Muy a pesar de su aguzado olfato político, López Obrador subestimó la paciencia y la madurez de la ciudadanía cuando declaró en 2019 aquello de “No crean que tiene mucha ciencia el gobernar.”
AMLO, después de haber jurado respetar y hacer respetar la Constitución, se sintió inaccesible a la ley, invencible en las urnas, e intocable en relación a los 30 millones de seguidores que lo encumbraron en el poder, hoy decepcionados mucho más de la mitad.
¿Llegó a pensar en sus devaneos que nadie lo confrontaría en pleno siglo XXI? ¿Se contemplaba en palacio como un nuevo tlatoani similar a Moctezuma Xocoyotzin cuando imponía severos castigos a los mexicas si osaban mirarlo a los ojos?
¿Creía en su patética autosuficiencia que mentir 82 veces al día no lastimaría su imagen pública o que el surgimiento de 5 millones de pobres, solo durante su administración, carecería de consecuencias, de la misma manera, en que la sociedad no reaccionaría jamás ante los 750,000 muertos por la pandemia, los 150,000 homicidios dolosos, los 80,000 desaparecidos, los miles de niños muertos de cáncer por la falta de quimioterapias, o por la extinción de los servicios públicos de salud o por la falta de medicamentos, para ya ni hablar de las vacunas para niños? ¿Creyó que la falta de empleos formales o la destrucción del sistema educativo o la brutal expansión de la inseguridad, la consolidación de la impunidad, la cínica propagación de la corrupción, no impactaría en todos los sectores de la nación? ¿Pasaríamos por alto el asesinato de casi 40 candidatos a puestos de elección popular? ¿Supuso que la cancelación de ayudas financieras a la pequeña y mediana empresa, la supresión de subsidios al campo, la ausencia de certeza jurídica entre inversionistas nacionales y extranjeros, las violaciones al T-MEC, los monstruosos desperdicios de recursos públicos en obras suicidas de infraestructura, no reportarían consecuencia alguna? ¿Nunca nadie se quejaría por el ilegal y aberrante saqueo de los fideicomisos públicos?
¿El disparo de la inflación, el peor impuesto a cargo de los pobres, el costoso desprecio de las energías limpias y baratas, el grave daño mundial a la marca México, la irresponsable división entre los mexicanos para conquistar aún más poder, las imperdonables agresiones a los organismos autónomos, creados para garantizar la supervivencia de nuestra democracia, no repercutirían negativamente en el humor social, de la misma manera en que acontece con la violenta penetración del narcotráfico que ha dañado el tejido colectivo?
¿Pensará que somos una nación de idiotas, cobardes, tímidos, ignorantes y apáticos que no hemos adquirido todavía conciencia del papel del crimen organizado en las elecciones, todavía locales, y estimará en sus delirios de grandeza, que al día de hoy tenemos un mejor país con esperanza en el futuro?
¿Supondrá que el incumplimiento de sus promesas no gravitan en el ánimo público, como cuando sentenció que creceríamos económicamente al 4%, que descendería el precio de la gasolina y del gas, que sacaría al ejército de las calles, que ahorraría 500,000 millones de pesos en el combate a la corrupción, que encarcelaría a la “Mafia del Poder, que Pemex y CFE serían rentables, que nuestras mujeres vivirían más seguras, que cancelaría los cobros de piso de los narcos, que disminuiría la migración mexicana a EU, que el Fiscal General sería autónomo y que él sería “el mejor presidente de la historia?”
El domingo 13 de noviembre, la fecha del principio del final de la 4T y de Morena, al menos eso espero, no solo protestamos en 52 ciudades para defender al INE y a nuestra democracia y, por ende a nuestro Estado de Derecho, sino que también marchamos para oponernos, primero en las calles y más tarde en las urnas, a la destrucción de nuestro país y a la construcción de otra oprobiosa dictadura. AMLO debe entender la manifestación callejera como un sonoro rechazo a su gestión como Jefe del Estado Mexicano, cargo al que él prometió abandonar si una marcha superaba el número de 100,000 opositores. Ayer protestamos casi 2 millones en el país: ¿otra promesa incumplida? ¿Gobernar es fácil?