En esta última semana muchos mexicanos estamos preocupados por la reforma electoral que el oficialismo propone. Es una acechanza sobre las condiciones democráticas del país, por la posibilidad de establecer un autoritarismo con deriva dictatorial. Se suda frío.

Sin embargo, estamos dejando de lado otras señales de alerta que deberíamos de escrutar puntualmente. Me refiero al despido de todo el equipo negociador de tratados internacionales de la Secretaría de Economía, decidido por la nueva Secretaria, proveniente del núcleo ideológico duro del presidente. Se trata de un pésimo indicio.

En momentos tan complejos de las relaciones internacionales, todo en México se intenta descifrar mirándonos al ombligo, sin darnos cuenta de que la geopolítica ha recuperado su importancia, la cual había perdido desde la guerra fría. En ella, México, el “patio trasero” de los Estados Unidos juega un papel estratégico, muy delicado. Históricamente no hay que olvidar el caso del telegrama Zimmermann, en el que Alemania en enero de 1917 propuso a México entrar en la guerra como su aliado y así  vencer a los norteamericanos.

En una mañanera de esta semana, nuestro Ejecutivo equivocó el nombre oficial de un país: Rusia. La denominó con el nombre que ostentaba durante los años del mundo bipolar: Unión Soviética. El pequeño tropiezo pudiera quedar enclavado en la serie de disparates que López vierte diariamente sin recato alguno. Pero este no. Devela que en su cabeza aún existe el Estado Soviético y que este es el verdadero amigo de México. Para él es fácil llegar a esta interpretación ya que la realidad se divide entre blanco y negro, yo y tú, nosotros y ellos. Solo hay dos sopas.

En momentos en que la vida como la conocemos está en peligro por la sola posibilidad de empleo de armas termonucleares, mucho más potentes que las atómicas, y ante la derrota que va sufriendo Rusia (la URSS, para López) luego de la invasión sobre su vecino Ucrania, alinearse y mostrar simpatía por Vladimir Putin no es la mejor idea para un país que tiene una frontera de tres mil kilómetros con Estados Unidos y es su socio comercial.

Frente al desacuerdo relativo a los términos energéticos del T-MEC, el recambio de Secretaria a media negociación y la incrustación en Economía de una pieza del entorno más ideologizado del presidente, augura la decisión de patear el acuerdo de libre comercio vigente. Pero no solamente por los caprichos mexicanos, de refundar un mercado energético basado en monopolios estatales, como en la vieja Unión Soviética, sino alineado a los intereses de Putin, de asestar un duro golpe económico a sus enemigos, al desajustar el comercio de su principal socio comercial y de proveeduría industrial. ¿Cómo le iría al dólar y a los mercados mundiales? Putin esbozaría una sonrisa de satisfacción.

No dudamos que una jugada de esos alcances pondría felices a los participantes latinoamericanos del Foro de Sao Paulo: Maduro, Ortega, Evo y Fernández, convirtiendo al presidente de México en el líder del movimiento. El éxtasis para un narcisista estaría a mano.

Pero pensando en Guanajuato, el problema se ve de otra manera. Se liquidarían, con la salida del tratado, muchas de las ventajas de las diversas industrias asentadas en el terruño. Sería un magnífico plan para depauperar a la entidad que promete que “el gobierno de AMLO se las …”, aun cuando iríamos a pique junto con otros estados del centro y norte del país. Al fin los sureños, especialmente los tabasqueños, son más inteligentes que el resto, dice el secretario de Gobernación. Pronto, todos estaríamos sumidos en la pobreza.

Esta es una estrategia de pinza, por un lado, el ataque y liquidación del INE y de la alianza opositora en automático, en tanto por el otro, el posible alineamiento con Putin para dañar la economía de Estados Unidos, en un momento bélico crucial, con Estados Unidos con elecciones parlamentarias y Trump activo. Algo más complicado y preocupante de lo que parece.

 

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