Como si Bartlett, el asesor estrella de nuestro presidente AMLO, la hubiera diseñado, la iniciativa del presidente AMLO para reformas la Constitución en materia electoral, sería la muerte del INE. Sí, tal como lo conocemos, un órgano autónomo que ha garantizado como ante los hizo el INE, la independencia del poder de los políticos. Por décadas el IFE y ahora el INE, garantiza la equidad de las elecciones. Nuestro Presidente tiene el gen priista en sus venas; muchos de sus allegados, como Bartlett, diseñaron y sostuvieron al sistema priista que por 71 años dominó la vida nacional. La reforma que plantea AMLO y que Morena buscará aprobar en el Congreso, nos daría años de control total de este partido de la vida nacional.

Paso a explicar. El “Ogro filantrópico” descrito por Paz, fue un sistema perfectamente construido hasta que la corrupción del poder terminó por matar al PRI. El corporativismo, la entrega de programas sociales para comprar votos, la unidad con el ejército, el binomio gobierno-partido, fueron el motor para un sistema político que se perpetuó. Solo en los años ochenta fue posible la apertura democrática al permitirse precisamente gracias a las presiones de la izquierda-, el juego político a la oposición y que ya a final de los noventa la reforma política concretara un órgano electoral independiente.

La reforma electoral del presidente AMLO tiene aspectos positivos como el impostergable “voto electrónico” que abarataría las elecciones, la reducción de regidores en los ayuntamientos, así como la reducción en número del Congreso reduciendo los 500 diputados actuales; incluso la desaparición de los OPLE, organismos electorales locales, como el Instituto Estatal Electoral del Estado de Guanajuato. Pero tiene también, numerosos yerros que nos costarían al futuro. Me refiero a lo que considero son los dos más graves: el primero es el sistema de elección de Consejeros Electorales -que permitiría que por popularidad personajes nefastos como Cuauhtémoc Blanco-, fueran los encargados de las elecciones. El segundo, es el cambio en el sistema de representación proporcional.

Aquí el problema es que, con cosas buenas y malas, el Presidente, fiel a su estilo, buscará el “todo o nada” e impregnado de su soberbia, buscará nuevamente conseguir la mayoría legislativa calificada para desaparecer al INE y poder hacer más controlable para él, el juego electoral. La eliminación del INE Instituto Nacional Electoral tendría un costo enorme que permitiría que Morena controlara al órgano electoral y se politizara a una institución que nació siendo neutral. Desde el IFE, el órgano electoral está formado por funcionarios “de carrera” que son contratados por el Instituto y por Consejeros Electorales que pasan por filtros técnicos para asegurar expertos en derecho electoral y que comprueben independencia de los partidos políticos. Esto ha asegurado que las elecciones en México en los últimos 25 años, sean transparentes, equitativas y justas. Por más que el Presidente AMLO haya atacado al IFE y ahora al INE, no ha podido demostrar que haya habido fraudes electorales. Él mismo, su Presidencia, son resultados de un proceso electoral limpio realizado por el INE.

El segundo factor crítico, sería el cambiar el sistema de representación proporcional (excluyo aquí otro factor grave como eliminar las prerrogativas electorales que llevarían a partidos políticos a salir a conseguir recursos que podrían ensuciarse con recursos provenientes del narcotráfico). Si se aceptara el sistema de “listas” para diputados y los ciudadanos votaríamos por partidos y no por candidatos, lo que eliminaría la rendición de cuentas. Es decir, no se eliminarían los “plurinominales”, reclamo añejo, sino que todos los diputados se harían plurinominales, una aberración terrible que al eliminar la representación de los partidos “chiquitos”, permitiría que el partido mayoritario (hoy Morena), fuera sobrerrepresentado y controlara el Congreso.

Por eso, en la reforma electoral, nuestro País se juega mucho de su futuro. Si permitimos que el Poder Ejecutivo controle al órgano electoral, -como Bartlett lo hizo en 1988 para hacer “caer el sistema” y evitar el triunfo de Cuauhtémoc Cárdenas con el Frente Democrático Nacional-, perderemos a un gran activo que, desde hace 25 años, ha sido el órgano electoral independiente. No se puede jugar un partido equitativo, cuando el árbitro no es independiente. Ojalá que en el Congreso acuerden, negocien, y que se evite la desaparición del INE.

* Consejero local del INE

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