Vicente Fox es un personaje que ha peregrinado por la política con una cosecha de éxitos personales y fracasos sociales.

En los primeros se ha de contar que alcanzó la gubernatura del estado de Guanajuato y con una campaña apresurada y audaz, se hizo elegir Presidente de la República.

En esos  desempeños, a pesar de los libros que le han escrito para exaltar su labor, no representan un juicio y menos profundamente valorativo e histórico. Queda, pues, pendiente la evaluación de un desempeño en el cual se vean luces y sombras, tinos y desatinos, engaños y frustraciones.

Pero Fox sigue vigente, aunque se mueva con bandazos estratégicos es una voz que se levanta para, si se quiere en los terrenos del absurdo, hacer planteamientos a voz en cuello.

Lo último que proclamó fue la legalización  de todas las drogas.

Tendríamos que preguntarnos lo que gana con ello. ¿Adeptos, seguidores, personas solidarias, comerciantes de esos productos, negociantes de los vicios más destructores de la humanidad, que lo secunden y apoyen y para qué?

Todo es una nebulosa, algo incierto incluso porque su demanda carece de bases sociales, económicas y científicas.

En su planteamiento no expone siquiera mínimamente cimientos que desde su visión pudieran darnos una sociedad mejor con el consumo libérrimo de todas las drogas.

Fox, desde su simpleza exclamatoria, arroja al torrente de las confusiones una frase completamente inhumana: “el que quiera consumirlas, que se joda”. O sea que a pesar de sus limitadas ideas y escasas valoraciones, entiende que las drogas, todas al libre albedrío, dañan, tarde o temprano, a los seres humanos. Aunque algunas, es claro y lo entendemos, docificadas por quien las receta y valora, resultan sumamente útiles.

La prevención comienza por el no consumo, sigue por el exhorto al adict@ para que se atienda y llega hasta la rehabilitación físca, psicológica y psiquiátrica.

Todo ese proceso no es un desgaste solamente  económico, para las familias y el Estado; es, al mismo tiempo, una disminución de los valores humanos. Quien comienza fumándose un carrujo de hierba mala, al rato es un adict@ y candidato a centro de recuperación, que no le cuesta a él sino a su familia y a la sociedad.

¿Se “jodió” esa persona ella, y solamente ella? Claro que no, ya que afecta a su entorno y a la comunidad en pleno. Se puede decir en los vulgares términos del ex gobernador y ex presidente, que “jodió” a la sociedad en donde vive.

Fox actúa con suma irresponsabilidad personal, social e incluso con un desparpajo que traiciona sus antecedentes políticos. Si él no hubiera desempeñado los cargos que ostentó, sería una persona como cualquier otra, con la autoridad de ser humano,  ciudadano; pero en tratándose de su historial, debiera rendirle tributo a la razón y la prudencia, las que parece no conocer ni por encimita.

La liberalidad que Fox proclama hacia todas las drogas se va a los confines de la historia en donde los vicios de diversa índole han sido combatidos, o si se quiere decir regulados, en algunos casos de forma drástica, equivocada, que hizo más mal que bien, pero lo cierto es que las sociedades no deben alentar, si quiere conservar un orden social, jurídico, estructural, la liberalización absoluta de las drogas. Don Vicente: ¿ya no se va a requerir, en su visión y demanda, una receta para comprar y consumir Prozac?

Fox, a cualquiera de sus serviciales, puede encargarle la información de lo que se recauda vía impuestos para atender a los cancerosos por el exceso en fumar.

Antes de su atrevida proclama, el sancristobaleño, quien un día lanzó el grito absurdo de que no tenía para comer, hubiera pedido una asesoría de los expertos en Doble A, para que lo ilustraran respecto a los daños que provoca el alcoholismo, que no nada más jode al que lo practica, sino al entorno social y principalmente familiar.

Fox se siente líder; pero ¿de quién y para qué? No es la voz que clama en el desierto, sino el gritón que perdió la oportunidad de ser servicial social y políticamente.

       

      

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