México es todavía un País con enormes desigualdades económicas y sociales. Somos desde la colonia, una nación que segrega y discrimina por el color de la piel y por las prácticas culturales. Muchos hablares y actuares, provocan rechazo y segregación. Lo hemos vivido cantidad de personas desde la infancia. Ser moreno, indígena, pobre, es motivo para ser ofendido e ignorado. En la práctica, el color de la piel es un pronóstico del futuro que nos espera. Blanco, venturoso; moreno, complicado. Es cuestión de probabilidad, pues tenemos la posibilidad de cambiar nuestra historia.
El mundo ya cambió y los títulos universitarios no necesariamente dan legitimidad ni competencias. Ayudan, sí, pero no lo son todo. Sin embargo, son un pronóstico de lo que puede suceder a futuro. Pero, en una sociedad que es claramente racista y clasista, las probabilidades para quienes tienen sangre indígena o mestiza o mulata, son claramente menores. Desde luego que las clases sociales altas y medias, con color blanco, han sido clasistas y discriminan; racista y segregan. Pero a pesar de estas restricciones, la labor enorme como sociedad, es inyectar de seguridad a quienes no deben sentirse menos y sobresalir.
“Roma”, la película creada por Alfonso Cuarón, refleja nítidamente la manera de ser de las clases medias mexicanas, sus lazos fraternales, pero también la realidad de la distinción de clases sociales. De allí surge como actriz una indígena oaxaqueña que provoca hoy ataques xenófobos en redes sociales por aparecer ella en la revista internacional Vanity Fair, ataviada con Louis Vuitton, Gucci, Prada. Los atacantes, casi todos anónimos, la creen “indigna” de usar tales marcas. Su imagen en esas publicaciones -y en la película misma- es un reconocimiento de lo diverso y lo plural de nuestro País, de su mosaico con tonos, formas, matices y colores, rompiendo los paradigmas de belleza. Yalitza Aparicio, la estrella de la película “Roma” de Cuarón, provocó el rechazo de las actrices mexicanas construidas con el mito de la belleza basada en los prototipos anglosajones.
Hay muchos hechos de violencia y clasismo que hemos conocido por las redes sociales y los medios de comunicación y son una oportunidad para reflexionar y llamar la atención sobre el preocupante problema de la discriminación por condición social en México. Según datos de la Encuesta Nacional sobre Discriminación en México (Enadis), el primer factor de división de la sociedad mexicana es la riqueza: 59.5% dice que la riqueza divide “mucho”, 26.6% piensa que “poco”, y 12.5% señala que “nada”. Las personas de sectores socioeconómicos medio alto y alto son quienes en mayor porcentaje perciben que la riqueza ocasiona más divisiones. En esta encuesta, aplicada a personas de todos los estratos socioeconómicos, niveles educativos y rangos de edad, en 1,300 localidades y 301 municipios, las y los mexicanas perciben que, en algún momento, no han sido respetados sus derechos por: “no tener dinero” (31.6 %), su “apariencia física” (24.5%), “edad” (24.1%) y “sexo” (23.3%). Además, 60% de personas piensan que en México existe un trato desigual en razón del tono de piel.
Esto nos evidencia el clasismo y el racismo en nuestro país, fenómeno que comprende un conjunto de prejuicios y discriminación con base en la pertenencia a un nivel socioeconómico, que permanece muy enraizado en la mayoría de la población. Al clasismo, y al racismo, se le suma la violencia, que siguen aconteciendo en una sociedad que se considera democrática y que tiene índices crecientes de violencia física, maltrato y golpes contra mujeres y niños y niñas.
Es mucho lo que debemos trabajar como País para reducir y erradicar la discriminación; no basta la escuela, hacen falta ejemplos y liderazgos. Que inicien desde el Presidente AMLO que a diario discrimina a sus adversarios y que escupe a cada momento, discursos ofensivos y de odio que no son dignos de un ser humano que presume que es humanista. Solo con unión y concordia, podemos sacar a nuestro amado País hacia un futuro más justo y solidario. 
 

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