Dado el triste desempeño económico que ha tenido México en lo que va de su sexenio, agudizado ahora por una inflación que ya alcanza niveles preocupantes, el presidente López Obrador aprovechará seguramente los festejos por el día de la Independencia para tratar de envolverse en la bandera. Tiene que hacerlo este 16 de septiembre, no le queda de otra, ¿pero cuáles serán los pretextos para envolverse en el lábaro patrio?

Para empezar, lo más probable es que se vanagloriará por su logro de que la Guardia Nacional se integre a la Secretaría de la Defensa. Un triunfo un tanto debatible, no obstante. Por un lado, desde hace tres años era ya un hecho tal militarización, aunque lo que faltaba era la correspondiente regularización administrativa que pedían las fuerzas armadas. Por otro lado, todos saben que ese logro acabará siendo pasajero, pues la reforma por la que votaron recientemente las inefables huestes cuatroteístas es a todas luces inconstitucional.  

Así pues, el asunto mediático anterior quizás no baste como un gran distractor para la base electoral de López Obrador. ¿Y entonces? Bueno, como hace unas semanas lo dejó entrever el propio Presidente, el actual conflicto entre los socios del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) le cae como anillo al dedo. 

Desde el pasado martes 23 de agosto, las autoridades de los tres países están en pláticas para resolver una disputa acerca de los recientes cambios jurídicos que ha habido en el sector eléctrico de nuestro país; además de otras quejas acerca de, por ejemplo, el contenido de azufre en el diesel que produce Pemex. El Gobierno mexicano tiene diez semanas para solucionar de manera amistosa la controversia iniciada por los estadounidenses y canadienses.

Tal asunto, sobra añadir, le ofrece al presidente López Obrador la posibilidad de estirar la liga para sacar la mayor raja política posible del desencuentro comercial con nuestros vecinos. Aprovechará el foro del 16 de septiembre para vociferar en contra del imperialismo, en contra del conservadurismo, su palabra preferida últimamente, y en contra de los que critican en particular su contrarreforma eléctrica.  

También se verá tentado el Presidente a seguir estirando la liga durante las semanas posteriores, ni duda cabe. Pero lo que no está claro es si va a parar antes de que la liga se rompa y la disputa acabe por ser llevada ante un panel de expertos. En ese caso las negociaciones se extenderán hasta, más o menos, mediados del siguiente año y en ese momento México habrá perdido no en uno, sino en varios frentes.  

Para empezar, la ley secundaria de la contrarreforma eléctrica no tiene nada que hacer frente a las disposiciones legales de un tratado internacional, de acuerdo con el artículo 133 de nuestra Constitución. Para continuar, entre más tarde en resolverse la disputa comercial, más probable será que disminuya la inversión privada que requerimos urgentemente para el resto del año y el siguiente.   

Y para finalizar, mientras más se siga obstruyendo el despacho por parte de la CFE de la energía eléctrica generada por el sector privado, mayor será la caída en la producción del sector eléctrico. En estos momentos se está generando ya un diez por ciento menos de la electricidad que se generaba a fines del sexenio pasado. 

 

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