Siempre a la zaga del presidente de la República, el gobernador de Guanajuato decide imitarlo. Si el ejecutivo federal destapa a sus candidatos para sustituirlo, el gobernador Diego Sinhue Rodríguez apura el paso para postular a sus favoritos, no obstante que provienen de dos organizaciones políticas diseñadas con trazos totalmente diferentes, en Guanajuato se asume la designación como la senda para nominar al próximo candidato a la gubernatura. Igual que lo hará Morena.
Para un proceso así, la política en esta entidad debería basarse en elecciones internas. Es vergonzoso que los guanajuatenses permitamos que un personaje nos imponga a un favorito. Así sucedió en 2018 y el resultado es un ejercicio gubernamental cargado de pifias. Deberíamos entender que, si permitimos una vez más el funcionamiento de tan indigno modelo, en el mejor de los casos estaremos ante el advenimiento de un gobierno peor que el actual. Esto porque así sucede con las designaciones personales. Por eso se inventaron los procesos democráticos, para evitar la falla que ocasiona la dependencia de la voluntad individual para designar sucesores, que siempre resulta en un traspié.
Pero en esta compleja situación hay un tema muy importante: la forma en que se está obligando competir a las mujeres frente a los candidatos de sexo masculino. Sabemos que en la empresa es 80% más difícil para una mujer llegar a un puesto directivo. Pues en la política, el gobernador les construye un obstáculo más complicado. Lo explico.
Mientras que el secretario repartidor de dinero y programas sociales ha sido enviado como el ungido, resulta que para dar buenos resultados y ser evaluado satisfactoriamente, solo debe de distribuir con ahínco vales y apoyos al por mayor. En tanto el secretario de Salud deberá seguir dando resultados luego de haber sorteado con relativo éxito la pandemia de COVID. Va en caballo de hacienda, y no le resto méritos personales por su desempeño.
En tanto, el senador que también aspira a la gubernatura ya está en campaña. Solo debe asistir puntualmente a las sesiones senatoriales, para ser testigo de cómo sus compañeras de curul fabrican a diario una fiera oposición desde la Cámara Alta.
Pero las candidatas mujeres, tienen mucho más complicada su rendición de cuentas satisfactoria. La secretaria de gobierno, Libia Denisse García, debe lidiar con los problemas políticos del estado y con el cavernoso tema de los desaparecidos. Por más voluntad que ponga en su duro cargo, siempre estará sujeta a todo tipo de eventualidades, su candidatura se juega todos los días. Y sus detractores lo saben, y conocen las cartas que pueden defenestrarla.
Por otra parte, Alejandra Gutiérrez y Lorena Alfaro, las dos presidentas municipales capaces de lograr la ansiada aspiración, deben rendir frutos claros y concisos de su encargo. Para ellas la prueba es brutal. El gobierno municipal, hoy en día, es el reto más formidable para cualquier aspirante a dirigir una sociedad. En dos años y medio hay que entregar resultados de su gestión. Programas innovadores que contribuyan a la construcción de un gobierno moderno. Control mínimo de la violencia, con indicadores de mejora; obra pública bien priorizada y servicios públicos eficientes, al tiempo que deben desempeñarse como precandidatas.La verdad es que se están estableciendo ventajas injustas a favor de sus competidores varones.
Y es que, al dar el balazo de salida con tanta anticipación, quienes llevan la delantera son los funcionarios varones, señalados por el dedo del gobernador. Ellos no necesitan tiempo para probar nada, mientras que a ellas se les escatima. Bajo presión las féminas deben redoblar el paso para poder ofrecer algunos frutos inmaduros de su gestión.
¿Pensó en ello Diego Sinhue? ¿No debería desandar el camino y permitir que la sana competencia, basada en los resultados que otorguen los atributos administrativos y de dirigencia política de los candidatos, se evalúen en los tiempos marcados por ley? De otra forma la competencia es desigual. Por lo pronto, al gobernador lo engulló una impaciencia imprudente, al ver al presidente deshojar la margarita. Reflexionemos, en el 2022 ¿queremos gobernantes o candidatos?
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