Para la inmensa mayoría de los mexicanos las obligaciones de carácter escolar concluyen al depositar a sus vástagos en las puertas de los colegios. Si a esa tarea se reducen las responsabilidades paternas y maternas, ¿cuál es la justificación de la existencia de las asociaciones de padres de familia? ¿Cuál es su papel en la sociedad, sobre todo ahora que se pretende destruir el sistema educativo, en lugar de mejorarlo y adaptarlo a las actuales circunstancias de México y del mundo?

A partir del gobierno de López Mateos, el creador de los libros de texto, el resto de las administraciones priístas emanadas de la “Dictadura Perfecta” impuesta durante el sexenio de Lázaro Cárdenas, cada presidente mandó escribir la historia de acuerdo a sus convicciones personales y a sus estados de ánimo.

Debemos escapar de la sentencia dictada por Jorge Santayana cuando nos hizo saber aquello de que “Los que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo.” ¿Quién quisiera repetir la mayoría de la historia mexicana? ¿Qué aprendimos del populismo de  Echeverría y de López Portillo y los terribles daños que le ocasionaron a nuestro país? ¿Por qué repetimos los mismos errores? ¿Por qué nos tropezamos una y mil veces con la misma piedra? ¿No protestamos ante la presencia del gobierno de un solo hombre por ignorancia histórica, apatía o resignación? ¿Qué padre de familia conoce los nombres de los maestros de sus hijos? ¿En manos de quién están nuestros hijos? ¿Qué enseñanzas reciben? ¿Está conforme con los contenidos de los libros de texto? 

Si la infancia es destino, según Freud, la infancia de una nación determina su existencia de manera inescapable. Imposible permitir que en las aulas se destruya el futuro de nuestros hijos. No, no lo permitamos, ¿pero qué hacemos al respecto? Basta con salir a la calle para aceptar que en las escuelas mexicanas se incuba la mediocridad. Integramos un país de reprobados. El día de mañana ya llegó, ya es hoy, en este preciso momento. Es patético comprobar cómo los jóvenes que estudian o trabajan en el extranjero no quieren volver a México por la falta de oportunidades y por el estallido de la violencia. ¿Qué será de nuestro país con un sistema educativo decimonónico y las generaciones preparadas que se niegan a regresar? ¿No evolucionaremos? ¿Continuaremos haciendo rayas en el agua? ¿Zapata y el cura Hidalgo son coetáneos? ¿Esos jóvenes son los que van a decidir?

Los libros pretenden explicar los elementos esenciales de nuestro carácter nacional. ¿Se puede comprender a México sin entrar a fondo en los interminables 300 años del virreinato? ¿Qué ocurrió en esos 3 siglos cubiertos por una espesa cortina de humo negro denso, muy denso? ¿Se puede entender el carácter del mexicano sin conocer los horrores de la Inquisición? ¿Se puede pasar por alto que la Santa Inquisición y sus malvados tribunales creados por la perversidad del clero católico amputaron lo mejor de este país durante más de 300 años?

Es incalculable lo que un buen libro de historia puede hacer en un persona adulta, pero más en un niño que debe tener por primera vez contacto con la ética y con la vida civil, política, social y académica, es decir, con las humanidades y con su país, claro está, en lo general. ¿A dónde vamos con un libro de texto en el que el niño no desee continuar con la lectura ni le interese investigar y descubrir más, como si no se tratara de un cuento muy atractivo y fascinante, cuyo desenlace pretende descubrir sin esperar a la próxima lección impartida por el maestro? ¿No se trata de despertar su imaginación y su curiosidad? ¿Se las despertamos?

Los pequeñitos y sus padres deberían saber las consecuencias de despertar al México Bronco. Ojalá nunca lo conozcan.

Una propuesta: Un gobierno liberal debería convocar a los académicos de la historia -y existen dignos del máximo respeto- a redactar los libros de texto con el apoyo de nuestros grandes pedagogos y sociólogos. Es decir, lo mejor de la inteligencia nacional debería ser convocada para educar a la infancia. La SEP actual solo debería coordinar los trabajos desde un punto de vista administrativo. Se trata de nuestros hijos.

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