Trataré de sintetizar las dos formas que se han inventado para designar representantes de los ciudadanos a un congreso o parlamento. La reciente propuesta de reforma electoral del presidente de la República contiene la eliminación del método de mayorías para adoptar un esquema de representación proporcional puro para elegir diputados y senadores, reduciendo también su número.
Una forma de elegir un representante es dividir el territorio en distritos electorales, en los cuales se establece una competencia entre diversos candidatos. El que saca más votos, gana. A este procedimiento se le llama de mayoría, y es utilizado en Inglaterra y Estados Unidos. Este diseño tiene efectos en el sistema de partidos, porque normalmente conduce al bipartidismo. Si usted desea implementar una competencia que elimine organizaciones partidarias, use el sistema de mayoría, que terminará produciendo un enfrentamiento entre solo dos fuerzas. Estados Unidos tiene a demócratas y republicanos, Inglaterra a liberales y conservadores.
La otra opción es conformar circunscripciones territoriales por cada estado de la República, en donde cada partido presente una lista de candidatos. En la elección se vota por cada partido, y entrarán como representantes el número de postulados que les dé el porcentaje obtenido en la votación. Si las posiciones son 10, y tres partidos sacan el 30% cada uno habrá ganado tres diputados y un último representante se asignará para el que obtenga el resto mayor, que pudiera ser un cuarto partido. Matemáticamente se distribuyen los escaños y se garantiza la representación de todas las fuerzas contendientes. Su efecto en el sistema de partidos es el multipartidismo. Muchos países europeos utilizan esta fórmula. 
El método de representación proporcional pura es el que menos distorsiones presenta. Cuando se afirma que por los diputados de representación proporcional nadie vota, estamos ante una gran mentira, porque votamos por listas plurinominales impresas al reverso de nuestra boleta.
Por otra parte, el problema más serio que presenta el sistema mayoritario es que si la votación es muy cerrada y finalmente un solo partido se llevara la mayoría de las posiciones, se dejaría sin representación a un enorme porcentaje de la población. Miren, si un partido gana con el 51% de los votos en cada uno de los distritos, al final quedaría sin representación el 49% de los electores. 
Para evitar estas distorsiones se han inventado métodos híbridos que combinan a los sistemas de mayoría con los de representación proporcional, para matizar las deformaciones que se presentan en el esquema de mayoría pura. Es el caso de México en el que se combinan ambos sistemas: 300 diputados por mayoría y 200 plurinominales, distribuidos en cuatro circunscripciones.
Esta combinación de sistemas enfrenta un problema: la posibilidad de sobre representación de un partido, cuando gana muchas mayorías. Es el caso legendario del PRI y ahora de Morena. Dicha situación la resolvió Guanajuato de forma científica en 1994, mediante un modelo matemático propuesto por los investigadores del Centro de Investigaciones Matemáticas (CIMAT). La ecuación resolvía el problema de la sobrerrepresentación. Pero los intereses egoístas de los partidos, necios en asegurar un escaño para su líder, eliminaron tontamente esta legislación. El tema, un tanto olvidado, se puede consultar en esta liga: https://redaccion.nexos.com.mx/por-que-plurinominales-una-historia-personal-de-la-democracia-en-mexico/
La propuesta que el gobierno ofrece en su reforma electoral elimina de plano el método de mayoría para sustituirlo por uno de representación proporcional pura. El problema que se evidencia es que el sistema de partidos mexicano tiene bloqueada la democracia interna de los institutos políticos. En lo doméstico, la dirigencia de cada partido tendría capacidad de formar sus listas plurinominales a contentillo de su camarilla autocrática. Sería una vía para engordar, aún más, las partidocracias actuales que enseñorean a las organizaciones partidarias. ¡Cuidado! La fiesta del dedazo quedaría garantizada. 
Debemos defender a la institución con la cual se ha avanzado para mejorar las elecciones en nuestro país. Incluso hay que marchar en su defensa. Sin embargo, hay que ser conscientes y reconocer que las votaciones en México no son limpias. Su legitimidad está comprometida por culpa de partidos y gobiernos que condicionan y compran votos descaradamente, sin que las fiscalías conformadas para perseguir delitos electorales los investiguen, persigan y castiguen. Ese es el gran tema pendiente y es también el generador de la corrupción que nos carcome. 

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