En la marcha del domingo 27 de noviembre prevaleció el miedo entre la mayoría de los manifestantes. El primer horrorizado fue el propio AMLO, pues, él bien lo sabe, ya sólo gobierna para una minoría de no más de 14 millones de personas integrantes de su voto duro, todavía esperanzado en el arribo de la justicia social. En su desesperación, al contemplar que la ciudadanía le arrebataba las calles y que su movimiento se encontraba y encuentra severamente comprometido, decidió convocar a una manifestación multitudinaria con arreglo a sobornos y chantajes a una buena parte de los marchistas para tratar de rescatar su imagen dañada, producto de decisiones populistas suicidas de extracción claramente conservadora. Tan existe ya una crisis fiscal que el gobierno carece de recursos para pagar siquiera los aguinaldos navideños a los burócratas. ¿Dónde quedó el AMLO, quién durante sus interminables campañas callejeras reunía a millones sin necesidad de darles dinero ni tortas ni refrescos, porque lo seguían por genuina convicción? 

Pero no solo AMLO marchó por miedo, también lo hicieron cientos de miles de burócratas sin olvidar a casi 2 millones de maestros, además de militares y policías disfrazados de civiles, obligados a desfilar amenazados de padecer descuentos ilícitos de por lo menos 3 días de salario si no pasaban lista antes de abordar los camiones contratados con recursos públicos. A las calles concurrieron, también por miedo, aquellas personas registradas en los programas sociales como madres solteras, individuos de la tercera edad y Ninis, entre otros casos más, advertidos de la cancelación de sus apoyos económicos mensuales financiados por nosotros, los contribuyentes, en el evento de no asistir. 

El miedo de AMLO es justificado porque si bien es cierto que ganó las elecciones en el año 2018 con casi 31 millones de votos, una tercera parte del padrón electoral, en las elecciones intermedias del 2021 perdió la mayoría calificada en el Congreso, porque la nación decidió retirarle su confianza para impedirle llevar a cabo reformas constitucionales. AMLO perdió 9 de 16 alcaldías (casi 11) en la ciudad de México, un golpe definitivo propinado por la clase media dispuesta a impedir una debacle masiva en la ciudad y en el país. Perdió su moción de la revocación del mandato y del enjuiciamiento de los ex presidentes porque en ambos casos, más de un 80% despreciaron al Presidente en las urnas a modo de rechazo respecto a sus políticas. 

En una breve encuesta que realicé entre los marchistas del pasado domingo, ninguno de ellos -ninguno- me pudo explicar los perversos objetivos de la reforma electoral. Algunos marchaban gritando consignas y cargando pancartas sin saber qué, a cambio de un refresco y de 300 pesos apoyaban, sin saberlo, la destrucción de nuestra democracia y de nuestro desarrollo económico y social. ¡Cuánta crueldad! ¡Qué diferencia con los manifestantes del 13 de noviembre que entendíamos el peligro de eliminar al árbitro electoral para facilitar el arribo de una nueva tiranía!

 ¿Con la marcha del domingo 27 sí se va a rehabilitar la economía, a reformar la educación, a construir un Estado de Derecho, a erradicar la corrupción y la violencia, y a combatir al crimen organizado? ¿Se va a controlar la inflación, a generar empleos productivos, a conciliar las diferencias con el T-MEC, a acabar con la pobreza laboral y a rehabilitar la imagen de México en el exterior?

AMLO cuenta con un gran apoyo popular con arreglo a sobornos a las clases más necesitadas, en lugar de generar empleos con sus debidos derechos laborales, pero por el bien de México, ya no cuenta con la mayoría calificada y esperemos que pierda hasta la mayoría simple en el 2024.

¿El “Humanismo Mexicano” consiste en cancelar el presupuesto del INE para impedir su operación eficiente, o en erigir un nuevo “Maximato”, ¿o en intentar la eternización en el poder con el apoyo del Ejército ya sometido con terribles consecuencias para el país y para el propio AMLO?

El miedo nunca ha sido un buen consejero porque puede inducir a la toma de más decisiones irracionales.

 

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