El próximo 5 de octubre constituye una fecha fatal para la supervivencia de la República, entendida como un sistema organizativo del Estado, donde el ejercicio del gobierno recae sobre una o varias personas, elegidas mediante voto popular o parlamentario, por periodos de tiempo limitados, para representar los intereses de los ciudadanos.

¿Por qué constituye una fecha fatal? Porque si las fuerzas militares ya operan hoy en día aeropuertos, ferrocarriles, bancos, aduanas y puertos, distribuyen medicamentos, libros de texto administran empresas turísticas, distribuyen vacunas, trasladan valores y la iniciativa presidencial, absolutamente reñida con los facultades y obligaciones constitucionales propias de las fuerzas armadas pretende militarizar la seguridad pública otorgándole un poder desmedido sin contrapesos, tal y como ahora mismo acontece ante la imposibilidad de auditar las construcciones, obras y administraciones a cargo del Ejército, entonces el futuro de la República ya está en juego. 

Pretender que el congreso se responsabilice de la actuación de la Guardia Nacional inserta en el Ejército en el contexto de un aborto operativo, representa otra intención  encubierta y dolosa para acatar las órdenes presidenciales atentatorias en contra de nuestra Carta Magna ya que la seguridad pública debe ser de carácter civil. ¿Con qué experiencia cuentan en la práctica los legisladores federales para erradicar el crimen, si la propia Guardia Nacional no pudo extirparlo de la sociedad a pesar de que ya actuaba como un cuerpo bajo control militar, en el entendido que el 80% de sus 110,000 efectivos provenían del Ejército y de la Marina? ¿Dicha guardia también gozará de fuero militar?

Con la presente columna pretendo demostrar las catastróficas consecuencias en contra de nuestra democracia de llegar a prosperar dicha reforma constitucional. ¿Razones? Si en la sesión del senado del día 5 de octubre, la iniciativa presidencial fuera aprobada ahora sí por una mayoría calificada, se estaría pavimentando el camino para destruir el INE por medio de otra reforma constitucional depredadora para volver así a los años de la dictadura porfirista, cuando el tirano declaraba “quien cuenta los votos gana las elecciones.”

La generación anterior luchamos y logramos constituir un organismo independiente dedicado a efectuar elecciones transparentes e inatacables que respetaran la voluntad popular, sobre todo después de la desastrosa cadena de fraudes electorales padecidos a lo largo de la dictadura perfecta de triste recuerdo.

Una reducida oposición integrada por senadores de diversos partidos dieron la semana pasada una emocionante lección de amor y respeto a la patria, pero en los próximos días serán víctimas de chantajes y amenazas ominosas de los siniestros cancerberos de López Obrador, de la misma forma que las padecieron un buen número de gobernadores que se rindieron a los chantajes presidenciales y entregaron el poder a Morena, con tal de no ver ensuciada su imagen pública o correr el peligro de ser perseguidos por el SAT o la UIF con el consecuente riesgo de verse privados de la libertad.

Es evidente que Alejandro Moreno pasará a la historia, entre otras razones, como el enterrador del PRI, solo que también en dicho partido, como en el PAN, en el PRD y en MC, existen todavía, los conozco, legisladores con un gran sentido del honor y de la dignidad que habrán de resistir las execrables artimañas de los morenistas, ignorantes del destino que les espera cuando empecemos a reconstruir nuestra democracia. 

Ahora, por lo pronto, pondremos la atención en el destino del voto de los senadores el día 5 de octubre, porque si AMLO logra la mayoría calificada en materia de militarización con los respectivos objetivos dolosos encubiertos, será relativamente sencillo reformar el INE y acabar con el árbitro electoral con la idea de volver al gobierno desventurado de un solo hombre. El 5 de octubre estará en juego la suerte de nuestra República democrática para proceder a instalar no una dictadura de izquierda, sino una de carácter neofacista, que requiere la presencia de un ejército poderoso, así como la erradicación de la disidencia.

 

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