El fenómeno que actualmente se manifiesta, en el que AMLO marca pautas, es digno de ser observado. Resiste un serio análisis ya que no es común que un solo individuo señale los caminos que han de andar los suyos y sus competidores en el realismo  político electoral.

López Obrador nombró  a los prospect@s a sucederle. Lo hizo sin rubor alguno, cautela o precaución. Y los mandó a pasearse o sea a promoverse. Hasta allí todo parecía funcionar dentro de la nueva y muy clara intención de acabar con la vieja práctica del “tapadismo”. ¿Lo recuerdan? Era la costumbre priísta de mantener en secreto el nombre del agraciado. En el momento oportuno se le quitaba lo que en apariencia le cubría el rostro y& ¡candidato a la vista! Seguía lo que se denominaba “la cargada”. El oficialismo con el agraciado. Sectores controlados, poder y dinero, todo el que fuera necesario para que la farsa, apariencia de democracia, saliera bien librada.

AMLO dice que eso ya pasó. Por ello destapó sus posibles y los ha lanzado a peregrinar. Hace con ello un juego con el que, se ve y se siente, es grande su divertimento frente al tablero de ajedrez.

Pero hay algo más en ese experimento: agrega y suma fichas, alfiles y peones. Los mete al juego para que con  ello aumente el ilusionismo.

De los presupuestos, a estas alturas, ya pueden sumarse diez, incluido Zoe Robledo y López Gatell. Es más, ya le dio un jaloncito para que suba a la plataforma a Ricardo Monreal, zacatecano no con ansias de ser un novillero, sino de convertirse en el matador primero.

Se entretiene AMLO y jala reflectores; que es lo que le encanta a grado que en su nueva modalidad de “destapador”, ya descobijó hasta a los de enfrente o sea a la oposición. Mencionó nombres de los que, ciudadanos  y ciudadanas, pueden competir, en el  futuro evento nacional, contra Morena, su partido.

Por cierto que en ese mencionar a los del otro lado, le dio lo que se conoce como un “esquinazo” a Alejandro Murat, que cuando podía y la ocasión se prestó, parecía lopezobradorista; se le recargaba aunque fuera por un ladito a grado de  presumir que Oaxaca era la entidad a donde AMLO había acudido más veces. Pues para quitárselo de por un ladito, López Obrador colocó al Gobernador oaxaqueño, como posible del PRI, “a la grande”. ¡Háganme el señalado favor!

Y lo más curioso de este nuevo fenómeno, que no tiene paralelo en la historia de México, es que los partidos contrincantes de Morena no le encuentran la cuadratura  al círculo. Muchos de esos dirigentes levantan la mano, pero para que los vean y los oigan. Hasta Alejandro Moreno, conocido como Alito, líder  actual del PRI, ya se hizo gritar, en un evento…¡presidente!

Esa especie de agandalle, adelanto, prontismo, ¿querrá decir que si hay coalición de partidos, debe ser el abanderado?

Mientras AMLO y su Morena se entretienen y divierten con sus corcholatas  y anuncian que no habrá dedazo sino encuesta, lo que nadie cree, los oponentes buscan y rebuscan prospectos, pero hacia el interior de su partido en donde de tanto quemar incienso ya no queda ni humo. En otra época en esos partidos hubo candidaturas hasta por tómbola y diputados a quienes un líder nacional nominó en primer lugar de una circunscripción, porque la mujer del aspirante lo autorizó. Ese cuento y el de Caperucita, eran lo mismo. 

Marko Cortés, precisamente para hacerle honor a su apellido, a donde quiera que va, ve posibles candidatos para “la grande”. Como es muy allegado de Vicente Fox, tal vez le pida, a la hora buena, una opinión y éste, dado a salir con “puntadas” le recomiende a alguno del “nuevo PRI” que alguna vez, con su ojo clínico, vio venir y exaltó.

AMLO se dispone  para darle muerte  final y enterrar al “tapadismo”, de viejísimo  cuño, pero a la vez muestra el gran dedo que se esconde tras lo grotesco y la diversión en que ha convertido el evento sucesorio.

Aguardemos para sorprendernos con lo que sigue.

 

 

 

 

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