México nunca disfrutó las enormes ventajas de crecer en el contexto de una democracia ni por ende pudimos evolucionar en el marco de un Estado de derecho. La democracia en México comenzó, con efímeras excepciones, cuando en 1997, Zedillo perdió el control del Congreso de la Unión.

“México está listo para la democracia” y no me presentaré en las elecciones de 1910, declaró Díaz, el tirano. Al incumplir su palabra, estalló la Revolución Mexicana y huyó del país. El dictador tenía razón: tan México sí estaba listo para la democracia, que no nos importó destruir la economía y dar la vida a cambio de la libertad.

En 1920 Carranza intentó el Maximato a través de Ignacio Bonillas. ¿Resultado? Fue asesinado en Tlaxcalantongo, al igual que Obregón fue masacrado a balazos en 1928 al violar el principal postulado de la Revolución, sufragio efectivo no eeelección. ¿Está claro? 

Huerta asesinó a Madero para ser también depuesto y obligado a huir del país para morir en un cuartel estadounidense antes de ser masacrado por las balas liberales. 

Cuando en 1924 Obregón impuso a Calles, otra vez apoyado por el ejército, estalló una sangrienta rebelión preelectoral en el “grupo sonorense”, con el exterminio de una parte fundamental de la alta jerarquía militar. México estaba en contra de las imposiciones, como lo debe estar en nuestros días.

El Maximato callista se extinguió cuando Cárdenas largó a Calles a Estados Unidos. Aquél fundó entonces la “Dictadura Perfecta” que sobreviviría casi todo el siglo XX.

Varios presidentes pensaron en reelegirse, pero la cultura política anti reeleccionistas lo impidió. Las elecciones de 1958, 1964, 1970, 1976 y 1982, fueron inequitativas y los candidatos de la oposición carecían, en su mayoría, de solvencia política.

En razón de las repetitivas crisis económicas finalmente se politizó la sociedad y empezaron a darse elecciones competidas. Sin embargo, a pesar del catastrófico movimiento del 68, de la devaluación del peso en 1976 y en 1982, entre otras más, el pueblo de México siguió votando incomprensiblemente por el PRI.

A pesar de lo anterior, se crearon los diputados de partido para facilitar la presencia de los partidos de oposición en el Congreso, se emite la LOPPE, la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procedimientos Electorales, se promulga el COFIPE el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales, el IFE y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la federación como órgano especializado en la materia, lo anterior, no como un obsequio del gobierno sino como una exigencia de la sociedad.

La ciudadanización del IFE impulsó la democratización del país. 3 de 4 elecciones a partir de 2000 las ganaron candidatos opositores como Fox, Peña y AMLO. Nunca habíamos disfrutado una alternancia presidencial a lo largo de nuestra historia electoral como en los últimos 25 años.

No debemos volver a padecer los horrores de un partido hegemónico, dueño de nuestra voluntad política, en contra de la diversidad ideológica de la nación. No podemos desperdiciar los esfuerzos de nuestros ancestros, quienes pagaron con su vida la libertad que hoy disfrutamos.

Los mexicanos construimos un sistema electoral invulnerable y válido en el que se finalmente respeta la voluntad popular. AMLO pretende derogar los esfuerzos históricos democratizadores para convertirse en un nuevo Cárdenas, el dictador perfecto con supuestos apoyos ciudadanos.

No permitamos el acceso de otro partido hegemónico. Nuestros ancestros pagaron con sangre la libertad que hoy disfrutamos: no la desperdiciemos. Destruir al INE implica acabar con el árbitro electoral, con el principio de Sufragio Efectivo. No reelección y con el Estado de Derecho. No a la reelección, no a otro Maximato. Defendamos al INE para no volver a ser un país de bárbaros.

Cuando Díaz se opuso a la democracia, estalló la revolución y huyó del país. Cuando Carranza intentó un Maximato, fue asesinado. Cuando Obregón violó la Constitución, fue asesinado. Cuando Calles intentó eternizarse en el poder fue largado a EU: Aprendamos de la historia. Ninguno de ellos calculó el peligro de atentar en contra de nuestra democracia. ¿AMLO sí lo calcula bien?

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