Me topé con un escrito que narra el sentir de 33 exnarcos, en el cual se puede entender por qué la violencia y las masculinidades negativas son factores determinantes en el fracaso de la guerra contra la droga en México. El discurso del narco resalta un aspecto clave de la violencia: es aprendida. Los hombres no nacen violentos, se hacen. El discurso del narco también produce la idea de que “un hombre de verdad” tiene que ser agresivo, violento y mujeriego. A diferencia de las mujeres, el hombre de verdad no puede mostrar sus miedos, sus emociones y debilidades, y la mejor manera de hacerlo es demostrar fuerza y dominio en todos los territorios: en la pandilla, en las peleas con pandillas rivales, y en sus casas con sus familias. La violencia doméstica y de género son las primeras experiencias de vida de estos participantes. Todos coinciden en que su mayor frustración era ver cómo sus padres golpeaban y abusaban de sus madres constantemente. Este tema es una constante en las narrativas, no solo cuando se abordó su niñez, sino también cuando se tocaron temas de drogadicción, violencia y su incursión en el crimen.
Para algunos, la fantasía de matar y hacer sufrir a sus padres era su mayor motivación para trabajar en el narco. La pobreza y las masculinidades dañinas caracterizadas por la dominación, la devaluación de la mujer, la homofobia y la violencia sin sentido constituyen una parte esencial de su entorno. Las experiencias de vida diaria de aquellos que viven en pobreza, crean el ambiente propicio para todo tipo de violencia (doméstica, de género, de grupos). Todo esto con la complicidad de un tipo de violencia invisible y pocas veces reconocida en las estructuras del Estado. Las masculinidades dominantes en nuestro País no solo justifican, sino que incentivan la violencia.
La clave para atacar esta violencia es entenderla: ¿De dónde viene? ¿Cómo se ha combatido? ¿Cuáles son las razones para que una persona elija una vida así? ¿Realmente es una elección? La entrevista a 33 excriminales mexicanos fue la base para la conclusión de la doctora en Ciencias Políticas, Karina García Reyes, autora de la premiada tesis doctoral que dio origen al libro “Morir es un alivio”. Su respuesta es clara: “el crimen organizado se alimenta, en su mayoría, de personas sin oportunidades para mejorar su condición de vida, víctimas de un maltrato sistémico y de expectativas inalcanzables.”
Las condiciones de vida marcan la infancia. Ningún infante debe experimentar violencia física o psicológica; por desgracia, además de las masculinidades dañinas y debido al desconocimiento de la práctica de una crianza positiva, tanto padres como madres aplican castigos psicológicos y físicos originando una disciplina violenta que provoca graves consecuencias en el desarrollo de las criaturas.
Gobierno y sociedad debemos trabajar en la prevención de la violencia construyendo entornos seguros desde la familia.