Entregar el control de la seguridad pública a los militares no es militarizar.
-El Presidente es un civil, por tanto el control sobre la Guardia Nacional (GN) se mantiene en manos civiles.
-Con un Presidente que jamás atentaría contra su pueblo no hay peligro de que el Ejército viole derechos humanos.
-El control civil de la seguridad pública no garantiza que no se comentan violaciones a los derechos humanos.
-No importa la Constitución ni las recomendaciones de organismos de derechos humanos en todo el mundo, la GN pasará a los militares.
-Quien se oponga a que la GN dependa de los militares es, por fuerza, un conservador.
-La prisión preventiva oficiosa (ppo) es imprescindible para el combate a la delincuencia.
-Eliminar la ppo implicaría soltar a miles de delincuentes a la calle.
-El problema no es la ppo, sino los jueces corruptos.
-La ppo viola derechos humanos, pero en este momento es necesaria.
-Quien se oponga a la ppo es, por fuerza, un conservador.
Vivimos algunos de los días más tristes, más aciagos, en la historia del país y de la izquierda mexicana. El Presidente ha traicionado de la manera más rotunda posible no solo sus promesas de campaña, sino cualquier posición progresista. Su estrategia de seguridad se ha vuelto tan conservadora y reaccionaria, tan cercana a la derecha que tanto fustiga, como la que en su momento implementó Calderón y continuó Peña Nieto. Una estrategia basada en preservar el estado de excepción permanente y en violar abiertamente los derechos humanos -la presunción de inocencia-, sin prometer siquiera, en algún punto en el futuro, el regreso a un régimen de libertades democráticas.
A todos los efectos, la decisión del Presidente -impuesta brutalmente a sus seguidores- significa el abandono del Estado de derecho y una amenaza que se prolongará por varias generaciones. Su irresponsabilidad solo es comparable con la declaración de la guerra contra el narco realizada por Calderón en 2006, a la que debemos la catástrofe presente. No caben aquí los matices: ambas decisiones representan una claudicación democrática que devastará al país durante décadas.
Provoca una profunda desazón y una genuina rabia escuchar, en labios de los abanderados del Presidente -muchos de ellos provenientes de la izquierda-, estos argumentos retorcidos, burdos y tramposos. Sus maromas conceptuales no solo significan una traición a sus ideales, sino una maliciosa regresión democrática.
Poco a poco, el Presidente ha revelado sus razones: si en campaña prometió devolver a los militares a sus cuarteles y emprender una reforma radical al sistema de justicia, al llegar al poder se dio cuenta de que ambas ideas eran imposibles: la descomposición se le reveló tan severa -es su argumento- que no tuvo más remedio que cambiar de ideas. Solo que el cambio ha sido hacia la ultraderecha: un régimen de excepción permanente en el que se entrega todo el poder a los militares y donde se aplican medidas autoritarias porque, según él, no hay otra salida. El argumento de incontables dictadores, pues asume que el único control descansa, entonces, en él mismo: un patriota, insiste, que jamás abusará de su cargo.
Lo peor es que ya lo hace. Y nada garantiza que en el futuro -tal vez no en 2024, ¿y después?- no llegue al poder un líder todavía más autoritario. Entonces no habrá ningún freno, pero ese futuro ominoso ni siquiera le importa. Como tampoco le ha interesado presentar un plan alternativo que -si el estado de excepción lo fuera- implicara la formación de una policía profesional, la transformación integral de nuestra justicia y una real preocupación por los indefensos que pueblan las cárceles, en vez de implantar, con una GN militar y la ppo, un sistema legal que, más allá de la alta opinión que tiene sobre sí mismo, deja a los ciudadanos cada vez más indefensos.
Son tiempos muy oscuros, en los que un gobierno que triunfó con consignas de izquierda sobre dos regímenes militaristas y corruptos -el PAN y el PRI– impone medidas propias de la extrema derecha y se ufana en llamar conservadores a los escasos críticos que se le oponen.
@jvolpi