El hombre abrió la puerta del centro de espionaje y se quedó pasmado cuando vio a Layda Sansores. Era 1998. Sansores era opositora en Campeche y ese día descubrió que en una casa de la capital se había instalado un centro de escucha telefónica. Sansores encontró miles de horas de grabaciones ilegales. Incluían llamadas privadas de ella, comunicaciones de miembros del EZLN, políticos, activistas y periodistas. Se hicieron con el sistema israelí Octopus, que vendió Samuel Weinberg, un empresario que años después fue socio de Genaro García Luna.
Las cintas entonces provocaron un escándalo. Durante semanas, ella exhibió aquellas grabaciones. Cada tarde “estrenaba” una nueva. Rentó un coche con altavoces, que se movía despacio por las calles de Campeche, repitiendo el audio a todo volumen. “En Campeche no había mucho qué hacer. La gente estaba encantada con las grabaciones, aquello era una telenovela”, me dijo Sansores cuando la entrevisté para mi libro Los millonarios de la guerra y me contó esta historia.
Ahora, como gobernadora de Campeche, Sansores probó de nuevo que pocas cosas entretienen más a la opinión pública que una serie de grabaciones privadas.
En las últimas semanas, publicó audios de llamadas telefónicas de Alejandro Moreno, presidente del PRI. Cada audio es peor que el anterior. Moreno habla de cómo piensa hacer un negocio con un terreno, que no declarará en su patrimonio. Cuenta que envió a Panamá pagos de servicios políticos, sin reportarlos. Dice que a los periodistas hay que matarlos de hambre. El Instituto Nacional Electoral anunció que seguirá la ruta del dinero, para ver si Moreno hizo lo que dijo, o no.
Él dijo que las grabaciones están truqueadas, son ilegales y buscan engañar a los votantes. Aún no se sabe si quienes hablaban con él lo grabaron sin avisarle (esto es legal en México), si fueron intervenciones telefónicas autorizadas por un juez o ilegales. Hasta ahora, el gobierno obradorista no ha dicho si investigará esto. Este silencio conviene al partido en el gobierno. Este fin de semana, Morena se enfrenta a la alianza opositora del PRI, la derecha panista y la izquierda perredista por los gobiernos de Aguascalientes, Durango, Hidalgo, Oaxaca, Quintana Roo y Tamaulipas. Las llamadas pueden convertirse en el último escalón en una caída en picada del PRI.
Para zafarse de lo que dice en las llamadas, Moreno acusa a los morenistas de hacer el mismo espionaje ilegal que antes denunciaban. Pero al hacerlo, él remueve una investigación de corrupción que involucra a la cúpula de su propio partido.
Dice Moreno que las grabaciones las hizo ilegalmente Renato Sales, actual fiscal de Campeche, con el sistema Wisdom Stone, “que se robó” de la Policía Federal en 2018. Sales dirigía entonces la Comisión Nacional de Seguridad en el gobierno priista de Enrique Peña Nieto. Moreno publicó parte de una denuncia de la Auditoría Superior de la Federación. Ahí dice que Sales fue en parte responsable de que se desviaran más de 800 millones de pesos en la compra de Wisdom Stone, un sistema de la compañía Rafael Advanced Defense Systems, propiedad del Estado de Israel.
En efecto, el contrato para ese sistema comenzó en 2015, se amplió en 2018 y ha estado bajo revisión por serias irregularidades. Pero el sistema Wisdom Stone sirve para rastrear y organizar datos, no para intervenir llamadas. Lo dice el catálogo de la empresa y me lo confirmaron empresarios que venden sistemas similares.
Otro problema con esta defensa es que la principal implicada en documentos oficiales por el caso, hasta ahora, no es Sales sino Frida Martínez Zamora, quien fue durante años una de las políticas más cercanas a Miguel Ángel Osorio Chong, uno de los pilares del último gobierno del PRI. El contrato formaba parte de una partida secreta de seguridad que está bajo investigación por otros fraudes cometidos en el priismo.
Este fin de semana, el PRI se jugará en las urnas prácticamente su sostén como partido. Los audios de Moreno, la forma como se hicieron, que los haya revelado Sansores, ella misma víctima de intervención ilegal en el pasado, hacen de toda esta historia más un cuento repetido, la reedición de escándalos, culpables, acusadores. Nada parece haber cambiado mucho en la política mexicana en estas décadas.
@penileyramirez