Me sorprende que López Obrador se manifieste por la “fraternidad universal” y use términos como “hermanarnos” para solicitar que todos los países de nuestro continente asistan a la Cumbre de las Américas que organiza el gobierno del presidente Biden de los Estados Unidos. Mi asombro no es por la presión que está ejerciendo para que países antidemocráticos como lo son Cuba, Nicaragua y Venezuela reciban invitación y sean incluidos, sino a la utilización de esos vocablos extintos en su vocabulario cuando de mexicanas y mexicanos se trata. No cabe duda que el presidente AMLO es farol de la calle y oscuridad en su propio país. A nosotros, el pueblo, entiéndase con esta palabra al conjunto de personas que vive en una población, región o país determinados, en este caso al pueblo mexicano, López Obrador nos ha enfrentado una y otra vez. El Presidente se especializa en la confrontación social y tiene expresiones acuñadas para su propósito con las cuales discrimina, denuesta e insulta. 

“Ya vivimos en otros tiempos, hay que dejar atrás agravios; hay que pensar hacia adelante (&) Las diferencias dogmáticas e ideológicas no pueden estar por encima del bienestar de los pueblos, de la paz, de la tranquilidad, de la felicidad de nuestros pueblos”, expresó López Obrador en su discurso en Cuba. 

Vamos por partes. ¿Vivimos en otros tiempos? AMLO se ha estacionado en el pasado. ¿Dejar atrás los agravios? Al Presidente le gusta agraviar y ofender. ¿Pensar hacia adelante? Vivimos tiempos de graves retrocesos en diversos sectores del país, particularmente en materia sanitaria, económica, de seguridad y de derechos humanos. ¿Las diferencias& no pueden estar por encima de los pueblos? El Presidente provoca enfrentamientos, polarización y división. En México, AMLO no habla de hermanarnos, de unirnos, de fraternidad.  

El mandatario no ha mostrado empatía con diversos grupos de la población como la atención a la salud, donde por cierto menospreció el trabajo de médicos mexicanos y se “hermanó” con Cuba alabando a los suyos. No ha atendido derechos de los niños ni de las mujeres, en especial el aumento de feminicidios que al Presidente parece no preocuparle.

La afinidad que tiene AMLO con los mandatarios de Cuba, Venezuela y Nicaragua y su crítica hacia el capitalismo hace pensar que quisiera ver a México en la misma circunstancia que éstos. Pero el autoritarismo, represión y falta de libertad que se vive en esos países solo agudizan la pobreza y aumentan el riesgo de una regresión democrática.  

La polarización, la descalificación y la división que AMLO practica en México no abona a la hermandad de mexicanos y mexicanas. Pero sí hay un hermanazgo con el gobierno de El Salvador, Guatemala y Honduras donde se van a invertir 100 millones de dólares para implementar el dudoso programa “Sembrando Vida”. El Presidente mexicano no se hermana con los pueblos, sino con los gobiernos que le son afines. 

Nos urge un líder que logre conciliar nuestras diferencias hacia el bien común, un líder que motive a hermanarnos en un solo México.  

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