Muchos son los aprendizajes que siempre el Mundial de Futbol nos deja como País. Los resultados obtenidos nos reflejan como en un espejo, la situación nuestra y del País. Ya sean triunfos o derrotas, pero siempre sin pasar a las últimas etapas. 
Mirando enfrente el avance de los triunfos económicos y deportivos de otros pueblos, nos miramos hoy en este reflejo de la realidad y con ello vemos la enorme brecha que nos separa de los ganadores.
¿Es que estamos hechos de otra madera? ¿Es que genéticamente somos diferentes? No. ¿Estamos ya condenados a seguir así? ¿Por qué no ganamos nosotros? ¿Basta solo con echarle más ganas? Estoy seguro es un asunto de carecer de una cultura, de una mentalidad, de una actitud de triunfo, de eso que los líderes debemos inyectar a quienes vienen atrás de nosotros… Hemos obtenido en el pasado, sí, algunas medallas y triunfos individuales solo en “nichos deportivos”. Pero nos han metido la mediocridad con aquello de que “lo importante no es ganar, sino competir”. Nuestro presidente AMLO, líder de millones, considera que el “aspiracionismo” es malo, e ignorando de paso que esa es la base del triunfo, ya sea deportivo o comercial: el hambre por la victoria.
¿Cómo le han hecho otros países? ¿Pero por qué siempre ganan los pueblos cuya cultura es de superación, su economía es más competitiva y su mentalidad, por tanto, es de triunfo? La diferencia está en la actitud y esta tiene sus antecedentes en la cultura de la derrota que creamos. Desde nuestra cosmovisión precolombina; desde nuestros 300 años como colonia; desde esperar a ser conquistados y tener miedo a conquistar, desde aceptar ser colonos y no anhelar ser pioneros; desde nuestras guerras intestinas entre liberales y conservadores; desde nuestra mentalidad de resignación para no construir ese mundo mejor, aquí, y no esperar recibirlo mañana; ejemplo emblemático es nuestro presidente AMLO que ataca a los “clase media aspiracionista”, a quienes salieron fuera de la pobreza.
Muchos de esos pueblos ganadores han sido formados en la competencia y en la seguridad y en la confianza en ellos mismos, mientras que nosotros fuimos formados muchas veces en la resignación. El crecimiento del pensamiento emprendedor se dio gracias a la revolución del pensamiento innovador, desatando siempre ideas nuevas y lanzándolas al camino que hoy recibe tributos de otros pueblos por sus patentes, diseños industriales, marcas, empresas, bancos, etc. Todo mientras nosotros quemábamos en la hoguera a quienes planteaban nuevos paradigmas e ideas…
Los mexicanos necesitamos, nos urge, como pueblo, triunfos, buenas noticias y muchas victorias. Son parte de nuestra afirmación, de nuestra esperanza para los jóvenes. Requerimos confianza en nosotros mismos. La falta de triunfos nos refleja de cuerpo entero: políticos divisionistas, opacidad y corrupción, protección al narcotráfico, jóvenes talentosos sin apoyos y emprendedores sin apoyo de préstamos. Solo dinero regalado a cambio de votos.  
Mientras AMLO insista en atacar, descalificar, etiquetar, discriminar a los “aspiracionistas”, seguirá fomentando esa actitud de derrota para que millones de personas sigan extendiendo la mano y esperando el día que entreguen el apoyo gubernamental. Se regala, no se incentiva. Así es muy difícil formar a niños y a jóvenes en construir un futuro confiable. Esperar todo del gobierno, reclamar gritando al pasado, enseñar que divididos se enfrenta la guerra, son ya catastróficos para las generaciones jóvenes que reciben la señal de que es malo triunfar.
Por eso, requerimos inyectar a los niños y jóvenes la confianza como triunfadores en un trabajo colaborativo y hacerles aspirar a un triunfo. Solo así cristalizarán los nuevos proyectos y los nuevos negocios, solo así les animaremos a seguir jugando este partido enorme que es la vida. Las generaciones jóvenes necesitan hoy esas historias de éxito para seguir animándonos a luchar, a seguir en el País, a no abandonarlo, a no perder el ánimo y la esperanza. 
Me resisto a pensar distinto; así lo hice y lo hago con niños y jóvenes por décadas: podemos y debemos saber ganar los partidos de la vida.   
 

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