Como resultado del artículo semanal anterior, recibí varias comunicaciones solicitando continuar con el análisis del sexenio 1982-88 del presidente Miguel de la Madrid, pues por el espacio no se alcanzaron a abordar varios aspectos. Entre otros, los retos que tuvo que enfrentar y que logró superar, así como también la mención al gran número de personajes que impulsó desde su origen más básico como directores, oficiales mayores, subsecretarios, titulares de organismos descentralizados, legisladores y miembros del Poder Judicial, generaciones que dominaron la cúpula de las siguientes administraciones sexenales.

1)Desaparición de cuerpos policiacos corruptos e inconstitucionales

Era un reclamo popular y quejas al por mayor en contra de los abusos de cuerpos de seguridad y policiales oficiales que proliferaban y actuaban al margen de la ley. Una de estas instituciones era la tristemente célebre DIPD, (División de Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia), otrora llamado Servicio Secreto dependiente del Departamento del Distrito Federal, a cargo del entonces temible Arturo “El Negro” Durazo Moreno, quien no obedecía a nadie más que al Presidente López Portillo, su “cuate” de toda la vida.

De la Madrid, designó al general Ramón Mota, como nuevo jefe de la Policía de la gran metrópolis con la instrucción de desarticular esa organización que actuaba al margen de la ley, extendiendo en todo el País sus fechorías sin límite. Pero el dilema era ¿Qué hacer con los poco más de cuatro mil elementos que no podían quedar “sueltos” en la ciudad a su merced?

No obstante, el Presidente de la Madrid buscó el apoyo, sabiduría y genialidad de su amiga la maestra Victoria Adato Green, a quien había designado con una visión feminista, adelantado a su tiempo, como primera mujer a cargo de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, ex jueza y magistrada penalista, con vasta experiencia, quien en un operativo sui géneris e inédito recibió a esos elementos en su mayoría muy viciados y acostumbrados a prácticas corruptas. Los integró al cuerpo de la Policía Judicial incrementando las subdirecciones y comandancias en la Procuraduría y en un gran evento relámpago con una sola acción masiva en los campos de la Magdalena Mixhuca se concentró a “los dipos” (como se les conocía) y se hizo la transferencia hacia la institución, previa la reforma legal pertinente a leyes y reglamentos.

Y se incorporaron, y simultáneamente se desmantelaron sus instalaciones de Tlaxcoaque; para primero, mantener su control, luego su disciplina y ajustarlos a la legalidad; huelga decir que muchos renunciaron, otros huyeron y una gran mayoría permanecieron en servicio. En esos operativos destacó la participación, entre otros, de los abogados René Paz Horta, Abraham Polo Uscanga (+), Rutilo Solís (+), Jorge Briseño Echeverría y Jaime Bojórquez, todos de gran trayectoria y experiencia en la Procuraduría General de Justicia del D.F. 

De la Madrid había cumplido. Luego ajustaría cuentas con “El Negro” Durazo.

2) Inflación incontenible e insuficiencia económica y presupuestal, devaluación del peso, sin crecimiento, desconfianza de inversionistas

Estos terribles problemas aguardaban a Miguel de la Madrid y en 1983 su panorama era sombrío. (Cárdenas Sánchez, Enrique. El largo curso de la economía mexicana. Capítulo 11. Fondo de Cultura Económica. Consultado en el sitio web www.historiaeconomicademexico.mx).

Recuerdo que en los primeros tres años se desarrolló un esfuerzo inmenso en la Presidencia de la República y en especial en el gabinete económico, los focos rojos estaban encendidos desde antes de tomar posesión. Empezó de inmediato desde enero de 1983, se iniciaron negociaciones para atemperar la carga del servicio de la deuda externa, con los buenos oficios de Jesús Silva-Herzog Flores en la Secretaría de Hacienda; Carlos Salinas de Gortari y Pedro Aspe en Programación y Presupuesto; Héctor Hernández en Comercio y Gustavo Petricioli y Mancera Aguayo en Banco de México.

Acto seguido, De la Madrid determinó una devaluación definitiva de una vez por todas y asumió un programa de austeridad muy rígido. Veamos.

