Los tiranos contratan servicios de biógrafos para dejar un testimonio de su paso por la dictadura, cuando en realidad solo pretenden una trascendencia inmaculada al abandonar el poder, ya fuera como precaución ante de la posibilidad de un golpe de Estado o de un atentado en contra de su vida o simplemente porque a edad provecta se apartarán del mundo de los vivos. Dichos primates intentan impedir inútilmente la versión que consignarán los historiadores para describir los alcances de la autocracia que construyeron a espaldas de sus pueblos.

¿López Obrador piensa que su catastrófica gestión pasaría inadvertida ante el juicio sereno y objetivo de los historiadores, además de otros que retomen las investigaciones en torno a la hecatombe de su administración en un futuro inmediato? La verdad inevitable ya ha empezado a surgir a la luz de la publicación de revelaciones obtenidas a través de un poderoso colonoscopio que le hará saber a la sociedad los niveles de putrefacción de la coprocracia en que se ha convertido la Cuarta Transformación, el salto al pasado del que solo los privilegiados de la Dictadura Perfecta quisieran acordarse.

Cuando Hitler le declaró la guerra a Estados Unidos en diciembre de 1941, con el argumento de que la sociedad estadounidense era un “despreciable crisol de culturas y una democracia capitalista decadente”, y medio mundo ya se había aliado o estaba por aliarse en contra de los nazis, la peor generación de criminales conocida en la historia de la humanidad, el máximo líder de los asesinos nazis nunca pensó que 4 años más tarde no quedaría una piedra sobre la otra en Alemania. Basta con ver las fotografías de Berlín en 1945.

De la misma manera en que Hitler fue un suicida, válgase la comparación con sus debidas distancias, López Obrador también lo es desde que le declaró la guerra a periodistas, a empresarios, a partidos políticos de la oposición, a conservadores, según su dicho indigerible, a la cultura, al cuerpo diplomático, a los segundos mandos del ejército, al propio Biden con algunas reservas, a un número interminable de inversionistas extranjeros, a los intelectuales, a los fifís, a los pirruris, a los pobres que ha multiplicado por doquier, a la educación y a quien el respetado lector desee incluir al pasar la vista por estas breves líneas.

López Obrador está rodeado de enemigos internos y externos, muchos de ellos especialistas en el arte de aventar la piedra y esconder la mano, tal y como ha empezado a acontecer en nuestros días. No es casualidad el hecho de las sonoras y deslumbrantes filtraciones de Ayotzinapa ni las estremecedoras fotografías y documentos jaqueados del Ejército Nacional ni los que falten por salir a la luz pública en los próximos días sin conocerse, claro está, la identidad del espía ni de quienes acordaron revelar documentos secretos que el gobierno jamás hubiera deseado que se filtraran a la prensa para exhibir una radiografía perfecta del régimen mexicano más devastador de los tiempos modernos.

¿AMLO pensó que podría maltratar a propios y extraños al ser titular de un poder omnímodo? ¿En su feroz autoritarismo y patética intolerancia, nunca entendió el significado de la sabiduría popular cuando gritaba a voz en cuello, aquello de: “quien siembra vientos recoge tempestades.”? ¿Era muy difícil comprender que “quien a hierro mata a hierro muere”?

Lo grave de la destrucción de la 4T no consiste en el aniquilamiento político de AMLO, ¡qué va!, sino en las ruinas que los actuales ciudadanos avergonzados heredaremos a las futuras generaciones, a las que les corresponderá volver a construir la economía, los servicios de salud, se seguridad y de educación imprescindibles para elevar a los mexicanos a la altura mínima exigida por la más elemental dignidad humana.

México no quedará como Berlín, no, pero el daño ha sido profundo en todos los órdenes de la vida nacional. Por lo pronto, preparémonos para asistir al desplome del ídolo de pies de barro que en su estrepitosa caída habrá de sepultar en el atraso a más millones de mexicanos. Sometámonos a la Constitución. ¿Cuándo aprenderemos a reconocer las felonías propias del populismo? ¡La verdad siempre aflora.!

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