Todo comenzó cuando Peña Nieto invitó a Trump a Los Pinos e ignoró a Hillary Clinton. Obama y Biden resintieron el bofetón. Acto seguido, a pesar de que Trump nos había llamado “asesinos y criminales”, AMLO viajó a Washington en 2020 para apoyarlo en su reelección, eso sí, sin visitar a Biden en los cuarteles demócratas para cumplir con los más elementales protocolos políticos.
La comedia de las equivocaciones continuó cuando Biden ganó las elecciones el 7 de noviembre de 2020 y AMLO reconoció su triunfo hasta el 15 de diciembre, dentro de enormes suspicacias políticas. El rencor se incubaba. ¿Más? ¡Sí! AMLO no asistió a la reciente Cumbre de las Américas porque ni Cuba, Nicaragua y Venezuela habían sido invitados al ser países “gobernados” por tiranos quienes, por otro lado, ya se habían negado a asistir. ¿Qué defendía.? ¿Sabría que Maduro está acusado en EU de narcotráfico y se ofrece una recompensa de US$15 millones por su captura?
Biden sabe que Trump dobló a AMLO cuando aquél amenazó con imponer aranceles del 25% a nuestras exportaciones, salvo que se controlara la migración a EU. De inmediato fueron desplazados 28,000 soldados mexicanos al Suchiate. Biden sabe que AMLO protege a los narcos mexicanos y “hasta ahora” se ha abstenido de aplicar las “leyes patrióticas” para declararlos terroristas y así poder enviar a miles de marines para intervenir los centros de producción de narcóticos y anfetaminas en territorio nacional. Biden sabe que AMLO viola el T-MEC, que México importa de EU casi el 70% de las gasolinas, el 65% del gas natural, el 78% del arroz, el 55% del trigo y el 60% del maíz y también sabe que los 50 mil millones de remesas enviadas por nuestros paisanos se utilizan, en parte creciente, para lavar dinero del narco y a pesar de dicha patética dependencia, AMLO todavía desafía a nuestro principal socio, cliente y abastecedor de alta tecnología. Biden sabe que puede “doblar” a AMLO, solo que para lograrlo habrá de aplicar estrategias encubiertas para impedir que éste lucre políticamente con “otra intervención del imperio.” Biden sabe que de enfrentar a AMLO con un buen número de cargos, éste podría suspender los esfuerzos orientados a disminuir las marchas migratorias, coyuntura que aprovecharían los republicanos para hacerse del control del congreso federal en las elecciones intermedias.
Si se trata de crear alianzas económicas para disminuir los flujos migratorios, la fórmula para arraigar a nuestros compatriotas en donde escasamente sobreviven, radica en la creación masiva de empleos, el instrumento mágico para impedir el destierro irremediable de los nuestros. No se puede generar riqueza sin la comparecencia de la iniciativa privada en el contexto democrático de un Estado de Derecho. ¿Pero cómo alcanzar esas metas si AMLO se niega a conceder certeza a los inversionistas, de quienes depende, entre otras razones, la prosperidad del país? ¿Cómo contener el flujo migratorio si AMLO desprecia a los empresarios, incluidos los pequeños y medianos, quebrados por cientos de miles durante la pandemia? ¿Cómo lograrlo si aquél no se alarma por la caída del sector agrícola ni por la fuga de capitales ni de cerebros ni crea estímulos para atraer a la inversión foránea ni se duele por haber sepultado en la pobreza a casi 4 millones de mexicanos, más candidatos idóneos para el exilio? ¿Cómo incrementar el número de emprendedores si no aprovecha las diferencias entre China y EU para atraer miles de millones de capitales mundiales ni recurre al fracking ni a la siembra del maíz transgénico ni promueve las farmouts, además de despreciar las energías limpias y baratas, como la solar y la eólica?
Las políticas erráticas de AMLO, como la abrumadora irrupción del crimen organizado en la economía y en la vida política de la nación, no solo no mitigarán el flujo migratorio, sino que continuarán provocando el destierro de cientos de miles de compatriotas. Se trata de un conjunto de medidas suicidas que habrán de hacer crisis a partir del próximo 8 de noviembre, cuando se celebren las elecciones intermedias en EU y nuestro país se convierta en la gran piñata que disputarán los republicanos y los demócratas.