Hace unos días la planta de General Motors en Silao, Guanajuato, volvió a interrumpir su producción de camionetas. ¿Cuál es la razón, si la empresa preveía ensamblar en esa planta 400 mil unidades este año? ¿Hubo algún incidente laboral? ¿O quizás se cayó de improviso la demanda que existía en Estados Unidos para comprar camionetas? ¿O acaso la automotriz planea reconvertir la planta para mejor producir automóviles eléctricos?
Pues no, la razón es que General Motors no cuenta con los suficientes insumos para ensamblar sus camionetas. Como ya había sucedido meses atrás, la empresa ha tenido que parar por una semana su producción debido a una falla en la cadena de suministro de los semiconductores que requieren sus vehículos. A raíz de la pandemia, la insuficiente oferta de microchips es un problema que enfrentan todas las empresas automotrices alrededor del mundo. La razón es que durante esa crisis la mayor parte de los semiconductores nuevos fueron empleados para la manufactura de computadoras y otros dispositivos electrónicos, cuya demanda creció considerablemente debido al confinamiento. Pero ahora es el turno de los autos, y sus precios están subiendo al volver a crecer su demanda.
El incremento por razones estructurales de los precios de los coches no es un fenómeno único, pues está ocurriendo en el caso de un buen número de otros productos. Pero ese cóctel de por sí ya peligroso se ha vuelto explosivo tras la invasión rusa de Ucrania, pues los precios de los insumos energéticos, como el gas y el petróleo, están en las nubes. Todo lo anterior explica que la inflación anual en México sea en este momento 8.6%, muy similar por cierto a la de Estados Unidos (8.5%).
Por un buen número de meses muchos bancos centrales, incluyendo el Federal Reserve Board de los vecinos, conjeturaban que ese repunte inflacionario era de naturaleza meramente temporal. Pero ahora ya perdieron su inocencia y han comenzado a incrementar sus tasas de interés de manera franca para combatir su inflación.
El Banco de México, la verdad sea dicha, ha sido más acertado durante este episodio inflacionario (aunque no lo fue al inicio de la pandemia). La llamada tasa de interés objetivo del Banco de México, que sirve como referencia para las tasas de interés de los créditos que se dan en los mercados, es en este momento 8.5%. Este porcentaje, muy cercano a la inflación actual, representa un máximo histórico desde que el Banco de México comenzó a anunciar su tasa.
El banco central estadounidense no ha sido tan agresivo como el nuestro, pero su presidente Jerome Powell acaba de sugerir que su política monetaria será más rígida por el resto del año. La tasa de los fondos federales oscila en este momento entre 2.25% y 2.5%, y se prevé que en tres semanas haya un nuevo incremento. Por lo que es muy probable que al cierre del año su tasa se encuentre en alrededor del 3.5%.
A fines de este mes la junta de gobierno del Banco de México anunciará su nueva tasa objetivo, la cual muy probablemente subirá hasta colocarse en 9% o 9.25%. Así que preparémonos para nuevas alzas en las tasas que se cargarán en los diversos créditos, como los hipotecarios y, sí, también, automotrices.