Boris Johnson, primer ministro de Reino Unido, renunció el 7 de julio tras una voluminosa catarata de dimisiones de ministros y legisladores en número de 60, que lo obligaron a apartarse de su elevado cargo. Luego de una rebelión mayoritaria de su propio gabinete y una demoledora pérdida de apoyo en el Partido Conservador, ocasionados por una clara ausencia de ética, además de escándalos sexuales, minaron irreversiblemente su imagen. En México no existe estruendo ni alboroto que presionen a un político a renunciar. “Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error.”

Las dificultades se multiplicaron cuando Chris Pincher, un conocido legislador conservador, propuesto por el propio Johnson, se embriagó en un bar en la Cámara de los Comunes y manoseó a otros dos parlamentarios, varones, sin su consentimiento. 

Johnson dijo desconocer los hechos, o sea, mintió, pero más tarde aceptó haber sido informado de lo ocurrido. ¿Resultado? Uno tras otro los miembros de su gabinete rechazaron el liderazgo de Johnson, lo denunciaron por falta de integridad en el cargo y le pidieron que dimitiera, subrayando su precaria posición.

López Obrador tiene contabilizadas 76,000 mentiras sin consecuencia alguna y no solo eso, sino que sube su popularidad de acuerdo a las encuestas practicadas entre el pueblo bueno y sabio. ¿Dónde está un Secretario de Estado de la 4T que renuncie por faltas de integridad de AMLO en el cargo o, lo que es más, que le exija dimitir por faltas de carácter ético? ¿En México?

La Comisión Electoral del Reino Unido indaga el origen de los fondos invertidos en la remodelación del departamento de Johnson en Downing Street que superó los topes públicos para ese fin. Él alega en su defensa que pagó los excedentes de su bolsillo, pero hay señalamientos que indican que habría recibido recursos de donantes del Partido Conservador, una conducta financiera ilegal. Según los medios de comunicación británicos el costo se elevó alrededor de 200,000 libras esterlinas, cuando los primeros ministros reciben 30,000 libras de dinero los contribuyentes al año para renovar la propiedad durante su mandato. Por si lo anterior fuera insuficiente, el propio Boris fue multado por la policía, sí, sí, por la policía, al celebrar fiestas, las “Partygate” en Downing Street, cuando el país enfrentaba un estricto confinamiento por el COVID-19. 

¿Cuánto habrá costado la remodelación del departamento de AMLO en Palacio Nacional financiado también por los contribuyentes? ¿Quién protesta? Quién exige la verdad? Inglaterra es otro país, ¿verdad? ¿No sería maravilloso que en México contáramos con una Comisión Electoral que investigara no solo los gastos en Palacio Nacional, sino la monstruosa inversión en Dos Bocas, en el AIFA y sancionara el dispendio de recursos públicos en la cancelación del aeropuerto AICDMX, así como los contratos por asignación directa, sin licitación legal, entre otras decenas de ejemplos más que este reducido espacio me impide reproducir.

El Reino Unido, entre otros países, cuenta con una institución envidiable como la “Moción de Censura.” Bastó con que el 15% de los diputados conservadores, es decir, 48 de sus 315 representantes la acordaran, para promover la remoción del Primer Ministro, tal y como también aconteció con Theresa May, depuesta por una ola de dimisiones de sus propios ministros. Imposible dejar en el tintero la “Disolución del Parlamento”, el derecho del Poder Ejecutivo de sustituir al legislativo, de la misma manera en que éste puede derrocar al gobierno. Se trata de un equilibrio del terror. La disolución del legislativo o del cargo de Jefe de Gobierno también puede provenir del Jefe de Estado unilateralmente o por consejo del Parlamento o el Jefe de Gobierno.

Es claro que México no requiere la presencia de un nuevo líder, sino la construcción de un nuevo sistema constitucional.

A modo de colofón y con el ánimo de comparar la ética británica con la mexicana, valdría recordar las palabras de Gonzalo N. Santos: “La moral es un árbol que da moras y que sirve para una chingada.” La afirmación histórica, válida hasta nuestros días, demuestra el nivel de atraso político, institucional y educativo en nuestro país.

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