Cuando visité Túnez en el 2014, me impresionó ver tanto militar en las calles sosteniendo sus metralletas. Me topé con un tanque de guerra cerca de la embajada de Francia, cuyo espacio estaba rodeado por alambres de púas. Lo sentí muy intimidante y me causó temor. Para este país era entendible tener esta protección por estar cercano a los conflictos de Libia, que es su vecino.
No hubiera imaginado que ahora en México vería con normalidad a guardias armados paseando en la caja de camionetas por las calles. Valga la observación de que no tenemos ataques de ningún país colindante, tristemente los ataques se encuentran dentro del mismo País.
Recientemente quedó aprobada en el Senado la reforma legislativa impulsada por el gobierno para que la Guardia Nacional, que es una fuerza creada bajo el mando civil de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, pase al mando de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) conjuntamente con el Ejército y la Fuerza Aérea. Amnistía Internacional criticó esta reforma por considerar que generará más violaciones a los derechos humanos en el País. Otros organismos se unieron a la polémica calificando el hecho como una clara y progresiva militarización de la nación.
¿Cómo tomará esta reforma la mamá de Heidi, niña de cinco años, asesinada por militares el pasado agosto cuando no había enfrentamiento alguno entre criminales y militares?
Ahora que la Guardia Nacional deja de ser civil y pasa a la Sedena escuché el punto de vista de una policía que decía que este hecho representaría un retroceso de años, ya que muchos mandos militares que quedaron en la Guardia Nacional no saben ni abrir un correo electrónico, no conocen que es una medida cautelar, algunos dicen haber escuchado del informe policial homologado y en lugar de dar una instrucción reciben una clase del sistema penal acusatorio. Este desconocimiento se encuentra en cargos de dirección. ¿Cómo un director general desconoce funciones tan esenciales con esa responsabilidad? Se pregunta esta mujer y pide al Presidente conozca las verdaderas tareas que realizaban como policías. Continúa diciendo que: “el cambio no está en ser un militar, el cambio está en conocer a la sociedad y contra lo que te enfrentas. La seguridad pública no es un enfrentamiento, es tener contacto con el ciudadano, conocer las molestias personales que tiene y las de la comunidad y tratar de subsanarlas. El militar, realmente, solo tiene un mundo donde obedece y no piensa. El policía debe ser pensante, lo hemos visto en muchas ocasiones, en cuestiones de segundos debe decidir si usa su arma o no. No espera una orden porque al esperarla puede perder la vida”.
Se habla de que los militares no están formados con un enfoque de seguridad ciudadana adecuado para tratar con civiles y de los numerosos casos de torturas, violaciones o desapariciones forzadas de los que han sido acusados. ¿Es necesario tener más ejército? ¿Solucionará los problemas de inseguridad?
LALC