Cuando la noche del jueves publicamos en mi programa de Latinus el escándalo del histórico hackeo al Ejército mexicano, el primer impulso de los propagandistas del régimen fue descalificar la información: es un montaje, se apresuraron a decir.
A la mañana siguiente, el presidente López Obrador desmintió con contundencia a su propia grey. Cuando le preguntaron de las revelaciones del hackeo, contestó: “todo lo que se dice ahí es cierto”, declaró.
Evidenciados en su falta de coordinación inicial, corrigieron dos días después. El fin de semana, el mensaje del presidente y sus voceros fue uno: todo ya se sabía.
No. No todo se sabía. Este gobierno adicto a la mentira nunca reveló que el presidente fue hospitalizado de emergencia. Que tuvo que ir por él a su rancho en Chiapas una ambulancia aérea. Que en el Hospital Militar le diagnosticaron angina inestable de riesgo alto. Todo eso fue disfrazado como un cateterismo de rutina. El gobierno tampoco reveló otras dos hospitalizaciones por gota e hipotiroidismo.
Sabiéndose expuestos por los hackers Guacamaya y como mecanismo de defensa ante lo que saben que contienen esos archivos, López Obrador y sus publicistas han tratado de hacer creer que los 6 terabytes de información (que si fueran solamente texto, sin fotos ni videos, equivaldrían a ¡35 millones de documentos!) sólo contenían de relevante el estado de salud del primer mandatario. AMLO jugueteó con el tema el domingo de gira por Oaxaca y el lunes en la mañanera: “Tengo otros achaques y ya estoy chocheando”.
Ese ha sido el tercer acto. El primero fue decir que era un montaje, el segundo que todo ya se sabía y el tercero asegurar que la salud de López Obrador es buena. Regresó la narrativa del corredor keniano. Los loros tratando de ensordecer a la Guacamaya. Y todo, con el objetivo de desviar la atención del fondo del asunto: la seguridad nacional está expuesta, el Ejército no supo cuidar sus informes confidenciales de inteligencia ni los nombres de los soldados a los que ordena jugarse la vida, y ese Ejército es el que hoy manda en México, al que se le ha dado todo el poder y todo el dinero, y que quiere más.
El gobierno está en jaque. No sabemos aún todo lo que contienen los expedientes expuestos. Se irá sabiendo con el tiempo. Muchas organizaciones periodísticas han recibido ya la información y están hurgando. Lo que ahí se encontrará es de pronóstico reservado. Por la naturaleza misma del hackeo y cómo se está revelando, apunta para ser un incesante y doloroso goteo de escándalos que sigan desnudando las mentiras del gobierno.
La reacción oficial es previsible. La que ha sido siempre en este sexenio. Frente a los hechos, los documentos, las fotografías, los videos, su respuesta es el insulto a quien los ha puesto en evidencia. Incapaces de desmentir, el único recurso que les queda es calumniar.
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