LOS EXTREMOS SE TOCAN, era una máxima de los años duros, cuando hacer política implicaba un riesgo personal, y un compromiso de ideas y acciones para cambiar la dictadura perfecta que gobernaba el país. Los opuestos no se gritaban desde la comodidad de una curul, se luchaba con ideas, con principios para ganar la conciencia de los trabajadores del campo y de la ciudad, y se luchaba desde los espacios informales para abrir la participación democrática. Memoria de esa etapa, fue la lucha de Rosario Ibarra de Piedra por encontrar con vida a Jesús Piedra Ibarra, desaparecido por el Estado; hace unos días ella falleció, y tal parece que se cerró la página del pasado del que muchos nos sentimos orgullosos.

La lucha por la democracia en nuestro país dejó un obituario de muchas páginas, y su conquista no fue obra de un solo hombre, ni de una idea mágica, se logró gracias a cientos de miles de mexicanos generosos, demócratas, humanistas, sensibles, respetuosos de los derechos humanos, precisamente porque fuimos agraviados, lastimados, negados a la dignidad por el solo hecho de ser humanos sin cuentas bancarias, por no tener un pedazo de tierra, o un techo.

La democracia, la posibilidad de ser poder y gobernar mediante las elecciones, no fue un regalo, ni una concesión, hubo años de insomnio y duelo, de rabia y rencor, de sueños y esperanzas, de lucha y perseverancia, y no luchamos para parecernos a quienes nos perseguían, a quienes nos discriminaban, a quienes nos desaparecían, para eso no luchamos. Para eso no queríamos el poder, para eso no queríamos gobernar. Queríamos un país que respirara libertad, en el que todos pudiéramos sembrar equidad y justicia, en el que hubiese trabajo, salud, educación para todos. Realmente, queríamos un país en el que despertáramos felices.

Quienes asumimos el compromiso de construir un país de libertades, aprendimos que el humanismo siempre debería ser el eje de la lucha por la democracia, y que eso debería diferenciarnos de aquellos que la ambición personal, y el egoísmo era su regla de vida. No luchábamos por el poder y el gobierno para ser iguales, sino para ser diferentes.

Los años de persecución del gobierno, a quienes intentábamos ser diferentes, parecían cosas del pasado, pero no, hay grupos enfermos de poder y soberbia que no han entendido, que la derecha y la izquierda cuando se van a los extremos se tocan.

No me asombra que la elite política pelee por el poder y los negocios que llevan en el portafolio; me asombra que los votantes riñan por cargar el portafolio, y sean capaces de lastimarse en esa eterna lucha sin sentido. La Reforma Eléctrica propuesta por el ciudadano Presidente Andrés Manuel López Obrador, fue sin lugar a dudas otro ejercicio democrático. Podemos perdernos en las filias y fobias, en las historias y antecedentes penales de cada uno de los legisladores, pero enfoquemos el tema.

Se votó una propuesta para reformar la Constitución política, en específico los artículos  25, 27 y 28, hubo una votación democrática con apego a las reglas legislativas, y no prosperó la reforma energética. ¿Quién perdió, quién ganó? Eso será motivo de un análisis basado en el espíritu de la Constitución, y será en su oportunidad. Pero, lo que debemos resaltar es que hubo respeto al resultado. Eso se llama democracia.

Si perdemos la esencia de ese acto para darle paso a las emociones y a los intereses que aún no son suficientemente explicados, las rutas democráticas las reduciremos para dar paso a las voces retrógradas que aplauden cada evento que favorece sus intereses. La vida y destino de nuestro país debe ser calificada por votos, no por la violencia política en los espacios legislativos, ni en las calles. Ese camino lo ha escogido el pueblo de México, seamos congruentes y respetémoslo.

El poder y su sombra no debe ser cobijo para actos de violencia cuando la capacidad de convencimiento, persuasión social y política no fue suficiente para construir una política pública.

Rechazar la persecución física y violenta a los actores políticos es fundamental, no es el camino para la democracia, no es el camino para elevar el debate y la discusión. Victimizar desde el poder a quienes están en el margen de las preferencias electorales, es hasta un error de estrategia política. La lucha por conseguir espacios para la democracia ha sido larga, hoy no cometamos el error de tirarla al bote de la basura. Busquemos el imperio de la Ley con justicia, nuestra sociedad está harta omisiones y complicidades, dejemos atrás aquella frase, “para mis amigos todo, para mis enemigos la Ley”.

Necesitamos un país en donde la Ley se aplique de manera impersonal, es decir a todos por igual, en donde las personas que están a cargo de aplicar y hacer cumplir las leyes también estén sujetas a las mismas reglas. Debemos pasar de la descalificación política que solo genera hostilidad y votos, al cumplimiento del estado de Derecho, para la izquierda y la derecha. Porque hasta ahora, eludir la responsabilidad del pasado es solo un brinco de un extremo a otro, y eso se reduce a la frase lapidaria de los que han llegado al poder, “estás conmigo o estás contra mí”, como una forma de perdón, sumisión, y olvido.

Revolcadero.

En la desaparición y asesinato de Debanhi Escobar, el secretario de Seguridad de Nuevo León, Aldo Fasci, admitió que en las labores de búsqueda hubo una “falla humana masiva” por parte de las autoridades involucradas. Eso no es verdad, hay una falla humana masiva en todo el país: la Comisión Nacional de Búsqueda informó que en México hay un total de 20 mil 148 mujeres y niñas desaparecidas o no localizadas, la mayoría de entre 15 y 19 años. La mitad de los casos corresponden al estado de Nuevo León, y durante el actual mandato presidencial se han contabilizado 7 mil 901 desapariciones de mujeres y niñas.

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