La frase “infancia es destino” se atribuye a que los primeros años de vida marcan nuestra trayectoria para siempre. Se refiere a que los acontecimientos y experiencias que se viven a corta a edad influyen en la vida adulta. Tal parece ser el caso del asesino Jeffrey Dahmer, cuya historia de vida ha sido convertida en una popular serie de Netflix. Un chico que creció solitario, falto de amor y atención, frustrado por la mala relación que llevaban sus papás provocándole estrés, una baja autoestima e inseguridad. Su padre reconoce que fue una mala influencia para él y no tenían una buena comunicación. Dahmer provocaba sufrimiento a sus víctimas sintiendo que el castigo era para él mismo por sentir que mataba a su propio padre.
La realidad es que tu pasado influye, pero no marca tu destino. Aunque en la infancia comienza a forjarse todo nuestro ser, existe la resiliencia con la cual se puede luchar contra las adversidades y no permitir que situaciones vividas en los primeros años influyan en nuestra vida adulta. La resiliencia es el proceso de adaptarse bien a la adversidad, a un trauma, tragedia, amenaza o fuentes de tensión significativas, como problemas familiares o de relaciones personales, problemas serios de salud o situaciones estresantes (Diccionario Oxford Languages).
En vez de quedarnos con la frase fatalista de “infancia es destino” es mejor trabajar en la que dice “carácter es destino”, que implica que en situaciones de crisis y adversidad podemos ser capaces de crear oportunidades. No tienes que estar en una situación extrema para buscar coyunturas para tu desarrollo y bienestar.
Me parece admirable la gente que pasa por situaciones difíciles y no se deja vencer; que siempre está en busca de oportunidades y no espera que le lleguen. Tal es el caso de Gabriel, quien vivió su infancia en la pobreza. Además, debido a un mal entendido fue obligado a casarse a los 16 años. No terminó sus estudios básicos porque tuvo que empezar a trabajar para cumplir con las responsabilidades de ser proveedor de su nuevo hogar tal y como se esperaba en la pequeña comunidad donde vivía. Buscó empleo en una empresa y tomó todos los cursos que le ofrecieron para capacitarse. Así fue que aprendió sobre construcción, electricidad, plomería y hasta jardinería. Cuando deja la compañía se dedica a hacer chambitas y un tiempo después se independizó poniendo su propio negocio de mantenimiento de casas. Reparaba y remodelaba cualquier vivienda. Al ver su compromiso y buen trabajo le piden hacer una casa. Acepta el reto sin miedo y entrega una obra bien hecha que le da reconocimiento. Hoy se ha cotizado como constructor y se encuentra muy solicitado. No estudió arquitectura, pero su labor atestigua sus conocimientos mejor que un título. Como me dijo Gabriel recientemente: “Yo nunca dije que no a un trabajo y nunca me dio miedo entrarle, siempre le echo ganas”. Esta es la actitud que debemos tener como mexicanos/as y salir del conformismo y resignación.
LALC