Maciej Zitara es el embajador de Polonia, ese maravilloso País y pueblo al que nos unen paralelismos más allá del común del catolicismo y el ansia libertaria tras invasiones de imperios. 

Esta semana le conocí y qué bien refleja la esencia de esa gente buena que enraizó en León al crearse aquí la pequeña Polonia. Facilitando con el municipio la exposición sobre los niños polacos que vivieron en León en su exilio por la segunda guerra mundial, volví a abrir los ojos a esta parte de la historia de nuestro terruño leonés que nos abrió también sus espacios a quienes migramos de otras latitudes.

Recordemos que en el siglo XX, nuestro País recibió y dio una nueva vida a miles de personas de otros rincones del mundo que necesitaban un hogar. México abrió sus puertas durante las dictaduras que ocurrieron en Sudamérica en los setenta, también durante la Guerra Civil española y cuando las turbulentas épocas de la Segunda Guerra Mundial expulsaron a un grupo grande de polacos tras la invasión de los nazis a su territorio. Y aunque sea una historia poco conocida para los leoneses, llegaron tantos, que en algunos mapas de la década de los años cuarenta se podía leer el nombre de “Pequeña Polonia”.

Este jueves se inauguró en el Museo de la Ciudad, el conducido por el licenciado Partido, una exposición que se refiere a la centenaria ex Hacienda de Santa Rosa, en las afueras del sur de nuestra ciudad. Lo que fue el granero del Bajío, se transformó en un refugio seguro para la productiva comunidad de 1,700 polacos de 1943 a 1947, según se describe en las placas testimonio que reciben al visitante en lo que hoy es Ciudad del Niño Don Bosco. De esa comunidad de migrantes, 280 eran niños sin padres. Todos arribaron a México para buscar refugio, provenientes de una nación casi inexistente que había sido acorralada entre la Alemania nazi y la Unión Soviética, que apresó a 1.2 millones de polacos y las exilió en la inhóspita Siberia y el extremo oriente. Cuando la URSS se unió a los Aliados en la Segunda Guerra Mundial, el Reino Unido puso como condición a los rusos liberar a los polacos. Fue así como decenas de miles de presos terminaron en Irán, en el actual Pakistán y, sorpresivamente, en México, en León. Esto sucedió porque mi paisano Presidente Manuel Ávila Camacho aceptó admitir a parte de los refugiados polacos, para que el 10 de julio de 1943, un tren llegara a la estación de ferrocarril de León, proveniente de California.

Eran los polacos que habían tocado América en el puerto de San Pedro, en Los Ángeles, después de pasar por Oceanía, trayecto descrito en los mapas en la exposición a la que les invito. Se documenta que una multitud de locales los recibieron a nuestro estilo: con los himnos de ambos países, mariachis, florales, dulces y harto cariño. Aquí vivieron como lo reseñan los testimonios de esta exposición, felices. Religiosos, trabajadores y buenos, las reglas de esta colonia polaca la hicieron educada y auto sostenible. Instalaron escuelas con el sistema educativo europeo e hicieron brotar hortalizas, una pequeña parroquia y una clínica.

Los polacos iniciaron el regreso en 1945, y en las visitas que hicieron a León y a otros lares, tendieron redes que se hicieron con el amor, en familias mexicanas. Los últimos abandonaron el lugar en 1947 para regresar algunos a Polonia, donde fueron apodados “los mexicanitos y otros solicitaron un permiso al gobierno mexicano para permanecer (algunas polacas se casaron con mexicanos y se reubicaron en diversas ciudades del país), en tanto, otros migraron a Chicago y a Canadá.

La exposición fotográfica de la “Pequeña Polonia” es un trocito leonés que todos deberíamos visitar y que en agosto quedará permanentemente ubicada en Ciudad del Niño Don Bosco (le pedí al Embajador que nos la donara y aceptó generoso) para que los visitantes a Santa Rosa recuerden este memorial al trabajo y deseos de sobrevivir. 

El mismo sueño que traen los pequeños migrantes de otros estados del País que viven aquí, en la Ciudad del Niño y que estudian con el afán de tener un futuro. Esta vocación de Santa Rosa se mantiene, pues como decía el Embajador polaco al inaugurar el evento y se lo expresó a la Alcaldesa: Ciudad del Niño y los padres salesianos reciben hoy a migrantes centroamericanos en esta historia del éxodo donde se escapa del dolor para imaginar un mejor futuro y como ayer, requieren de la ayuda generosa de los leoneses.

 

 

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