Nuestro país, en tratándose de la minería ha sido saqueado no hoy o ayer sino siempre. ¿Por quiénes? Por las grandes potencias, de diversos rumbos. Europeos que oro y plata, principalmente, se llevaron a toneladas que nadie es capaz de cuantificar.
Claro que esa rapiña afectó prácticamente al Continente Americano en su conjunto. El aspecto legaloide, para tan descomunal hurto, se cifró en un argumento jurídico absurdo, al conceptuar que como el Nuevo Mundo era colonia, cuanto en ella existía y había, incluidos los seres vivientes naturales, le pertenecía a los descubridores.
Pero no únicamente los colonizadores rapiñaron, también los vecinos del norte de quienes llegó a decir el autor de la poesía “¿Qué queda de mi Patria?”: “Los ríos de oro y plata, ha mucho desembocan en la nación vecina, que tanto nos odió”.
Descripción nítida, clara, sin velo que la cubra.
La tragedia que ahora se registra en Coahuila pone al desnudo, además, la explotación que se hace con esos trabajadores para decir que muchos, por no decir todos, son victimados.
Para quienes se juegan la vida en el seno de la tierra, ayer, hoy y mañana, no existe asomo de seguridad real, cierta, ya que los gobiernos, de todos los tonos y colores han sido cómplices de la criminalidad. Sí, entiéndase bien: un crimen, de lesa humanidad, tolerado por complicidad evidente. No miopes, ciegos han sido los regímenes que permitieron y toleran que los mineros expongan sus vidas y laboren al margen de la ley.
Para estos trabajadores, quienes operan con altísimos riesgos, no existe la Ley Federal del Trabajo. Sí, me dirán que el texto allí está, es verdad pero resulta letra muerta, en la mayoría de los casos se trata de una inmensa cantidad de estos trabajadores y trabajadoras en desamparo.
Si aparece una o un defensor de lo absurdo me va a ilustrar al referir que hay un sindicato de esa rama. Claro que esa formalidad está vigente, empero, para miles de esos operarios no cuenta, porque ni los afilia y menos los orienta y defiende.
El líder de tal agrupamiento, es como un operador inerte, lo digo así para evitar calificativos drásticos.
Napoleón fue traído de Canadá, por la 4T. Se le convirtió en un importante legislador, para sumar al gremio que controla al lopezobradorismo. Fue una negociación política absurda, porque el señor no ha sumado nada al partido Morena y menos en bien de los mineros; por el contrario, su actitud es de desprecio hacia los que laboran bajo tierra y en condiciones infrahumanas.
Repito que esa criminal marginación, no es de ahora sino de siempre, todos los regímenes que fueron y siguen siendo resultan nada más y nada menos que cómplices de explotación.
Hoy están a la vista las condiciones en que quienes bajan a la mina para extraer carbón, oro, plata y demás, lo hacen, como se dice “a la buena de Dios”, sin los elementos que les garanticen ni el nutriente y menos la vida.
La Cuarta T y quien la administra desde Palacio Nacional, o sea Andrés Manuel López Obrador, podrá declarar que habrá justicia para esos mineros y sus familias, que cero impunidad, que los responsables de explotar tales fundos estarán ante la ley, para responder por todo el desastre. Sí, el discurso puede resultar hasta excelente pieza retórica, pero eso no transforma una lacerante realidad.
Como en Pasta de Conchos, a los deudos de quienes murieron, se les puede indemnizar, empero si se hubiesen cubierto los protocolos laborales, los muertos podrían haber sobrevivido.Y la existencia está por encima, más allá, a cien o mil años luz de cualquier suma de dinero.
¿Y saben qué, mis pacientes lectores? Que esa desgracia y la injusticia al desnudo, es solo uno de tantos aspectos de la minería, que contamina tierras, infecta muy gravemente comunidades, frente a lo que los gobiernos, no nada más el actual,han sido y siguen siendo cómplices.
Ya es tiempo que la ley impere a efecto de que la justicia sea plena.
Sí, se presume, por la Cuarta T y su operador principal, que “primero los pobres” deberíamos entender que antes de ellos o junto con ellos están los oprimidos, los explotados.
MTOP