Primeramente, inició la apertura económica a la par de la desregulación, enseguida la privatización de empresas estatales que hacían de todo, desde bicicletas y vehículos automotores, hasta chicles y dulces (como ironía), afición favorita de López Portillo y de Luis Echeverría. Durante su administración, De la Madrid desincorporó 742 paraestatales dejando aún 413, las cuales correspondió a Salinas de Gortari privatizar, así lo había ejemplificado el maestro universitario.

Luego vino un plan de austeridad del gasto público, el cual asumieron todos los órdenes del gobierno y la administración pública federal. Se redujeron las inmensas compras desbocadas por la inercia burocrática de papelería y artículos de oficina que almacenaban en muebles de forma ociosa; se limitaron los viáticos y lujosos e innecesarios viajes y giras al extranjero de funcionarios públicos; los sueldos se toparon y aunque hubo incrementos se dio preferencia a los niveles más bajos del tabulador, terminando con los incrementos caprichosos y pagos de sobresueldos, compensaciones especiales y dispendio en general. El ahorro fue significativo.

Vino una contingencia inesperada que frenó o dio al traste con gran parte de lo avanzado en los primeros tres años: el terremoto de 1985, el más destructor en la historia de México. Hasta con las adversidades de la naturaleza tuvo que luchar Miguel de la Madrid.

Al final de su administración logró estabilizar en gran medida la economía, pues aparte en 1987 todavía soportó los efectos del crack de la bolsa de Nueva York que arrastró a las bolsas de la comunidad internacional con pérdidas hasta del 50%. Aunque, aún así, se logró por primera vez después de 12 años de desquiciamiento y desorden en ese rubro, un balance positivo en términos macroeconómicos, credibilidad financiera y retorno de capitales e inversiones extranjeras al país. 

Se impuso finalmente, la serenidad y fortaleza de un hombre educado, tenaz y persistente en la disciplina económica, seguro de sí mismo y sin discursos a gritos y estridentes, como se habían acostumbrado antes. A diferencia de los gobiernos precedentes y del actual, hubo cierto alejamiento de la política en favor de la revolución cubana, guardando una posición más centrista, y así mantuvo distancia con Fidel Castro, sin provocar tampoco algún desatino en política exterior.

LeyeMiguel de la Madrid en la toma de posesión como presidente de México el 1 de diciembre de 1982, en el Congreso de la Unión. Una de sus primeras acciones fue desarticular la División de Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia, a cargo del entonces temible Arturo “El Negro” Durazo./ Foto: Especial

3) Rebelión en el PRI 

Hacia mediados del año 1987, sucedió lo que le faltaba de calamidades a De la Madrid, un movimiento al interior de su partido el PRI que se autodenominó “Corriente Democrática” cuya principal demanda u objetivo era desterrar “el dedazo” presidencial para la inminente designación o destape del próximo candidato a la Presidencia de la República. 

Sus más importantes promotores eran Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Rodolfo González Guevara e Ifigenia Martínez. Ya constituidos e identificados aumentaron sus fines, para supuestamente retornar a los principios nacionalistas, a una izquierda bien definida dentro del partido, o mínimo una socialdemocracia que contrarrestara el neoliberalismo que abrazó el gobierno entrante. La lucha renacía: ahora izquierdistas contra neoliberalistas (liberales vs. conservadores).

La Corriente Democrática no logró su objetivo, pues no se modificó en nada el PRI, una migración reducida de militantes de cierta importancia fue el único resultado y sin problemas se postuló al nuevo candidato a la Presidencia de la República. De la Madrid había vencido otra vez.

4) Los hombres del Presidente De la Madrid

Podría decir que este gran Presidente de México dejó una “escuela política generacional”, atendiendo al equipo que integró pues sabía y estaba enterado del oculto perfil de quienes trabajaban hasta el tercer nivel de la jerarquía administrativa y conocía sus nombramientos. Sabía de la conformación del Partido Revolucionario Institucional y tenía la información de los diputados y senadores que lo acompañaron durante su campaña electoral por todo el País. Se le habían entregado tarjetas informativas de cada uno de ellos, de los 300 distritos y de los 32 estados de la República. Me consta porque personalmente elaboramos las de Veracruz, Jalisco y Guanajuato, y entregamos en propia mano delante de Manuel Bartlett.

Así desfilaron nombres como Emilio Gamboa, quien inició como su secretario particular y los ya mencionados en el gabinete económico y en Gobernación; pero había incorporado, rescatándolo del ostracismo a Jesús Reyes Heroles, contaba con la novedad de Bernardo Sepúlveda Amor en Relaciones Exteriores, Francisco Labastida Ochoa en Energía, a Guillermo Soberón en Salud, Francisco Rojas en Contraloría y a Luis Martínez Villicaña en Reforma Agraria. Combinó su equipo con hombres experimentados y de largo colmillo, así como coberturas por compromisos políticos con Pedro Ojeda Paullada en Pesca, Arsenio Farell Cubillas en Secretaría del Trabajo y Rodolfo Félix Valdés, en Comunicaciones y Transportes.

En un segundo plano estuvieron ya apareciendo Manuel Camacho Solís, Luis Donaldo Colosio, Ernesto Zedillo, Alfredo del Mazo, Ignacio Pichardo Pagaza, Miguel González Avelar, Rafael Rodríguez Barrera, Rafel Corrales Ayala, Marcelo Ebrard, José Ángel Gurría, Jaime Serra Puche, Patricio Chirinos y Otto Granados, por mencionar algunos.

Entre los Legisladores de esa época cuyo futuro político les sonrió, fueron los queretanos: Mariano Palacios Alcocer, Enrique Burgos y Fernando Ortiz Arana; Antonio Álvarez Lima de Tlaxcala; Manlio Fabio Beltrones de Sonora; Genaro Borrego de Zacatecas; Humberto Lugo Gil y Adolfo Lugo de Hidalgo; Enrique Fernández Martínez de Guanajuato; Fernando Baeza Meléndez de Chihuahua; Guillermo Fonseca, Santiago Oñate, Manuel Jiménez Guzmán, Sócrates Rizzo y Elba Esther Gordillo por el Distrito Federal; Diego Valadés por Sinaloa; Murillo Karam de Hidalgo; José Francisco Ruiz Massieu de Guerrero; Miguel Ángel Barberena de Aguascalientes; todos ellos en las legislaturas LII Y LIII. 

En las controvertidas elecciones de 1988 surgió la figura de un excelente jurista, político y tribuno guanajuatense, Miguel Montes García, quien asumió la Presidencia de la Mesa Directiva de la Cámara, se logró la calificación legal de la elección presidencial, y el 1º de septiembre respondió el sexto y último informe de gobierno de Miguel de la Madrid donde por primera vez en la historia fue interpelado a gritos por el diputado Porfirio Muñoz Ledo, pero fue disciplinado de tajo por la reciedumbre, carácter y autoridad de Miguel Montes. Él mismo llegó a comentarme que el Presidente Electo Carlos Salinas de Gortari quedó gratamente impresionado, cuestionando a De la Madrid ¿De dónde había salido tan interesante personaje? Y el Presidente saliente lo impulsó y recomendó ampliamente. Su trayectoria posterior ya la conocemos.

Después de esta pléyade de figuras políticas que arribaron al poder en lo inmediato y otros en años posteriores, podemos decantar y sintetizar que los principales baluartes de esa administración como parteaguas de una forma de gobernar diferente, lo fueron Ramón Aguirre Velázquez, como jefe del Departamento del Distrito Federal, su inseparable amigo desde sus inicios en la Secretaría de Hacienda; Manuel Bartlett, como Secretario de Gobernación, ganando su confianza desde que se acercó como su asesor, creyendo en De la Madrid cuando fue ascendido a Subsecretario y despachaba en una modestísima oficina, aguardando su oportunidad. En lo jurídico, justicia y seguridad, se apoyó en el doctor Sergio García Ramírez y en la maestra Victoria Adato Green, como Procurador General de la República uno y como Procuradora General de Justicia del D.F. la otra, y después Ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación; por sus atributos como juristas y de rectitud y honestidad a toda prueba. Jesús Silva-Herzog, en la Secretaría de Hacienda, con quién sabía de lo que hablaban, interpretaba a cabalidad su política económica; y por supuesto, Carlos Salinas de Gortari, quien siempre estuvo cercano y pendiente de continuar un plan conjunto y bien estructurado que se prolongó 18 largos años, de 1982 al 2000.

El presidente Miguel De la Madrid Hurtado en una reunión con el mandatario de Estados Unidos, Ronald Reagan, en la casa blanca. Uno de los logros del Ejecutivo fue el retorno de capitales e inversiones extranjeras. En 1987 soportó los efectos del crack de la bolsa de Nueva York./ Foto: Especial

 

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