Ufff, estaba retecantado que la Refinería de Dos Bocas, inaugurada, pero que no refina aún ni una gota de crudo, sería un pozo sin fondo. Así está resultando, su costo estimado se ha disparado -por lo pronto- a casi el doble (14 mil 600 millones de dólares) y para terminarla y entre en servicio de a deveras, lo cual sería -lo más pronto- hasta mediados del 2023, requiere una inyección de recursos por parte del Gobierno federal de 6 mil 500 millones de dólares. Esto, obviamente, presiona las finanzas federales y también la calificación de nuestra deuda soberana, la cual no está lejos de ser considerada ya “chatarra”.

Siendo, como lo es, México un país de tantas carencias, rebasado por la miseria, por la falta de medicinas, de cuidados médicos, de educación, de infraestructura, de TECHO y ALIMENTO para su población, nos parece rayando en lo criminal que se empleen los RECURSOS PÚBLICOS, que provienen de nuestros impuestos, para realizar obras que surgen de un capricho personal, sin planeación experta ni proyecciones a mediano y largo plazo, que consumen los recursos a lo bestia y, lo peor de todo, que una vez terminadas no aportarán al bienestar nacional.

Refinar es hoy en el mundo el PEOR de los negocios, siendo el mayor producir y vender crudo, pero en lugar de gastar en exploración y extracción lo tiran en la faceta de la industria que no deja. Por ello se considera que estas obras al final se convierten -como es ahora- en LASTRES para la economía de PEMEX, la petrolera más endeudada del mundo. Todas las petroleras ganan dinero… ¡menos Pemex!

No contentos con este desperdicio insano de los recursos que aportan los ciudadanos, y que podrían emplearse para beneficio directo del ciudadano -en toda la República, no sólo en el sureste- el Gobierno contempla otros. Sin empachos, el propio presidente López afirmó el miércoles durante su sermón cotidiano que había contemplado “comprar Banamex”. Ello quesque porque es muy buen negocio.

Si acaso fuese no lo estuvieran vendiendo, y si acaso lo es, se debe a que está en manos de Citigroup, operado y respaldado por ellos. En manos del Gobierno QUEBRARÍA en un año, y en manos de ESTE Gobierno en particular, que ha resultado excepcionalmente inepto para realizar, para ejecutar, probablemente en seis meses.

“Hacer negocio” no es ni responsabilidad ni competencia de ningún Gobierno: gobernar es una cosa, emprender es otra muy diferente. Este Gobierno no ha sido capaz ni siquiera de armar una cadena eficiente y eficaz para distribuir medicinas, no ha sido capaz de renovar y revitalizar al Seguro Social, no puede -y a lo mejor ni quiere- frenar la INSEGURIDAD que está desbaratando a nuestro País… ¡y además quiere manejar un banco!

Sueñan estos señores, sobrestiman sus capacidades y habilidades por varios tantos. Carecen de mundo, no dimensionan, no miden, creen que basta concebir una “ideota” para que ésta, como si fuera la varita de un mago, “¡presto!”, se convierta en realidad. No le meten sudor, ni sesos, ni capacidad o experiencia a la parte de la ejecución. Por eso nada les sale.

Ahí está el ejemplo del AIFA: otro capricho que hoy está vacío… y para llenarlo y que tenga uso, debe el Gobierno cerrar parcialmente el AICM bajo puros pretextos, y así OBLIGAR a fortiori a las aerolíneas a emplear el ex Aeropuerto Militar de Santa Lucía que se encuentra en medio de la nada, que no está bien conectado con la masa urbana y que por lo mismo “no jala”. Imposible que reconozcan que se cometió un error en gastar ochenta y tantos mil millones de pesos en tratar de convertir una oreja de marrano en una bolsa de seda, no, de manera AUTORITARIA decretan que tiene que jalar, y para que se use no les importa ni abrigan pena alguna en TRASTOCAR el tráfico aéreo en el NÚCLEO de las conexiones nacionales e INTERNACIONALES mexicanas.

No demuestran estos señores de la 4T la menor noción de lo que es la eficiencia. Tampoco parecen demostrar conocimiento alguno sobre cuáles son las limitaciones de un Gobierno, y por qué en ningún País civilizado y próspero del mundo, excepto en las naciones perdidas del cuarto mundo, el Gobierno opera los bancos o las refinerías, o cualquier otro “negocio”. Desconocen también, eso ha quedado claro, el concepto de la rendición de cuentas y la transparencia.

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