es la impunidad y se multiplica el delito. 

Pues bien, sondeos de opinión en México reflejan que la sociedad está dividida, por ejemplo, con respecto a la aplicación de la pena de muerte, pero se incrementa el número de ciudadanos que la ven necesaria. De la misma manera, la aplicación de castigos severos a violadores, ladrones, narcotraficantes, etc.  tiene en la sociedad mayor respaldo. Específicamente, en León y en las ciudades del corredor industrial con mayor escolaridad, la aceptación a mayores penas a los delincuentes, ha crecido de franjas de 35-35 a las de 55-65, aunque la aceptación a la pena de muerte es todavía menor.

Esto refleja que la opinión pública exige a la autoridad mano fuerte para aplicar la ley a quienes la violan. Los porcentajes de población que consideran que el origen de la delincuencia es la falta de oportunidades y de educación, son altos, Pero en un caso específico, el del aumento de las penas a los borrachitos ebrios, apenas se inicia el debate y aunque una fracción mayoritaria acepta penas más fuertes por manejar borracho (franjas a marzo en León entre el 55 y 65%), todavía no es más aceptado, pues en nuestra cultura, el tomar es algo socialmente aceptado (“una copita cualquiera se la toma”. Por eso, veo atinado que la Presidenta Municipal haya enviado al Congreso del Estado de Guanajuato la iniciativa del Ayuntamiento de León, para castigar hasta con dos años de prisión a los conductores que manejen borrachos y eliminar el encierro administrativo de hasta 36 horas (el famoso Cepolito leonés)

Nuestro Ayuntamiento propuso reformar el Código Penal y adicionar el artículo 168 para castigar de seis meses a un año de prisión a quien conduzca un vehículo de motor “con un nivel de alcohol en la sangre superior a 0.8 gramos por litro o de alcohol en aire espirado superior a 0.4 miligramos por litro, así como bajo el influjo de narcóticos, estupefacientes, psicotrópicos o cualquier otra sustancia que produzca efectos similares” y además, que la pena aumente de uno a dos años de prisión cuando el delito se cometa por el chofer de transporte escolar, de servicio público o remunerado de transporte de personas o cosas. A los conductores borrachos les será suspendida la licencia. Lo que pasa es que dos terceras partes de los peatones atropellados y la mitad de las muertes en accidentes de tránsito son provocadas por conductores borrachos, y esto evitaría la pérdida de muchas vidas.

Fui educador de muchos jóvenes y soy partidario de que solo el cumplimiento de normas y establecimiento de límites es indispensable en su formación. Ya para dar un apoyo solidario, ya para conseguir una beca. Lo mismo en la casa que en la escuela o en las calles, solo el cumplimiento de normas y la aplicación de castigos ejemplares, puede con el paso de varias generaciones, crear una cultura ciudadana de convivencia y respeto a la vida (por más que nos guste la cerveza).

 

 

 

MTOP

 

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *