No, no puedo dar la vuelta en “U”, como dice este novelista ultra conservador que hubiera aplaudido a rabiar la llegada de Maximiliano al poder. Este aprendiz de narrador, incapaz de juntar sujeto, verbo y complemento, descubrió que ya no puedo dar la vuelta en “U” para respetar la reforma energética ejecutada por el Peña Nieto, ese bandido destructor de la nación con el que tengo acordado un pacto secreto.

Sé que existen gigantescas inversiones en la industria eléctrica, hechas por los voraces pirruris extranjeros. Sé que valen 35,000 millones de dólares, más los que podrían llegar si yo impulsara las farmouts y Pemex se asociara con empresas privadas como lo permite la ley. También sé que mis detractores han insistido en la importancia de estimular la energía eólica y la solar para ser más competitivos, o sea, para generar más dinero, más excremento del diablo, que mi familia desprecia porque somos amantes de la pobreza franciscana de la que yo soy el mejor ejemplo al vivir en un palacio.

No, no quiero dar la vuelta en “U” y destinar los recursos públicos a obras de infraestructura, porque me conviene más regalar dinero a los “ninis” a las madres solteras y a los ancianos, siempre que voten por la 4T. Prefiero gastar centenares de miles de millones de pesos en la compra de la voluntad electoral de los marginados, en lugar de ayudar a la creación de empleos productivos que implicarían derechos laborales a los beneficiarios como las pensiones, las jubilaciones, afiliaciones al seguro social y al Infonavit. ¿Se trata de ayudar a la gente o de arraigarme en el poder?

No, no daré vuelta en “U”  para rescatar a los marginados del bienestar porque luego se olvidan de nosotros, ni puedo reabrir las guarderías infantiles ni las escuelas de tiempo completo ni aparecer de golpe como feroz enemigo de la delincuencia organizada, ni detener la construcción de Dos Bocas, aun cuando se termine la obra la mayoría  de los autos que se fabriquen serán eléctricos ni tampoco puedo detener el Tren Maya que nacerá quebrado al igual que el AIFA, por culpa de los mismos conservadores de siempre. ¿Reiniciar la construcción del NAICDMX? ¡Imposible!

Tenía que derogar la reforma educativa de Peña Nieto al oponerse a la expansión de la pobreza franciscana. Los graduados se especializan en técnicas de latrocinio con graves daños a la moral familiar. A más niveles educativos, más fifís, más enemigos de mi movimiento, más hambreadores del pueblo, más sacadólares, más envidias de los trabajadores, más opositores neoliberales, aun cuando financien con sus impuestos a mi 4T y creen empleos y generen divisas y riqueza.

Si de mi dependiera, lo juro por las barbas de Cristo, no quedaría un solo pirrurris por más que de ellos depende la economía nacional.

No, no me convertiré ahora en un lame botas de Biden ni me asociaré con los traga dólares para que nos vuelvan a saquear. No, no puedo respetar el T-MEC aun cuando nos cueste decenas de miles de millones de dólares al perder el panel eléctrico y se espanten los insaciables inversionistas. ¿Debo respetar la Constitución y si no que la patria me lo demande? ¿Los legisladores o los gobernadores de la oposición, esos bandidos que yo chantajeo con su patrimonio mal habido, son la patria o, tal vez, el pueblo apático y resignado me va a demandar sin considerar mi popularidad? Gobernar México es muy sencillo porque es un país de cobardes o de resignados o de corruptos o de ignorantes o de pobres o todo junto. A unos los controlo con la UIF o el SAT o con una tortilla, una botella de aguas negras gringas y un buen partido de futbol, en tanto a los poderosos empresarios los domino al cancelarles sus negocios y concesiones con un simple guiño ya que no existe ni existirá un Estado de Derecho que les brinde seguridad jurídica.

Hoy tendré la mayoría calificada en el Senado para militarizar al país o que se atengan a las consecuencias. No es amenaza, pero claro que lo es.

Sé que la expresión de mi rostro es la imagen misma de la derrota y que el desastre es inminente, pero cuento con el brazo armado del Ejército para domar a quien se atreva a levantarme la voz. No, jamás daré la vuelta en “U”.

PD: Memorias inconfesables, una novela política.

 

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