Queridos lectores: no me refiero hoy a las bandas musicales, sino al número creciente de bandas o grupos juveniles vinculados a conductas delictivas en León.
Son grupos organizados, con un líder, no siempre fácilmente identificable y que operan en un territorio definido. Hay pocos estudios en la ciudad sobre ellos (y ellas) y expreso aquí, lo que he podido conocer y trabajar. Estos grupos se caracterizan por tener una estructura muy jerarquizada, con normas de cohesión, fidelidad y disciplina entre sus integrantes y derivan en conductas que algunas veces son violentas y que causan alarma social.
Algunos estudios afirman que el principal motivo por el cual un joven se afilia a bandas juveniles que son violentas, es la búsqueda de protección. Aunque no hay un tamaño definido de miembros (puede ser desde una docena hasta cinco veces mayor), el número de bandas es creciente en León y está originado por: la escasez de oportunidades, la pobreza, el entorno agresivo y una subcultura de aceptación del delito. En León existen unas 1,200 bandas formadas por unos 30,000 jóvenes; esto es, alrededor del 7 % de los jóvenes leoneses están en alguna.
Pasé mi vida en medio de los jóvenes, ya viviendo en las colonias populares del sur de Guadalajara conviviendo con drogadictos; dirigiendo un enorme bachillerato con los salesianos aprendiendo en “sistema preventivo” de Don Bosco; en la formación del SABES en las regiones más olvidadas de los programas educativos; ya por dos décadas en Las Joyas para la secundaria Institución Juvenil de León; o como profesor universitario, hasta haber sido rector de la universidad pública más popular por accesible de León y hoy aquí en la realidad de su vulnerabilidad buscando su reinserción social en Ciudad del Niño Don Bosco. Por eso me atrevo a escribir sobre una realidad que no me es ajena. Hemos descuidado gobiernos, empresas y sociedad, el tejido social y el efecto que esto tiene en los jóvenes sin alternativas de educación y empleo, que entran al mundo de las conductas de riesgo.
Las pandillas están ubicadas principalmente en la zona poniente de la ciudad en colonias como: Las Joyas, Piletas, Vista Hermosa, Vibar, Chapalita, San Miguel, Convive, León I, San Juan Bosco y Los Olivos. Algunas de estas bandas incluso, vinculadas a grupos criminales. Lo dramático es que, en los últimos años, el reclutamiento de jóvenes pandilleros ha crecido, pues los grupos criminales contratan a jóvenes menores de edad, que al cumplir la mayoría de edad se transforman en grupos delictivos. Comprobamos en el potente programa de reinserción social de Ciudad del Niño Don Bosco, que todo es debido a la falta de oportunidades que los jóvenes son fáciles de perder el rumbo.
Son muchas las acciones que debemos hacer todos. Desde el gobierno, contar con bases de datos geo referenciadas, identificando el perfil de las pandillas y que mida los delitos que cometen las más conflictivas en los polígonos “rojos”: riñas en la calle, beber en la vía pública y el consumo de drogas. Por eso, aquí, en Santa Rosa Plan de Ayala, trabajamos en buscar opciones de vida laboral, de salud y de deporte. El gobierno tuvo un programa muy efectivo; el programa Lobo se estableció en 1997 por iniciativa del gobierno municipal y actualmente sigue operando. Ha sido tan exitoso que fue utilizado como modelo en varias ciudades del País. Utiliza al igual que en el modelo salesiano: campamentos, estudios y actividades recreativas y de capacitación para el empleo para los chavos. Nosotros atendemos en Ciudad del Niño a chavos en vulnerabilidad con edades entre 16 y 24 años con problemas de desorientación, pandillerismo, farmacodependencia y violencia social. Aquí atendemos el efecto de los problemas psicosociales (adicciones, violencia intrafamiliar, embarazos no deseados, pocos estudios escolares, falta de comunicación familiar, pandillerismo, etc.). En León hay más de 600 mil jóvenes; requeriríamos más cobertura para todos los chavos que atendemos en Ciudad del Niño Don Bosco y que el Programa Lobo pudiera crecer con más presupuesto. Esto es, rescatar a los jóvenes que se encuentran en situación de vulnerabilidad, aprovechando los liderazgos naturales de su entorno, para asegurar su formación, desarrollo y reinserción familiar y social, para que encuentren su felicidad. Aquí damos esa batalla, por las bandas y los chavos que las forman.