Ante la proximidad de las fiestas navideñas, vale cavilar sobre el personaje de San Nicolás de Bari, cuyos restos se encuentran en esa ciudad italiana, aunque originalmente fue obispo de Myra, una localidad romana asentada en la actual Turquía, durante el siglo IV D.C.
Nicolás se hizo famoso por atribuírsele una especial predisposición por los infantes, aunque la leyenda da cuenta de un terrible asesinato de niños, que por medio de la intervención milagrosa del santo fueron revividos.
Lo que en el siglo XXI nos queda con relación a esta santa figura, son los dones que se le han atribuido para recopilar todas las peticiones infantiles y cargarse de regalos para distribuirlos entre los niños bien portados. Su figura es cercana a todos y muy simpática, especialmente en la advocación nórdica, inspirada en el rostro de Odín (de allí las barbas), y enfundado en un traje rojo y botas altas. ¿Qué político no quisiera capitalizar características parecidas a las de Santa Claus? Y es aquí donde comienza la reflexión.
Primer acto: Con la creciente adopción del populismo en el mundo, muchos demagogos han aprovechado la impaciencia de los gobernados para mejorar sus condiciones de vida, haciéndoles promesas incumplibles. Los desesperados caen en el garlito, votan por ellos, accediendo al poder personajes incapaces para gobernar.
Segundo acto: No hay forma de cumplir las promesas formuladas, tan solo se pueden aliviar algunas carencias a través de dádivas. Así nacen los gobiernos estilo Santa Claus.
Por eso llamamos a estar atentos para no perdernos en la mentira. Gobernar es un arte que requiere de la técnica para tener éxito. Hay que planear, organizar, diseñar acciones y establecerlas en el tiempo, muchas veces se requieren largos periodos para que se vean los frutos, y durante su desarrollo, monitorear y finalmente evaluar el desempeño. Es la manera de hacerlo bien.
Esta delicada actividad necesita equipos especializados, sobre todo para enfrentar retos como el de la movilidad, digitalización, suministro de energía y agua, salud y seguridad. Seguramente la visión de la ingeniería (es la ciencia que tiene como objeto la resolución de problemas) se ve involucrada en todo esto. Y no está de más que los dirigentes del gobierno no sean unos zafios, sino que tengan cierta capacitación y conocimientos de políticas públicas y análisis financiero.
Frente a nosotros están los desafíos, más complejos, que absorberán tiempo, organización y energía, así como una perspectiva clara hacia el futuro y adaptabilidad para salir avante ante cualquier imprevisto.
Pero la senda fácil y traicionera es el populismo, que requiere la mentira como insumo principal. Promesas incumplibles, intercambiadas por obsequios y aguinaldos hasta llegar al exceso de confundir a los votantes, haciéndoles creer que la función de gobernar es repartir dinero o regalos a manos llenas. Las masas de ignorantes, mantenidas en la indigencia con la finalidad de alimentar a los mercados electorales, venderán su futuro por un plato de lentejas. Ante tal estulticia, los políticos irresponsables no se esforzarán para lograr bienes públicos.
Es más fácil jugar a ser Santa Claus, que planear y construir gobiernos profesionales.
Los modernos santa closes gubernamentales también son obesos. Requieren mucha burocracia para sobrevivir y distribuir regalos durante la época de elecciones. Se necesitan funcionarios especializados en malear y engañar a las personas para que les entreguen su voto a cambio de unos cuantos billetes. Luego obtendrán un puesto en la administración municipal o estatal de su mismo signo partidario, y allí dormitarán durante los siguientes tres años.
En tanto, para seducir ciudadanos los políticos aviesos se clonan con el personaje más simpático del circo: el payaso. Así se dedican a divertir a los usuarios de redes sociales, inventando cuentos, disfrazándose de distintos personajes, bailando y teatralizando su puesto y función. Al final su intención es engañar a todos.
Perderse en una Navidad continua, recibiendo promesas de dádivas, es perder el sentido navideño para convertirlo en una incumplida promesa de tener buenos gobiernos. Es avalar el reino de la mentira y la contratación de políticos mendaces, cuyo destino es transportarnos al fracaso.
Les proponemos que mejor celebremos puntualmente la Navidad, para luego convertirnos en estrictos ciudadanos, muy exigentes con nuestros gobernantes. ¡Felices fiestas!
P.D. Me declaro en vacaciones, regreso a esta página el 8 de enero.
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