Tras los ataques incendiarios en Guanajuato y Jalisco, ¿acaso pensará el presidente López que hacen falta más ABRAZOS? No parece que tanto cariño presidencial haya disminuido la sed de sangre de los capos de los cárteles.
Y que no se diga que estos ataques en los que incendian VEINTICINCO OXXOS y queman camiones y vehículos privados sólo causan daños materiales, sino que también van directo a la psique social.
Afirmó el Presidente antier en su sermón cotidiano que la violencia se debió a que fuerzas federales interrumpieron una especie de “Cumbre” de CAPOS.
Lo curioso es que en esa “interrupción” ¡no detuvieron a los capos!
Agarraron a un miembro menor del CJNG y arrestaron a lo que parece ser un grupo de halcones a los que los malitos pagaron para causar desmanes y bloquear los accesos a Celaya, Silao, Irapuato, Zapopan y a las afueras de Guadalajara.
Por más que las autoridades (federales y locales) pretendan minimizar los sucesos, lo cierto es que las imágenes de los bloqueos e incendios fueron a dar a los medios de información más relevantes del mundo civilizado. ¡México en llamas! Un gran y espectacular llamado a la inversión, sin duda.
Queda claro que la absurda “tesis” (porque “estrategia” no es) de “abrazos, no balazos” es menos efectiva aun que la “carabina de Ambrosio”, y que las fuerzas de “seguridad” del Gobierno federal sólo REACCIONAN a los sucesos, pero no tienen la más mínima idea de cómo prevenirlos.
Y esto quedó claro el martes en la “sesión de seguridad” de las 6 am que realiza el Presidente -la que atestiguaron algunos medios- en la que no realizó NI UNA SOLA APORTACIÓN en temas de seguridad, salvo pedir que se corrigiera una gráfica que, seguramente, contenía más buenas intenciones que estadísticas reales.
Por ello es que sucede lo que sucede: sorprenden a los capos más peligrosos del Bajío ¡y se les escapan! O sea, se los topan… ¡y se les pelan!
Suficiente pretexto para que sus organizaciones, que además reportaron estar bien pertrechadas con armamento que rivaliza con el de nuestras Fuerzas Armadas, e incluso despliegan UNIFORMES del Ejército (¿de dónde los sacarán? Les diremos un secreto: ¡ya reconocieron anteriormente que de los mismos cuarteles!), causen grandes daños materiales, generando zozobra y terror entre la población, la cual se percata de que, en los hechos, en nuestras calles NO HAY ORDEN, no hay ley.
Siendo la única ley que vale la de la selva: ¡anarquía pura como aportación “transformadora” de la 4T!
Esto le pasa a este Gobierno (singularmente incapaz e inepto en diversas materias) por traer distraído al Ejército en tareas que no le tocan y en las que sus miembros están siendo corrompidos, además de DILUIDOS.
Resultan exagerados ya los encargos presidenciales que acapara el Ejército, en los que en NINGUNO está destacando por realizar bien su trabajo, desde el punto de vista civil y democrático. Parece haber olvidado este Gobierno la máxima -siempre certera- de que “el que mucho abarca poco aprieta”. Por lo menos esto resulta absolutamente veraz en materia de seguridad, una tarea que representa la principal obligación de cualquier Gobierno. ¡Pero con la cual dista mucho de cumplir el actual!
Presume este Gobierno caudillista de “estar transformando” a México: ¡si acaso lo está haciendo es para EMPEORAR, no para mejorar! ¡De este tipo de transformación nadie quiere!
La sociedad civil mexicana no sólo quiere PAZ, sino que la EXIGE. Además quiere progreso, una economía pujante, más CREACIÓN de empleos, INVERSIÓN, que se funden empresas, que se generen PLAZAS bien remuneradas y, por supuesto, que CUMPLA el Gobierno con su promesa de detener el alza de precios.
Algo en lo que al igual que con la lucha contra la inseguridad está FRACASANDO estrepitosamente, pues lejos de BAJAR la inflación ésta se incrementa a niveles no vistos en más de 20 años. Lo cual le PEGA fuertemente a la bolsa de los mexicanos, pues el SALARIO NO ALCANZA para cubrir sus necesidades primarias.
Ir a comprar el mandado hoy día es un suplicio, con productos básicos como el FRIJOL, la tortilla y otros subiendo a brincos y dejando muy atrás la capacidad de compra del asalariado. ¡Y esto no es culpa de los empresarios o productores: es culpa de un Gobierno inepto que toma puras malas y desacertadas decisiones!