Nada hay nuevo bajo el sol, debe reconocerse, al apreciar la muy reciente jornada de Morena para elegir delegados a su magna y ya programada asamblea.
Ellos y ellas, militantes, que tienen cierta relevancia o apetito por el poder, del que están degustando o quieren sus mieles, hicieron la resurrección de los viejos trucos electoreros.
Pero no nos detengamos en los desempeños del partido de quien ocupa la Silla del Águila en Palacio Nacional, porque el autoritarismo se nutre en la manipulación, luego es lógico cuanto ocurre.
De esa jornada, lo más sorprendente fue el asombro, levantada de cejas de los críticos, muchos de los cuales ya olvidaron que en un ayer nada lejano, las elecciones las hacía el gobierno.
Su instrumento principal resultaba el partido oficial.
Dependía en todos los sentidos y acciones, del gobierno mismo. Quien era el Presidente de la República tenía toda la estructura de ese partido en sus manos. A la hora de elegir candidatos, a diversas posiciones, decidía quién sí y quién no. Era el autoritarismo de esos tiempos, nada encubierto o velado; resultaba descarado, cínico.
En una campaña, de cualquier dimensión, los dineros salían del erario o sea de los impuestos recaudados.
El PRI cobijaba a serviciales y serviles, políticamente hablando.
En sus manos tenía, el Gobierno, acción y decisión.
Desde la Comisión Federal Electoral, pasando por las casillas hasta la calificación de senadores y diputados. Todo en una sola mano.
Una alborada democrática fue la creación del ahora Instituto Nacional Electoral (INE), que nació con otro nombre; abrió un postigo a la democracia.
Pero aún así, en el seno de los partidos, siguió vigente la maniobra o manipulación, que permite que salgan agraciados cuantos se señalan desde arriba.
Esa mecánica todavía va a tardar, porque la democracia
plena reclama formación, conciencia cívica acrisolada y plena libertad de los agremiados, lo que es un factor contrario a las decisiones cupulares que permiten a una persona o grupo, detentar el poder.
AMLO, con Morena, está firme, no hay la menor duda y sus eficaces operadores le responden a pie juntillas.
Por lo anterior no es sorpresa que las candidaturas, como la que jugará para el Estado de México, salgan limpiecitas, de una encuesta.
Ricardo Monreal, quien aún maneja los senadores de Morena, dice que no confía en ese método. No aclara la razón de su duda, si es por el sistema, las empresas encuestadoras que se tornan serviciales y hasta utilitarias o qué; pero algo le ve de tenebroso al método o a quienes lo ejecutan. Hace falta luz en esa tiniebla.
Lo que se va perfilando, al menos hasta ahora, para el Estado de México, es que Morena va a encontrar una oposición diversa, no se puede decir que dividida, porque nunca ha estado unida. Por un lado PRI, PRD y PAN, cada quien con sus abanderados, abanderadas, pero, hay urgencia de decirlo, sin un liderazgo que atraiga masivamente a los ciudadanos.
Se puede decir, en teoría, que en una democracia cualquiera que se postule puede ganar. Sí. No obstante cuando los partidos carecen de liderazgo o estos se han enturbiado tanto, sus seguidores encuentran opciones, abstenerse o mutar a otras vertientes políticas, más cuando en Morena hay mecanismos que despiertan el apetito.
Estamos en las proximidades de la elección en Edomex y Coahuila, que son una especie de preámbulo para la Grande a la que ya AMLO adelantó sus corcholatas y que, por cierto, las trae muy activas. Van de aquí para allá, sin el menor recato legal.
En tanto la oposición, unida o fragmentada, con sus lastres como el de “Alito”, busca inspiración y alguien que tome la bandera frente al poder que, hoy por hoy, controla el inquilino de Palacio.
Como no hay personaje, él o ella, a la vista pudiera ocurrir que Monreal tomara ese pendón y los ingenuos de los partidos que ahora son de oposición, le creyeran que la va a jugar contra AMLO.
No cabe duda que la ingenuidad política anda suelta.
MTOP