El pasado lunes 7 de noviembre, apareció publicada una nota periodística en donde se daba cuenta que la meta sexenal de inversiones extranjeras propuesta por el Gobierno del Estado estaba a punto de alcanzarse, es decir, que falta poco para que se lleguen a los cinco mil millones de dólares de inversiones de empresas en Guanajuato.
Por cada empresa que llega a nuestro estado o que amplía sus instalaciones, en automático se generan empleos de manera directa e indirecta. Luego entonces, se logra establecer un círculo virtuoso en donde a mayor inversión extranjera, se producen más empleos y, por lo tanto, se debe de lograr mayor ingreso para las familias y, por consiguiente, mayor prosperidad y menor pobreza para la sociedad, esa es la ecuación deseable.
Sin embargo, ese mismo día circulaba en nuestras redes sociales un artículo escrito por la periodista Viridiana Ríos, en el cual describe con crudeza una vergonzosa realidad para los que habitamos esta urbe, que León se ha convertido en la ciudad con más pobres en México, 800 mil de entre 1.7 millones de habitantes, la mitad de la población.
Aun y cuando mediante una medición por incidencia, León no es la ciudad con un mayor índice de pobreza, ni siquiera está entre las primeras 10, el simple hecho de que en números absolutos nos coloquemos en ese deshonroso primer lugar, debería de, no solo apenarnos a todos los leoneses, sino a obligarnos a una reflexión profunda y reconocer que algo no se está haciendo bien.
A pesar de tener más empresas y más empleos, la pobreza no solo no disminuye, sino que aumenta. Aquí no se puede culpar ni deslindar a nadie, ni al gobierno y sus políticas públicas, ni a todos los empresarios, ni mucho menos a la sociedad en general, pero es obvio que no todos estamos haciendo nuestra tarea.
Las causas de esta disparidad pueden ser muchas, pero sin duda una de las más importantes son los niveles salariales que se pagan a los trabajadores, pues si bien es cierto que hay una alta oferta de empleo, eso solo ha alcanzado para mantener a la gente ocupada a niveles de sobrevivencia, pero de ninguna manera ha propiciado mayor bienestar a las familias.
La apuesta tiene que ser, sí a traer inversión extranjera, pero a que esta llegue condicionada no solo a contratar mano de obra barata, sino que debe obligársele a generar fuentes de empleo bien pagadas. Ya no se vale el ofrecer estímulos por el empleo generado, sino que ahora se les debe exigir a las empresas extranjeras que ofrezcan salarios justos a sus trabajadores.
No podemos permitir que sigan llegando inversiones que solo vean en Guanajuato la oportunidad de pagar bajos salarios; la ubicación geográfica, la logística e infraestructura y la cercanía con el mayor consumidor del mundo, son razones de sobra para invertir en nuestro estado, si no lo ven así, mejor que ni vengan.
Esto no solo aplica a las inversiones extranjeras, pues en nuestra ciudad hay muchas empresas locales que igualmente escamotean el salario y, sobre todo, las prestaciones de sus trabajadores; eso debe también eliminarse de inmediato, pues solo representa el pensamiento capitalista rapaz que no es digno de ninguna persona bien nacida.
En serio, ¿no se han dado cuenta que el habitante de palacio se está aprovechando de todo esto, de nuestros propios errores, de nuestra propia indiferencia? Por ello, celebro la iniciativa de un grupo de empresarios ligados al CCE de León, para lograr salarios dignos a todos nuestros trabajadores, por ahí es el camino.
LALC