En esta columna por años he descrito el perfil de los habitantes de esta región del País, y por qué actuamos como actuamos. El Bajío es una región geográfica, histórica, económica y cultural del Centro-Occidente y que tiene cantidad de similitudes entre los estados que la forman. En su mayoría está situada en la cuenca Lerma-Chapala y comprende parte de los Estados de Aguascalientes, Jalisco, Guanajuato, Querétaro y San Luis Potosí (aunque hay parte de Michoacán y Zacatecas, pero tienen otra realidad que hace difícil integrarla al concepto de región Bajío).
Si nos atenemos a que es una depresión geográfica, esto es, que la altitud media es más baja que el altiplano central o que las serranías de Michoacán o Zacatecas, el Bajío está bien delimitado tan solo por su altura sobre el nivel del mar. En esta área geográfica, están las zonas metropolitanas de Guadalajara, San Luis Potosí, León, Irapuato-Salamanca, Celaya y Santiago de Querétaro, formando un importante corredor industrial que hoy alberga a grandes corporativos nacionales, multinacionales e industria proveedora.
Ha sido estudiado y medido el crecimiento y desarrollo económico que tiene en forma sostenida desde hace 30 años y cómo el PIB ha crecido (incluso ahora después de la pandemia), por arriba del nacional. Y aunque no formamos parte propiamente del norte, sin duda, tenemos su dinamismo industrial. Eso sí, no somos el sur, donde se ubican los niveles de desarrollo, salud, educación, más bajos del País.
¿Cuáles son las razones por las que el Bajío piensa y actúa diferente al centro y al sur? Afirmo categórico desde mi experiencia de vida (nací en Puebla, la puerta al sureste) viví en la Ciudad de México y soy leonés por adopción desde hace 30 años, que hay causas claras y evidencias para afirmar que en el norte el País, a diferencia del sur, tenemos una cultura de trabajo y “aspiracionismo” que muestra que, desde el periodo colonial hasta el Porfiriato, el Bajío siempre provocó eventos que cambiaron la vida nacional. Aquí nació la independencia; aquí fuimos capital provisional de la República en la guerra con los Estados Unidos; aquí concluyó la Intervención Francesa; aquí se celebró la Convención de Aguascalientes en el periodo revolucionario; aquí se dio la Guerra Cristera y aquí nació el modelo de desarrollo automotriz actual.
El perfil cultural se dio en la colonia, pues se formaron localidades gracias a la migración de otras latitudes. Lo mismo para el desarrollo de la minería, que, para la construcción de ferrocarriles, que para crear colonias como los Altos de Jalisco, que para desarrollar la rebocería y el calzado. Todo, reflejando una manera de ver la vida basada en el trabajo y el esfuerzo. La industria tradicional basada en mano de obra, dio paso a otra, basada en la tecnología y en la irrupción de clusters innovadores que se fueron traduciendo –a pesar de la falta de agua-, en un rápido crecimiento desde los años ochenta en que llegaron universidades, centros de investigación y corporativos nacionales.
El perfil cultural migrante y la tradición católica fueron moldeando a una población regional, proclive al trabajo, religiosa, de núcleo familiar y lejana a los conflictos. Algunos datos de los últimos años lo confirman: índice alto de catolicismo, valores altos de IDH, tasas de productividad altas, reducidos porcentajes de huelgas o conflictos. Así, la industria del cuero y del calzado, fueron creciendo y dando espacio a una diversificación que logró que el turismo, el sector automotriz, la producción agrícola de exportación, fueran dando resultados en una manera común de ver el mundo y el futuro.
Las similitudes, por lo menos actualmente, son enormes: en el Bajío tenemos preferencias políticas similares y el índice de escolaridad y de apertura de empresas es mayor que el nacional. La cultura “aspiracionista” es tan amplia, que los jóvenes tienen la tasa de créditos educativos más alta del País. Esto es, los jóvenes están dispuestos a pedir prestado para poder estudiar. No nos gusta que se nos regale algo, lo ganamos. Aquí nos formamos en la cultura del esfuerzo y en el trabajo en equipo. Pasé 30 años formando a niños y jóvenes en plantarnos frente al mundo viendo al futuro con confianza en éste, el Bajío “aspiracionista”. 

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