El desprestigio del líder nacional del PRI, Alito Moreno, quiebra los límites de lo posible y cuestiona lo aceptable. Los audios dados a conocer recientemente despojan al campechano de cualquier prenda de pulcritud, decoro y honestidad, y cancelan la legitimidad moral de su investidura como presidente del PRI. 

Alito se convirtió en un personaje indeseable, tóxico y muy contaminante, su descrédito lo hace impresentable; esto le impedirá alzar la voz para enfrentar el poder presidencial, el resto de los partidos tomarán sana distancia de él, y ya no será el conducto para hacer alianzas con el PAN rumbo al 2024. Considere usted que si desde antes ya le daba asquito a Markito Cortés la alianza, imagine ahora que desvelaron el verdadero Alito de cuerpo completo con sus flaquezas, la náusea que le deberá provocar al panista comer del mismo plato con el priista. 

Para éste se acabó el futuro; y tal vez él y el Revolucionario Institucional caminarán juntos de la mano hacia el mismo final después de las elecciones de este domingo. Todo indica que en estas elecciones el PRI perderá los estados que gobierna. Así las cosas, Alito es un hombre sin futuro para un partido sin futuro, será el sepulturero del tricolor.  

“Ambos parecen tener los días contados o, más bien, estar viviendo horas extra”: Jesús Silva-Herzog. Aunque, el campechano intenta dar profundas lecciones de arcana sabiduría política: “A los periodistas no hay que matarlos a balazos: hay que matarlos de hambre.”

Los partidos tienen una vida útil finita, también son mortales. El PRI, a sus noventa y tres años de vida, ya no da para más. Fue una gran institución, un apaciguador del México bronco posrevolucionario; en su misión histórica, construyó acuerdos perdurables para transmitir pacíficamente el poder. Pero actualmente, ante la falta de votos, la pérdida de sentido y de identidad, no le queda nada por hacer, solo desaparecer. No se advierte de parte del gran elector ningún interés por subirse a un tren que ya llegó al final de su camino… Sin embargo, no se le puede negar el reconocimiento de haber facilitado a México la salida histórica a la profunda crisis que dejaba la Revolución.

El presidente Enrique Peña Nieto no supo conservar el poder, la frivolidad con la que gobernó y la corrupción rampante que caracterizó a su gobierno, acompañado de un elenco de gobernadores deshonestos, desató la furious populi, que marcó el final de su sexenio con un exiguo 13% de popularidad, reflejándose esto en la debacle que sufrió el PRI en las elecciones del 2018.

Dieciocho años de desastres económicos y malos gobiernos, a partir de Luis Echeverría Álvarez, y la presión mundial para abrir las fronteras al intercambio comercial, empujaron a Carlos Salinas de Gortari a iniciar la liquidación del Revolucionario Institucional, para poder así modificar la Constitución del 1917 y  liquidar la propiedad social (ejido), el sindicalismo, el Nacionalismo Revolucionario, restablecer las relaciones Iglesia-Estado e ingresar así a la nueva era de la globalización, del neoliberalismo. 

El presidente Ernesto Zedillo sabía lo que tenía que hacer y tomó “la sana distancia de su partido”; así anunciaba metafóricamente el fin de una era, el final del PRI. Un partido sin tierras qué repartir, campesinos qué controlar, sin jóvenes qué adoctrinar, sin doctrina qué predicar, huérfano de padre con la “sana distancia” de su presidente, se colapsó finalmente el 2 de julio del 2000.

También, el PRI como oposición fue importante y necesario; de no existir, probablemente Felipe Calderón no hubiese llegado a la presidencia de la República, a causa de la confrontación directa con el PRD que reclamaba el triunfo de las elecciones presidenciales. Se trataba de algo similar a lo que ocurrió en la cuestionada elección de Carlos Salinas de Gortari: el PAN y la jerarquía eclesiástica, después de la supuesta caída del sistema, tuvieron que legitimar su ascenso al poder, a cambio del quid pro quo de las “concertacesiones” con el PAN; a la jerarquía eclesiástica le pagaron con el restablecimiento de las relaciones Estado-Iglesia.

Alito  está siendo investigado por el INE, Hacienda y la Fiscalía General de la República, es impresentable. El PRI fue la gran criatura política del siglo XX, actualmente camina dando tumbos, se muestra temeroso e impotente, tiene que agarrarse de  la sotana del PAN, su lazarillo, para no caer& “Alito será el sepulturero del PRI”: Francisco Labastida

P.D. La cumbre entre el gobernador de Guanajuato y los ex gobernadores, a petición de Miguel Márquez, no fue una tertulia para socializar. No, fue para decirle al gobernador que ellos también existen y tienen ambiciones políticas. El gobernador se estaba yendo por la libre sin tomarlos en cuenta rumbo al 2024. Los ex gobernadores quieren opinar y ser tomados en cuenta: Miguel Márquez quiere ser senador; Juan Carlos Romero, candidato a la Presidencia; Medina quiere tener voz y voto a nivel nacional en el PAN; Oliva quiere ser el operador político; y el gobernador dice que se va a su casa, pero deja claro que quiere nombrar a su delfín. Además, con esta cumbre, desean mostrarle el músculo y unidad, para decisiones venideras, al CEN del PAN. ¿Pero cuál es el rol del priista Jorge Videgaray en todo esto y qué busca? 

 

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *