Los tiempos que corren entre los callejones y plazas de Guanajuato, son exóticos y extraños, por decir lo menos. Fácilmente cualquier analista puede equivocar conclusiones, si no maneja los datos más finos, que se requieren para dilucidar entre la realidad y la mentira.

Es el caso de una verbena acaecida el pasado martes en la Plaza Allende, contigua al teatro Cervantes, en la capital del estado. Antes, un nerviosísimo alcalde, presentó un dramático monólogo, casi llora, en el que intentó explicar, video de por medio, cómo interpretaba que había cumplido con lo incumplido. Instalado en la post verdad narró su imaginaria peripecia para obtener una preciada autorización del instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), necesaria para construir un adefesio de nuevo museo, en la ciudad declarada por la UNESCO patrimonio de la humanidad.

Las autoridades del INAH ni siquiera tuvieron que hacer nada para frenar al atrabancado y locuaz alcalde. Navarro ni siquiera fue capaz de construir un proyecto arquitectónico y con ello un proyecto ejecutivo, que pudiera presentarse ante esa instancia para obtener el permiso requerido. Dice que obtuvo una “factibilidad”, pero el oficio al que alude, en su párrafo siguiente consigna esta frase en negrillas: “Este oficio no es una autorización de obra, sustentada en la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos…”. Necio, insiste en que posee una “factibilidad”, aun cuando no ha presentado la solicitud en el formato legal identificado con la homoclave INAH-02-002 A, y por supuesto, no cuenta con el número de expediente. Por lo tanto, no existe acto administrativo alguno que autorice o niegue dicha obra. 

Y como ya lo hemos señalado en otros editoriales, instalado en el reino de las mentiras, se cargó, -con la complicidad del diputado Víctor Zanella-, a todo el Congreso del estado, al lograr, allí sí, la autorización para endeudar al municipio por 91 millones de pesos a diez años. Grave irresponsabilidad de los legisladores, compañeros de aventuras del alcalde.

Sin el permiso del INAH, todo se derrumbó. Y Navarro cayó estrepitosamente de la nube en que andaba, al punto que, en su desesperación, preparó el montaje de toda una tragedia griega, para informar que suspendería su proyecto porque el INAH se negaba a darle un permiso nunca solicitado. Curioso, todos los cuevanenses saben que, para cualquier obra, se necesita recabar la autorización del INAH, mientras Navarro considera que el permiso debería llegar milagrosamente por el solo hecho de que él es una autoridad reelecta. Se cree el dueño absoluto del municipio, y reclama un trato privilegiado y sin apego a la ley.

Pero lo más emotivo de los sucesos narrados fue que a la salida del teatro, Alejandro se encontró con una carpa repleta de gente acarreada desde las comunidades rurales, bajo el engaño de que serían repartidos tinacos, por apoyos al alcalde. En manos de personas clientelizadas a base de promesas, se veían cartulinas de respaldo, escritas con la misma caligrafía todas. Una líder de comerciantes de un mercado organizaba las porras para el emocionado edil. Todos conocemos el modus operandi electoral y político de la indignidad: venta de votos y condicionamiento de beneficios por apoyos. Frente a la derrota, la decisión es la apuesta por la clientelización y envilecimiento de los ciudadanos más vulnerables. Se les despoja de su libertad de voto.

Pero lo más absurdo del evento, fue que el apabullado alcalde, decidió en su soliloquio, acreditarle a Morena la derrota, y luego cerrar el día con festivo convivio, celebratorio de que la 4T le ganó la partida, abriéndole sólidas opciones para conquistar la capital del estado. Morena deberá remitir al dolido alcalde, un agradecimiento por tan valiosa declaración y traspié estratégico. Nunca pensaron que la torpeza del presidente municipal albiazul llegara a cimas tan altas: reconocimiento pleno de su derrota, adjudicación de ella a sus más fieros opositores y, como cereza del pastel, celebración del hecho con un absurdo carnaval. Seguramente el PAN estará anonadado.

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