Sobre advertencia, no hay engaño: está por suceder una crisis sin precedentes en la tragedia migratoria latinoamericana que vemos en México. La decisión del Gobierno mexicano de colaborar con una nueva estrategia punitiva del gobierno actual de Estados Unidos, que en esta materia ha demostrado ser muy parecido al anterior, hundirá a miles de venezolanos que aspiran a llegar a la frontera norte de México en la más profunda zozobra.
Es fundamental entender el calibre del éxodo venezolano en los últimos años y el infernal camino que miles de estas familias -porque en este caso, muchos son familias- han seguido para llegar a México. La pobreza y la falta de libertades en Venezuela han expulsado a millones de personas hacia todo el continente. Los venezolanos han llegado a Chile, Colombia, Ecuador y, ahora, a México con el anhelo de alcanzar Estados Unidos. Muchas voces expertas sugieren que, de no ser por el inmenso éxodo ucraniano provocado por la brutal agresión rusa, el exilio masivo venezolano sería, sin ninguna duda, la más grave tragedia migratoria de nuestro tiempo.
Esa tragedia se hace todavía más grave por la naturaleza del camino hacia México. Los venezolanos, y vale la pena insistir en que estamos hablando de familias con niños pequeños, se ven obligados a cruzar por el llamado paso del Darién entre Colombia y Panamá. Llamarle intransitable es quedarse muy corto. Los testimonios de aquellos que han logrado superar la inhóspita selva, la falta de oxígeno en las alturas y las agresiones constantes de las bandas delincuenciales que ahí operan dan fe de una tortura de verdad terrible.
Hace poco conversé con un par de migrantes venezolanos que me contaron su experiencia. Los gritos, desesperación, agonía que implica cada paso ahí. Dicen que “huele a muerte” y que es posible ver los cuerpos tirados de migrantes que no pudieron más. Nada de esto es cuestión de opinión o de experiencias personales de excepción: todo está documentado por agencias internacionales, independientes.
Esa es la realidad de lo que enfrentan la gran mayoría de esos migrantes venezolanos que ahora estarán varados en México, sin refugio ni esperanza real de asilo en las ciudades del norte de México o atorados en Chiapas o Oaxaca, sin un centavo, durmiendo en las calles, con niños que alimentar.
No hay razón para suponer que no enfrentarán las mismas torturas que otros grupos, sobre todo cubanos y centroamericanos, han experimentado en el pasado. Pienso en horrores como la esclavitud sexual. Para los venezolanos, sin embargo, la situación será considerablemente peor por un asunto meramente geográfico. No es lo mismo tener que regresar a Guatemala, Honduras o El Salvador. Ni la distancia es la misma, ni el costo. Para muchos de estos migrantes venezolanos, no hay nada ya en Venezuela y volver implica prácticamente condenarse a la miseria. Han emigrado porque no tienen nada allá, ni nada que perder.
Volver simplemente no es una opción.
La pregunta entonces es: ¿qué hará el Gobierno mexicano? a juzgar, por lo que ha sucedido con otros grupos migrantes, lo que hará será agredirlos y perseguirlos; utilizarlos y hacerles la vida imposible con la esperanza de que de alguna manera desaparezcan. El Gobierno insiste en que protege a los grupos migrantes: es una mentira cínica. Desde hace mucho tiempo, pero sobre todo en este Gobierno, lo que se hace es exactamente lo opuesto, pero el éxodo venezolano implica riesgos mucho más grandes de una crisis humanitaria de proporciones terribles. Insisto: sobre advertencia, no hay engaño. Si no se les atiende y ayuda con la humanidad y decencia que merecen, lo que veremos será una vergüenza histórica. Una más en materia migratoria.